07| Recuerdos perdidos por el alcohol.

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Emociones

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Emociones.

Para mí han sido un misterio al cual le tengo miedo. Mis propias emociones son un dilema indescifrable, algo que por más que quiero entender o deseo controlar parecen ser incontrolables, sobre todo aquellas que vienen incluidas con el amor, hay otras más controlables, pero ¿Quién es capaz de dominar en su corazón?

F. Martín te está llamando.

El mensaje que notifica la llamada entrante de F me saca de mi hipnótico momento en el que están asimilando todo lo que está mal en esta situación. Pensé todo el día que F recordaba ese beso, supuse dentro de mí que él en serio había estado pensando en ese momento, tanto como yo lo hice en todo el maldito día.

Cada segundo del día suspiré por algo que en su mente no existió.

Dios soy tan patético.

¿Por qué no funcionó el té de ruda que se tomó mi mamá?

Ah, eso fue con el otro, no conmigo.

Mi cuerpo está lleno de vergüenza, no solo por el hecho de que casi tuve una erección en el baño mientras me duchaba, de solo recordar sus labios contra los míos, o de su delicioso sabor a ron y a chicle de fresa que se mezcló en nuestras bocas; sino que el simple hecho de que el único ilusionado con ese acto fui yo.

Hermes es más consciente de lo que pasó que el mismo F, hasta el baboso ese tuvo mayor conciencia.

Dios mío, ¿dónde carajos me voy a meter?

Fingiré una cataplexia, y no le contestaré.

Esperen, ¿Qué es una cataplexia?

Dudoso veo el teléfono que aún sigue vibrando y con la pantalla encendida. Tomo una respiración muy pero muy profunda, y luego suelto el aire tan rápido como mis pulmones y mi garganta me permiten expulsarlo, y sin siquiera darle tiempo a mis inseguridades de actuar, contesto.

—¿Aló? —digo tímido. Un suspiro me recibe al otro lado, como si él estuviese conteniendo su respiración también.

—Hola, pensé que no contestarías —dice. Su voz al otro lado de la línea se escucha ronca.

—No es así, solo estaba... —pienso en qué decirle para que no sospeche de mi indecisión—. Ocupado —miento.

—Mentiras —me acusa.

—¿Perdón? —respondo con indignación.

—Es broma, solo quería jugar contigo, no te tenses. —su claro coqueteo me deja sin aliento.

—Deja de decir pendejadas ¿Para qué llamas a estas horas? —lanzo con indiferencia. Él no parece sorprendido por mi pregunta.

—Quería escucharte, ahora que volvemos a ser mejores amigos. —Sus palabras hacen que una risita se me escape.

¿CONFUNDIDOS O MENTIROSOS? MEJORES AMIGOS. TERMINADA✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora