00. La lágrima de mi alma

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Un día de julio de 2020

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Un día de julio de 2020.
Bolonia, Italia.

Como días anteriores, me había despertado cansada y con frecuentes dolores abdominales. Ya sabía el porqué, pero me negaba a aceptarlo aún. Por suerte, a tempranas horas de la mañana apareció Dino en la puerta de mi casa con intenciones de llevarme con él, y luego de que mi padre le diera permiso para entrar al hall, me regaló un hermoso ramo de rosas blancas. Mi ánimo había sido impulsado por los aires, y nada podía opacar el momento. No solo me impresionó y maravilló a mí, sino también a mamá.

Entrelazada a su brazo derecho, recorrimos las famosas calles de Bolonia, como solíamos hacer cada domingo. Por lo general, estas rúas estaban repletas de turistas, pero ese día no fue el caso. En un momento, paseamos por los alrededores de la Pequeña Venecia que, si bien no es transitable por su interior, hay algunos pasadizos con ventanas al río.

No podría haber estado más enamorada de mi novio, si es que era él y no un romántico empedernido que lo había suplantado...

Seguimos nuestro itinerario ─que solamente él conocía─ y llegamos a un iluminado restaurante cerca de la Piazza Maggiore. Dino comentó que tuvo que hacer una reservación ya que, al ser temporada de verano en Europa, muchos extranjeros llegan a la ciudad y la disponibilidad de servicios escasea para los nativos.

──Siéntate aquí, bella signorina... ──habló mientras deslizaba la silla vestida hacia atrás, dejando el espacio libre para que pudiera sentarme. Una vez le hice caso, él tomó lugar enfrente mío. Podía verlo a través del ramillete de margaritas que permanecía inmóvil en un llamativo florero de vidrio; parecía una velada romántica, pero sin velas.

──¿Por qué se te ocurrió llevarme a tantos lados y traerme aquí? ──pregunté ansiosa.

Dino miró un rato al suelo soltando un bufido, aparentemente pensando su respuesta con detenimiento.

──¿Acaso no puedo invitarte a una cita? No tiene nada de especial, solo quería hacer algo diferente para pasar tiempo de calidad contigo, amor ──explicó, valiendo de menos la situación.

Me sentí estúpida. ¿Tan poco acostumbrada estaba a un poco de disfrute que esto me resultó sorprendente?

No dudé en creerle, imaginando que había cambiado de la noche a la mañana. Dino no era un chico que se caracterizara por su infinita sentimentalidad o sus agradables muestras de cariño, era más fácil sonsacarle información privada a Sergio Mattarella que hacer que Dino se abra y hable con sinceridad sobre sí mismo.

Una vez que el mesero apareció, ordenamos nuestra comida. Exhausta de la comida corriente, pedí un platillo de salmón ahumado acompañado de un vaso de agua mineral; mi novio, en cambio, escogió una porción de penne al ragù con una copa de vino tinto.

Tu sei Saetta McQueen? | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora