UN CUMPLEAÑOS MOVIDITO

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Mamá había invitado a Emma a vivir con ellos los nueve meses del embarazo para ayudarla. En un principio aceptó ya que era inexperta... Y a mí tampoco me importó demasiado, pero... ¡Estaba de los nervios! Y no por la emoción precisamente, sino por los cambios drásticos hormonales de mi hermana. Igual está bien y al segundo la ves llorando. ¡Me estaba volviendo loco! Para mi suerte, mamá se ofreció a llevarla a su piso de nuevo y ella iría a verla cada día, porque todos estábamos volviéndonos locos. Incluyendo a Bea...

Que por cierto, si ya iba a ser complicado criar a un niño ¡Imagínense dos! Exacto, mi hermana tendrá gemelos, o mellizos, no sé. Pero sé que serán dos... Más discípulos para mí.

Y así nueve meses... Bueno, faltaban un par de días para cumplir los nueve meses, pero sí.

Pero cambiando de tema... ¡Hoy es el cumple de Bea! Tenía una pequeña pero bonita sorpresa para ella. Y sintiéndolo mucho, también será sorpresa para vosotros. Así que, invité a Bea a comer en un restaurante por su cumpleaños, a pesar de que dijo y cito palabras textuales «No quiero nada, pesado. Solo pasar un día tranquilo contigo». Pero eso no va a pasar...

Y después de comer, la llevé al jardín trasero de mi casa para estar solos y tranquilos, como ella quería. Y así darle mi sorpresa.

—Vaaale, ¿Qué hacemos aquí? Creí que iríamos dentro a ver una película.

—Sí, eso será después. Solo aguarda un segundo aquí sentadita.

Bea asintió, confusa. Mientras tanto, yo entré en casa y subí a mi cuarto para darle mi regalo. No tenía ni puta idea de envolver regalos, nunca tuve que hacerlo hasta que empecé a salir con Bea. Así que hice mi mayor esfuerzo para que quedase lo mejor posible. Igualmente, el papelito le importará una mierda después de ver lo que lleva dentro. Salí y Bea seguía allí sentada, mirando el móvil. Yo llevaba su regalo escondido tras mi espalda. Cuando Bea me vio, enarcó una ceja.

—¿Qué escondes ahí?

—No sé, dime tú—le di el paquete.

Pesaba un pelín la verdad.

Bea abrió los ojos como platos.

—¡Jack! Te dije que no quería nada.

—Ya, bueno, pero lo merecías—me encogí de hombros.

Bea mordió su labio inferior y noté que se ponía nerviosa.

—Ábrelo de una vez—me impacienté.

Bea suspiró y fue desgarrando el papel hasta...

—No puedo creerlo...—Se llevó una mano a la boca.

Y al ver su expresión supe que había acertado.

—¡Las nuevas ediciones de Meses a tu lado de Joana Marcus con el estuche incluido!

—Mi madre se pondrá celosa.

Y no mentía, mi madre amaba esa saga y estaba impaciente por tener esos libros. Así que, al enterarme que saldría una nueva edición, le compré el pack a Bea.

—Jack, pero esto es demasiado...

—Anda, lee la tarjeta.

Bea cogió la pequeña tarjeta que había dentro del pack y la leyó en voz alta:

—“Bea, quizá yo no pueda ser tu Jack Ross, pero prometo hacerte igual de feliz y especial como lo era Jen para el «chico de los recados»”.

Bea derramó unas lágrimas y mordió su labio inferior. Dejó a un lado el paquete y se abalanzó sobre mí, casi me desesquilibra, y se aferró a mi cuello, plantando un beso en mi mejilla.

Un amor inesperado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora