06. Número 16

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Montecarlo, Mónaco

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Montecarlo, Mónaco.

──No, entonces no voy a ir…

──¿Y por qué no? Ya te dije que Baréin no está tan lejos. Por favor… ──suplicó Ginevra.

──¿Más de seis mil kilómetros no te parece tan lejos? ──cuestioné impaciente.

Por la tarde, Kika y Gine habían aparecido en la entrada de mi casa con una «propuesta imperdible» que ofrecerme. Deseaban que asistiera junto a ellas a los entrenamientos de pretemporada que le da inicio al nuevo periodo de la Fórmula Uno.

Era en el Circuito Nacional de Baréin. En dos días. A seis mil kilómetros.

Por supuesto, opté por negarme apenas se cerraron los labios de Kika hace un par de minutos.

──Según Google Maps, son solo 5.582 kilómetros, no seis mil…

En aquel momento, luego de su estúpido comentario, dudé en la inteligencia de las personas que tengo a mi lado. Y luego me retracté, porque yo sé que amo a la tonta de Ginevra.

──Sigue siendo igual de lejos. Aparte, ¿dónde se quedará Fausto? No puedo dejarlo solo como si nada. Y también tengo que asistir al trabajo y estudiar al mismo tiempo.

Sí, debía admitir que quería acompañar a mis amigas a ese viaje debido a que la única vez que había salido de mi país de origen había sido hace un mes, cuando finalmente me mudé a Mónaco. Antes de eso, jamás había tenido la oportunidad de vivir esa experiencia, y Baréin, si bien estaba muy lejos y se situaba en otro continente, parecía ser un lugar excelente para tomar unas pequeñas vacaciones. Pero lo que me atormentaba en ese momento eran dos aspectos: el primero, el hecho de tener que dejar a Fausto en algún lugar ─pues pagar otro boleto saldría muy costoso─ porque él nunca había estado alejado de mí por más de un día y no sabía cómo podría reaccionar ante esa distancia; y el segundo, tendría que encontrarme con Charles cara a cara después de un prolongado tiempo.

La idea de ver una carrera de autos en vivo me gustaba, pero no sé si estaba lista para volver a enfrentarme ante Charles. Soy consciente de que nada malo pasó entre nosotros, y que él no es el culpable de absolutamente nada, pero, de todas maneras, no quería verlo.

──Fausto puede quedarse en la casa de mi tía. Sabes mejor que nadie que ella siempre estará feliz de verlo ──sonrió agarrándome ambas manos──. Ya no puedes poner excusas con el horario de tu trabajo porque claramente escribiste en el calendario de la nevera que tu jefa se tomará unas vacaciones y te dejó el resto de la semana libre.

Puta madre. Yo sabía que no tenía que escribir tan explícitamente lo que me habían dicho.

──También podemos regresar el domingo por la tarde, así no pierdes las clases del lunes ──continuó insistiendo.

Tu sei Saetta McQueen? | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora