La semana se pasó más lenta que un caracol, más lenta que un viejo cojo intentando cruzar la calle, más lenta que... Bueno, me habéis entendido. Pero ha merecido la pena esta semana de tortura, porque es sábado, y ¿Saben qué significa eso? Exacto, ¡Fiesta! Y una bien merecida por todo este trabajo y dolor semanal.
No me andé con rodeos y le conté la verdad a mamá porque aquí todos de alguna manera se acaban enterando de todo, y si le decían a mi madre que me había ido sin permiso a una fiesta, seguramente me castigará sin fiestas el resto de mi vida. Bueno, no le conté exactamente la verdad; como que no me conté que no habría padres y que sería más grande de lo que dije... Pero lo importante es que el dato principal estaba dicho y mamá me dejó ir. Si luego las cosas en la fiesta se ponían feas, no podrá decir que no la avisé
—más o menos—.Al caer la noche; Juan, Pablo y Jaime me esperaron con el coche afuera, listos para recogerme. Yo me senté atrás con Juan, mientras que Jaime conducía y Pablo iba de copiloto. Jaime era el único con carnet de coche, ya que era el mayor de todos y pudo sacarse la licencia pronto. Aunque a mí realmente me gustaban más las motos, por muy peligrosas que fueran. Otro ejemplo que no deben seguir. No vean lo que me costó convencer a mis padres que tener moto sería la ilusión de mi vida, que no lo era realmente pero tenía que dramatizar si quería su aprobación.
Al cabo de un rato, llegamos al pueblo de estos tres y yo estuve todo el camino hablando con Juan, quien me contó también sus «hazañas» en las fiestas de su pueblo—lo más interesante fue que perdió su virginidad en una de ellas—. No soy un pervertido pero es que tampoco contaban algo más emocionante. Pero vuelvo a lo principal—¿Cómo es que siempre acabo yéndome por las ramas? Otro pequeño defecto mío—. Se notaba a kilómetros la casa donde se celebraría la fiesta, pues se podían ver perfectamente las luces y a algunos que estaban afuera con vasos de plástico en la mano.
«Genial. Una panda de borrachos.»
Aunque... Parece que esto se pondrá interesante...
***
Bea
Yo solo quería quedarme en casa, estudiando para el próximo examen, pero no sé cómo acabé en esta fiesta. Ah, sí; Paola, mi mejor amiga, me secuestró y me arrastró hasta aquí. Pero no sé para qué, pues nada más llegar, la perdí de vista y me quedé como si fuera una maceta en una esquina.Me estaba agobiando, mucho. Así que me puse a buscar a Paola por toda la casa. Pero, ¡Sorpresa! Me encontré con una escena que no se me va a borrar de la mente nunca. Paola estaba sobre una encimera de la cocina, abierta de piernas y con un chico que la agarraba de las nalgas, y me metía la lengua hasta la garganta.
Salí inmediatamente de allí y me dieron ganas de arrancarme los ojos. No es que fuera una mojigata ni hubiera visto nada parecido, pero ver eso en Paola, mi amiga del alma... Me produjo un escalofrío, como si fuera la primera vez que veo algo así. Y fue que me entraron ganas de beber para olvidarme de eso, aunque fuera un momento. Le robé el vaso a una que pasaba por mi lado y me lo bebí del tirón. No sé qué demonios llevaba pero la garganta empezó a arderme.
«Vale. Bea, muy mal, muy mal, Bea.»
Tomen nota: no beban nunca nada que no sepan, ¿Saben? Mejor no beban, nunca.
Fui rápidamente al baño—porque la cocina estaba muy ocupada— y empecé a beber del grifo del lavabo. El agua sabía asquerosa—menos mal que decían que el agua es insípida—, pero al menos calmó un poco el ardor de mí garganta.
Regresé algo más decente a la fiesta y me ajusté de nuevo mi falda. Sí, no me iban mucho los vestidos; prefería las faldas y los vaqueros. Hoy llevaba una falda corta y negra, con un top sin tirantes azul oscuro que hacía juego con mis ojos—o eso me decían—.
Fui hacia el salón y me encontré con la peor persona del planeta: Lucía. Lucía era una chica con la que tenía problemas, no por mí, sino porque ella parecía tener algún problema conmigo. Yo nunca le hice nada, creí que por fin me había librado de ella al graduarme, pero no, resultó que ambas vamos también a la misma universidad. ¿Quieren mi opinión? Es una envidiosa. Siempre la superé en el instituto en todo, incluyendo el aspecto; ella tiene lo que llamamos «cara de culo.» y también tenía más pecho que ella, es por ello que los chicos se fijaban más en mí, «malditos pervertidos.» y así estamos a día de hoy.
Ella pareció darse cuenta de mi presencia y se acercó a mí. El miedo me paralizó y dejé que ella me arrastrase hasta el centro del salón.
—Miren, es la puta de Málaga—exclamó Lucía.
—Creía que esa eras tú—la miré, desafiante.
Hizo el ademán de decir algo, pero en su lugar mordió el labio inferior.
—Ja... No soy yo la que va coqueteando mientras tengo novio.
—Y dale, ¡Mario y yo no estamos saliendo! Y, yo no voy coqueteando con nadie—desvié la mirada.
—¿Ah, no? ¿Por qué no le comentas eso a García?—Hizo señas con la cabeza, señalando detrás mía.
Me giré y vi a Jack apoyado en la pared, hablando con otro chico. Iba con una camisa, con los primeros botones desabrochados y unos vaqueros azul marino. Tenía el pelo algo alborotado, pero eso solo le daba un aire más... sexy. Espera, ¿Dije «sexy»? ¿Qué me pasa? Es atractivo, solo eso. Las cosas como son, si lo es, lo es. Es una opinión objetiva.
Me giré de nuevo hacia Lucía.
—Yo no coqueteé nunca con él.
—Claro... ¡Hey, García!—Le gritó Lucía a Jack y este la miró.
«Tierra trágame.»
«Tierra trágame.»
«Tierra trágame.»—¿Crees que la putita de Málaga ligó contigo?—Lucía me agarró del brazo y tiró de mí.
Quería irme. Estaba muerta de la vergüenza, pero mis piernas no reaccionaban.
—¿Qué?—Jack enarcó una ceja—. No.
Gracias a Dios... Bueno, gracias a Jack.
—¿No? ¿Seguro? No te puedes fiar de la putita—insistió Lucía.
—A ver, Lucía, sin ofender pero... Me da que tu acoso se llama más bien «envidia.»
¿Dijo «envidia»? ¿Acaba de defenderme?
Tuve que contener una risa burlona.
«En toda la boca, Lucía.»
Ella resopló.
—¿Y yo por qué debería envidiar a esta?
—¿Por todo? Es decir, tiene mejor cuerpo, mejor aspecto... No sé cómo cuánto inteligente es, pero no será muy difícil superarte en ese aspecto.
Juro que la cara de Lucía se tornó a rojo de la rabia.
—¿Sí? Si tan buena opinión tienes de ella y taaan atractiva te parece... ¿Serías capaz de jugar con ella a los 7 minutos en el paraíso?
Voy a matarla... ¡Voy a matar a Lucía!
Jack se mantuvo callado y frunció el ceño.
Qué vergüenza... Me llevé las manos a la cara. Quería que un rayo me matase en ese mismo momento.
—Claro, ¿Por qué no?
—¿Qué?—Preguntamos Lucía y yo al unísono.
ESTÁS LEYENDO
Un amor inesperado
RomansaJack, un chico despreocupado, sin problemas y sin planes de futuro. Bea, una chica obsesa con la organización y el orden, pero incluso en su mundo tan organizado, está llena de problemas que no paran de desarmar sus planes. Bea solo quiere terminar...