Descubriendo cosas...

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Iba a volver a tocar el timbre, pero la puerta se abrió mucho antes de que ella pudiera presionar el botón.

_ Buenos días señorita Rochesterd._ le saludó uno de los mayordomos. Ella le sonrió en respuesta mientras entraba a la mansión Rochesterd._ ¿Qué la trae por aquí señorita?

_ Vine a buscar algunas cosas que necesito y a saludar. ¿Como están todos?_ preguntó mirando alrededor en el enorme salón, era extraño para ella no ver a nadie haciendo limpieza para recibir a algún invitado o dar alguna fiesta.

_ Estamos como debemos señorita, ocupándonos de nuestros deberes y preocupándonos por usted._ volvió a hablar el mayordomo.

_ Esta bien. ¿podrías llamar a Mirna? quiero hablar con ella.

_ Por supuesto, vengo enseguida.

El mayordomo se retiro, dejando a Claudia sola en el gran salón. Extendió las manos y se puso a caminar en círculos, luego cerró los ojos e imagino el ultimo recuerdo alegre que había tenido en aquel salón. El bullicio de las personas, el vals que habían tocado y que había bailado con cada uno de sus primos, incluyendo a Rodrigo. También recordó la sonrisa de la abuela mientras la observaba bailar y el hermoso vestido que había lucido aquella noche, pero lo que más le gustaba en su recuerdo, era el sonido del piano que ella producía al tocar una pieza de Chopin. Era el recuerdo de su décimo quinto cumpleaños y no podía olvidarlo, porque aquella noche, la abuela le había dicho lo orgullosa que estaba de ella.

_ Claudia._ la voz de Mirna la trajo de vuelta al presente._ ¿Qué haces aquí pequeña?

La mujer se acercó a ella y la abrazó con todas sus fuerzas, Claudia le devolvió el abrazo y le sonrió.

_ He venido por algunas cosas que necesito._ le respondió.

_ Entonces vamos, te ayudaré en lo que quieras.

Ambas subieron las escaleras, hasta llegar al segundo piso, donde estaban las habitaciones. Caminaron por el largo pasillo y entraron el segunda puerta a la derecha, que era la habitación de Claudia. Mirna cerró la puerta al entrar.

_ Bueno ya estamos aquí. Puedes buscar lo que necesites puesto que esta es tu casa, pero antes tienes que contarme el porque de esa cara tan larga y esas ojeras._ habló la sirvienta mirando a su ama seriamente.

Claudia suspiró, debió imaginarse que Mirna se daría cuenta.

Ya había pasado una semana desde que Claudia había dejado la mansión para irse a vivir con su tío y había entrado en un instituto para niños ricos. Todavía le era imposible adaptarse a su nueva vida, tenia que soportar las miradas de odio de Lucas y el desprecio de Madeleine, entre todo eso, le era imposible conciliar el sueño.

El primer día pensó que su trasnoche era por la impaciencia de asistir a una escuela, pero luego se hizo muy constante. Tenia que despertarse a tomar un vaso de leche todas las noches o leer algún que otro libro, hace dos noches escuchó "Le campanilla" de Liszt diez veces para poder dormir, pero tampoco le resultó efecto.

_ No me ha pasado nada malo, Mirna. Pero tengo que admitir que se me ha hecho un poco difícil acostumbrarme a la casa del tío John._ dijo ella, arrojando a la enorme cama de su gigantesca habitación.

_ No has podido dormir, ¿cierto?_ Claudia asintió haciendo una seña._ Pero, ¿estas segura que es por el cambio?

Claudia se encogió de hombros.

_ Sabes, me encantaría poder llevarme el piano a casa de tío John o tal vez algún instrumento de la sala de música._ Mirna le sonrió e hizo que se parara de la cama.

El secreto de mi abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora