Montecarlo, Mónaco.
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Me encontraba entretenida escuchando mis mejores y, por ende, más largas playlist de Spotify, las cuales incluían clásicos de rock, algunas canciones de pop actual, otras de reguetón latinoamericano, y unas nuevas que se escuchaban por todas partes. Además de Coldplay, Black Eyed Peas y Peso Pluma, artistas que Charles me había contagiado.
Mientras tanto, ordenaba un poco la casa, pues entre el trabajo, la universidad, los compromisos adicionales, mis invitados y Fausto, no había tenido el tiempo suficiente para darle una limpieza profunda al lugar. No estaba tan mal en realidad, simplemente había que organizar algunos elementos, acomodar decoraciones y limpiar los baños.
Desde que nos mudamos a Montecarlo, hace unos meses, no había podido ─o no había tenido ganas─ terminar por completo la casa: solo me faltaba pintar el estudio y armar una estantería para colocar los libros que, hasta ahora, permanecían esparcidos por cualquier superficie de la casa.
«Lo haré más tarde», juré y se me pasó.
Mi hijo estaba en la casa de Pauly, ya que el niño monegasco lo había invitado a jugar al fútbol en su jardín, y yo, notando las posibilidades de tener la casa para mí sola, lo dejé ir con él.
No era mala por eso, solo buscaba un poco de soledad maternal.
Entré a la habitación de invitados para ordenar la cama y dejarla como si nadie hubiera estado allí. Caminé hacia adentro mirando mis alrededores: no estaba muy desordenado, sola mente algunos cojines fuera de su lugar original, pero nada más. De todas maneras, me encargué de sacar las sábanas y dejarlas en el canasto de la ropa sucia, para poder lavarlas en otro momento. "Desnudé" la habitación para limpiar el piso y pudiera quedar lista para la siguiente invitación.
De repente, cuando me doy vuelta para cerrar la puerta, ví la caja que trajo Niccolò desde Bolonia sobre la silla del pequeño escritorio. No tardé en sostenerla entre mis manos y sentarme en la cama matrimonial.
Cuando pude abrirla, escarbé dentro de los miles de recuerdos que ocupaban el espacio y, al fondo de la caja, encontré unos papeles y un libro. Los papeles eran folletos informativos que basaban su interior en un "armonioso", como decía la portada, viaje a Londres. Recuerdo que ese folleto me lo había regalado Ginevra una vez que habíamos hablado de mudarnos juntas cuando termináramos la universidad.
Eso nunca se cumplió, pero al menos estábamos contentas con nuestro presente. No vivíamos juntas y tampoco habíamos terminado la universidad, pero al menos estábamos en la misma ciudad y nos veíamos casi a diario.
Miré el libro que estaba debajo de ellos. Las palabras recortadas de distintas revistas llamaron mi atención y atentaron contra mi mente. Más abajo, escrito con fibrón permanente rojo, había un intervalo de años en el que había sido usado aquel objeto.
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Tu sei Saetta McQueen? | Charles Leclerc
Fiksi Penggemar𝗧𝗦𝗦𝗠 | Tras quedar con cicatrices, tanto físicas como psicológicas, Chiara Catalano toma la arriesgada decisión de alejarse de su ciudad natal y mudarse a Montecarlo, la desconocida capital de Mónaco. Junto a su hijo de dos años, producto de un...