𝗧𝗦𝗦𝗠 | Tras quedar con cicatrices, tanto físicas como psicológicas, Chiara Catalano toma la arriesgada decisión de alejarse de su ciudad natal y mudarse a Montecarlo, la desconocida capital de Mónaco. Junto a su hijo de dos años, producto de un...
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Montecarlo, Mónaco.
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Apenas eran las diez de la mañana y ya había puesto la lavadora, pasado la aspiradora y acompañado a Fausto a la casa de Paul. Ahora, me estaba preparando para ir a ver a Charles.
Me puse un traje de baño azul y un vestido de flores encima. Sí, un traje de baño. Él me envió un mensaje esta mañana diciéndome que me recogería a las diez y media y que tenía que llevar bañador. No tenía idea de lo que tenía en mente hacer, pero confié en él.
Tan pronto como sonó el timbre, bajé las escaleras corriendo.
──¡Voy!
Estaba feliz de estar con Charles. La "yo" de hace unos meses, e incluso la de un año atrás, estaría orgullosa de mí. Estaba avanzando, pero tal vez me estaba aventurando demasiado lejos. Si bien me habría dejado sola en el pasado, esta vez no podría aguantar esa sensación.
A pesar de mis esfuerzos por seguir adelante, a menudo aparecían en mi mente escenas que me hacían retroceder unos pasos. ¿Por qué siempre tenía que volverme paranoica?
Me preguntaba constantemente por qué Charles me elegía. ¿Sentía pena por mí? ¿Había conquistado a todas las chicas del mundo y yo era solo la última opción? ¿Acaso no tenía nada mejor que hacer y, por eso, estaba perdiendo el tiempo conmigo? ¿Realmente le agradaba? ¿O era solo una distracción para él?
¡Seguramente debía ser eso! Pero si alguien realmente busca divertirse, no se toma la molestia de llevar a cenar a la persona o de comprarle un auto de juguete a su hijo. No se pone a armar muebles en su casa cuando podría estar viendo una serie de televisión o saliendo con amigos. Había decidido pasar su tiempo ayudándome, y eso me hacía preguntarme si tal vez, solo tal vez, había algo más en sus intenciones.
Pero tan pronto llegué frente a él, toda mi paranoia se desvaneció. Mi corazón comenzó a latir a la velocidad de la luz, o quizá como lo haría su Ferrari. Mi respiración se detuvo, y mis ojos no sabían hacia dónde mirar. Las piernas me temblaban, igual que mis manos, sobre todo mientras me acercaba a él. El aroma de su delicioso perfume llenaba mis fosas nasales, invadiendo mis sentidos. Y esto pasaba cada vez que veía a Charles Leclerc, como si mi cuerpo respondiera automáticamente a su presencia, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo.
No importaba lo que llevara puesto, hacía que los demás chicos lo envidiaran y conquistaba a todas las chicas con facilidad. Y, lamentablemente, yo también había caído en su red... o mejor dicho, me había arrojado de lleno en ella.
Llevaba una camisa blanca, y ahí fue cuando comencé a sudar. Ya sabemos que los chicos con camisa siempre se ven bien, pero estamos hablando de Charles. Era de lino, con los primeros botones desabrochados, dejando ver un poco de su pecho. Usaba sus habituales pulseras, anillos y un reloj en la muñeca. Combinaba todo con unos pantalones cortos de tela, que parecían un bañador azul.