Inesperado (parte 2)

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—¡Chicos! ¡Hay que partir el pastel! Séquense de una vez —Ama nos informó y salí en chinguiza de ahí. ¿Por qué había tanta tensión entre los tres? Fui por mi toalla y me senté en uno de los camastros. Cada quien salió de la piscina y se secó con su toalla, no queríamos mojar la casa o se iba a hacer un desmadre.

—¡Hey, Rivis! Me dijo Quacks que te invitó al QSMP, por fín voy a tener a la mensa de Minecraft haciéndome compañía —se burló.

—¡Pendejo! Si soy la eminencia, yo.

—En morirte cada cinco minutos... —le metí un putazo— Oye hace rato ¿Qué pasó? —parecía disfrutar el chisme.

—¿De qué? —Hice como si no supiera perfectamente a lo que se refería.

—Entre esos dos, parece dorama coreano, güey —se burló y yo solo rodé los ojos fastidiada.

—Pendejo, no es nada. No sé qué se traen —me quejé.

—¿No es obvio? —sonrió—, están celosos. Parece que Félix sigue clavado contigo, ¿o me equivoco?

—Pff... —evité su pregunta.

—¿Y tú? ¿Por quién te inclinas? —insistió.

—Por nadie, Rogelio —le dí la espalda pero se cambió de asiento para estar frente a mí.

—Pues deberías ser clara, o te vas a meter en muchos pedos... o te van a comer el mandado –alzó ambas manos.

—¡Ya lo hice! —arrastré mis dedos por mi cara— Félix sabe que no quiero nada con él y Osvaldo... —suspiré— le pedí que seamos amigos. ¡Ya no quiero saber nada del amor! Es mucho pedo —murmuré cansada.

—Ay, Rivis de las Rivis. Pues ¿Qué fué lo que pasó entre Valdo y tú? A principios de año ustedes estaban como si nada ¿y hoy juegan a ser amigos? —susurró.

—Rogelio, guarda silencio, cabrón. Te van a escuchar —lo jalé hacia una esquina.

—Que se me hace que por andar de miedosa, todo se fue a la mierda entre ustedes —hice una mueca y miré a Osvaldo a lo lejos, él dudaba entre venir o quedarse allá.

—¿No te contó?

—No... Casi no habla de tí —sentí un pequeño dolor al saber eso. Yo tenía hartas a mis amigas ¿y él ni siquiera me mencionaba?

—Oh... pues deberías preguntarle —le pedí ofendida.

—¿Crees que no lo intenté? El pendejo me censura, ni el Aldo sabe qué pedo. Su pendejada me arruina el chisme —se quejó y le metí un putazo— ¡Ay, culera!

—¡Pinche Rogelio! —le dí otros dos putazos por disfrutar de mi dolor.

—Me machucas, pendeja —una pequeña lagrimita sobresalió de su ojo. ¡Qué bueno!

—Mira, si quieres saber, dile a él que te cuente la verdad. Dile que yo... que yo te mando.

—¿Y crees que con eso me diga? Si el Osvaldo apenas y me dejó hacerle chistes de ustedes en el camino.

—No te burles, cabrón. Por eso no te dice nada, esto es serio —le recriminé.

—¿De verdad? —se acercó para escuchar atentamente.

—Sí, pero no creo que ahora sea un buen momento para contarte.

—¿Me dirás? —sus ojos brillaban de ilusión.

—Otro día... hoy no... Ahora, vamos —lo jalé del brazo—, hay un pastel que rebanar.

Pasamos a partir el pastel. Ari lo sacó del refri y yo estaba ansiosa por saber de qué era y cuál era su sabor. Abrió la caja blanca y ví un precioso pastel con forma de corazón que tenía unos olanes de merengue en varios colores alrededor; arriba estaban tres pollitos de colores y un pastelito miniatura.

Astromelia  | Rivers x ElMarianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora