Capítulo 4

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¿Una salida? ¿Un túnel bajo tierra? ¿La madriguera de una serpiente pitón? ¡Da igual! ¿Cómo coño se sale de aquí? Me gustaba ser el centro de atención. ¡No, me gusta serlo! ¡Pero no así! Todos aquellos tíos repletos de cicatrices me miraban tan... tan... ¡Arggg! ¡Y Tom se reía! ¡El muy cabrón! Y yo, sangrando, con las manos todavía en la cara. ¡Ahora sí que quería desaparecer!
Oí pasos a mi espalda. La loca que me había tirado por las escaleras empezó a bajar pegando saltos, ¡Tan tranquila!

-¡Eh, tíos, mirad lo que he encontrado! - gritó, con la clara intención de utilizarme de mono de feria, pero antes muerto. Me levanté de un salto del suelo sujetándome los pantalones con una mano y con la otra tapándome la nariz chorreante. Salí corriendo hacia el baño y justo cuando mi mano rozó el picaporte... la puerta se abrió desde dentro. Frente a mí apareció el tío más alto que había visto en mi vida. Era negro, pero de los de verdad, con un cuerpo tan ancho, tan corpulento y tan basto, que me pregunté si sería capaz de atravesar el umbral de la puerta sin quedarse atascado en él. Me miró con una ceja alzada, confundido. - ¡Black, trae a ese petardo aquí, que nos vamos a divertir! - gritó la loca y por la forma en la que el gigante negro alzó la cabeza, supuse que el llamado Black sería él. Me miró a los ojos. A mí casi me temblaron las piernas de lo intimidante que resultaba.

-Ricky, este se desangra antes de llegar al salón. - dijo, señalándome y la tía se rio.

-¡Pues ponle un tapón, pero que venga! - el gigante se dio la vuelta ante mí, entrando en el baño de nuevo y cuando me di la vuelta buscando con urgencia una salida que no fuera ahogarme con mi propia sangre, el gigante me agarró del brazo con fuerza y me tendió un montón de papel higiénico recién arrancado.

-Toma. - lo miré. Me costó decidirme si cogerlo o no, como si el papel estuviera impregnado de cianuro, pero finalmente, al ver la claridad que había en los ojos de aquel negro de dos metros, me atreví a cogerlo y a llevármelo a la nariz, limpiándome la hemorragia. ¡Anda, pero si el tío era buen hombre!

-Gracias.

-De nada. - y esa idea de buen hombre se esfumó en cuanto me agarró del brazo y sin la menor delicadeza, haciéndome creer por un momento que iba a partírmelo por su brusquedad, me cargó al hombro como un saco de patatas y empezó a andar. Me quedé alucinado, con los ojos como platos fijos en la ventana del cuarto de baño ¡La ventana que llevaba hacia la libertad y de la que yo me estaba alejando poco a poco! Me dieron ganas de llorar y antes de que pudiera ponerme a patalear como un loco sobre ese gigante de hierro... ¡Pam! Al suelo, de rodillas, en mitad del salón.
Un montón de miradas burlonas y recriminatorias se clavaron en mí. Mis ojos se pusieron automáticamente en blanco y viajaron por toda la habitación buscando algo de ayuda cuando... Tom... él me miraba en silencio, sonriente. ¡Arg, como estaba disfrutando el condenado! Y todo el mundo estalló en murmullos bien audibles, sin el menor disimulo.

-¿Quién coño es esa maricona?

-¿De dónde ha salido?

-Nunca lo había visto.

-Este no es de los barrios bajos ¡No me jodas que es de los altos!

-¡Principito! ¿Es de tu barrio? - de repente, todo el mundo guardó silencio. Yo ya me estaba mordiendo la lengua con tanta fuerza para no saltar hecho una fiera cuando crucé miradas con él, con... ese chico. Sus ojos verdes grisáceos estaban tan helados observándome fijamente que sentí un escalofrío erizarme la piel. Rubio oscuro, vestido de una manera un poco diferente a la de los demás. Su ropa no estaba rota como la de la mayoría y era buena, sí, me bastaba echarle una ojeada rápida para darme cuenta de que estaba hecha con buenos materiales, auténticos, no de imitación, como los que la mayoría portaba. Era ropa de marca y el tío sacudía la cabeza con una elegancia que no podía ser de otra manera. El chico era de los de mi clase por lo menos, no... quizás fuera a más. ¿Qué pintaba alguien así en semejante jungla?

-No, no es de los barrios altos. No lo he visto en la vida. - admitió y lo dijo con tal retintín y prepotencia, mirándome por encima del hombro de una manera tan descarada, que me cayó mal a la primera. - Pero creo que podría ser del Pich. - y todo el mundo empezó a descojonarse. Pero bueno ¿De qué puñetas hablaban ahora? ¿Qué Pich ni que picha ni que ocho cuartos? Volví a mirar a Tom. Él no había apartado la vista de mí ni por un segundo, como la mirada fiel de un perro guardián, vigilando. ¿Vigilando el qué?

-Oye, oye, tío raro... - un chaval cuya voz me resultaba extrañamente familiar se inclinó sobre mí. Tuve que echarme hacia atrás por la invasión tan bestia de mi espacio vital. Tenía una enorme cicatriz en la mejilla que le llegaba hasta el ojo. Fue shockeante ver que los tenía de diferente color, uno gris blanquecino y otro negro como el carbón. Me pregunté si sería ciego. Era delgado, aunque los músculos del brazo se le marcaban con cada movimiento que hacía. Iba de negro por entero, al igual que su pelo, con el flequillo a un lado, muy pálido. - Esos bóxeres que llevas son la hostia, ¿Me los regalas?

-¿Qué?

-Me los das ¿verdad?

-¡No! ¡Son míos! - y con todo el morro, se me abalanzó encima agarrándome del pantalón y tirando. ¿¡Pero bueno, todo el mundo se había empeñado en intentar desnudarme o qué!?

-¡Va! ¿No sabes que hay que compartir las cosas, nene?

-¡Quítate de encima, pedazo de loco!

-¡Eh, chillas como una nena!

-¡Quita tuerto! - y lo eché hacia atrás de una patada en el estómago. El tío empezó a reírse, masoca perdido, igual que el resto. La gente estaba flipada, desde luego.

-¡Dejemos el rompe cabezas de momento! Este tío estaba arriba, Tom, revolviendo cajas viejas. - me delató la tía machorra, esa Ricky o como sea. Me puse pálido nada más oírla mencionar lo de las cajas y cuando alcé la vista otra vez hacia Tom, noté como su sonrisa se ensanchaba, toqueteándose el piercing del labio con la lengua, divertido.

-Revolviendo cajas viejas ¿Eh? - tragué saliva. No, enfadado no parecía, ¡Parecía algo mucho peor! Conocía esa expresión. Me estaba diciendo, tú te vas a enterar luego, es decir, tú vas a ser jodido luego, literalmente hablando.

-Este tío es un ladrón. Aún no me explico cómo ha tenido los huevos de entrar aquí, pero le he pillado in fraganti, es obvio. Cuando le he llamado ladrón, se ha puesto hecho un manojo de nervios. - y ahí no pude callarme. ¡Pero qué asco de tía!

-¡Porque tú me has puesto una navaja en el cuello, no te jode!

-¿Y a ti quién mierda te ha dado permiso para hablar, nenaza? - y frente a mi cara de estupefacción, la bota militar vieja y estropeada de la tal Ricky se levantó y me aplastó la mano contra el suelo, pisoteándomela con una saña bestial. Sentí todos los huesos crujir y un poco más y se me saltan las lágrimas de puro dolor.

-¡Arg! - el papel con el que hasta el momento me había estado limpiando la hemorragia cayó al suelo, lejos de mi alcance y la petarda restregó la suela de la bota contra mi mano a mala hostia, como si pretendiera apagar un cigarrillo con ese acto.

-¡Fíjate, fíjate como chillas! ¡Pareces más tía que yo, joder!

-¡Eh, eh, yo a ti te conozco! ¡No podría olvidar nunca ese culo tan pequeño y sugerente! - el tuerto de antes de repente me puso la mano en el culo, a lo burro y yo me agité pesadamente, avergonzado y dolido.

-¡No me toques! - gruñí entre dientes. Alguien me empezó a tirar del pelo. - ¡No, quita, que duele!

-¡Qué pedazo de melena! ¡Vamos a raparlo!

-¡Oh, podemos vender un pelazo así en los barrios altos por más de cincuenta! ¿Qué te apuestas?

-¡No, mi pelo no!

-¡O también podemos rasurarlo por abajo!

-¡Idiota, por los pelos de ahí abajo no te van a dar nada!

-¡Pero qué dices! ¡Si yo lo digo por echarnos unas risas! - me estaba empezando a poner enfermo, de dolor, de humillación y de vergüenza. De repente, oí unos ladridos enormes, agresivos y la puerta de la cocina retumbando brutalmente justo en frente del salón.

-¡Scotty! - miré a Tom. Él ya no sonreía, pero no se inmutaba lo más mínimo. - ¡Has encerrado a Scotty! - ni se dignó a contestar.

-¡Mira, mira, se lo voy a cortar por aquí! ¿Qué te parece? ¡Quizás un poco más! - ¿cortar? ¿¡Cortar qué!? ¡Mi pelo no!

-¡Deja de tocarme el culo, coño! - y nada, el tuerto seguía. ¡Me iban a partir por la mitad! No pude aguantarlo. Tom no hacía nada, Scotty estaba encerrado y a mí estaban a punto de rasurarme la cabeza. No, ni hablar. Me negaba a quedarme como Natalie después de que Tom la rapara al cero. Y una mierda, Tom... ¡Y una mierda! Y me abalancé sobre la pierna desnuda de la tal Ricky, la que me estaba aplastando la mano y la mordí con todas mis fuerzas.

-¡IAAH! - fue mano de santo. Apartó la pierna enseguida y dio tal salto hacia atrás que cayó encima de un par de los enormes tíos que se reían y reían por semejante espectáculo. Por supuesto, en cuanto la tía se les cayó encima, dejaron de reír y yo, dejé de estar quieto como un pasmarote esperando que alguien me salvara. Me revolví como un loco y clavé el codo en alguna parte, no sabría decir donde, pero alguien gritó y me soltó el pelo enseguida. Aparté la mano del tuerto de mi culo de un manotazo y salí corriendo hacia la cocina, cayéndome al suelo justo al alcanzar el cierre. Abrí la puerta.

-¡GRRR! - Scotty salió embalado con los dientes afilados, ladrando y gruñendo como un perro rabioso a toda aquella montaña de escoria humana, que en cuanto vieron a mi perro, saltaron del suelo y dieron marcha atrás automáticamente, alejándose todo lo posible de él. Todos retrocedieron, todos... excepto Tom. Él no se inmutó, nada, no se movió ni un centímetro. Scotty clavó los ojos coléricos en él, como si fuera plenamente consciente de que la culpa era suya por entero y quisiera hacérselo saber a base de colmillos y garras.
Tom movió las pupilas en mi dirección, con las cejas alzadas. Parecía formular una pregunta silenciosa con la mirada que no tenía intención de contestar.

-Eres un cabronazo. - le dije y él se encogió de hombros.

-No es culpa mía que no sepas defenderte.

-¡Es culpa tuya que semejante escoria se me eche encima nada más verme, gilipollas!

-¿¡Escoria!? - gritó esa Ricky, dando un paso al frente con el puño en alto. - ¡Te voy a dar yo a ti escoria, pedazo de mierda! - pero fue dar un paso más y Scotty se volvió hacia ella, hecho una fiera. Ella retrocedió otra vez, mordiéndose el labio con rabia.

-¡Eh, perrito bonito! - el tuerto anduvo hacia mi perro con el brazo en alto, dispuesto a tocarlo. A Scotty se le erizó el pelo del lomo hasta la cola.

-¡No lo toques, tuerto! - le gruñí, pero él no me hizo caso. Se acuclilló frente a mi perro, mirándolo con una sonrisa demente. Scotty hizo ademán de morderle cuando intentó tocarle y el tuerto apartó la mano bruscamente, pero sonriente aún, volvió a intentarlo. Le iba a morder, ¡Scotty sería capaz de arrancarle el brazo de un mordisco! Y por mí podría hacerlo, pero si eso traía consecuencias como su ejecución a manos de esos locos, prefería que el tuerto me siguiera manoseando el culo. - Haz que pare. - le exigí a Tom.

-¿Yo? ¿Te crees que a mí me obedece todo el mundo con solo chasquear los dedos o qué?

-Tú eres el Alfa, el líder de la camada ¿no? ¡Haz algo! - Tom se rio.

-Kam - murmuró. Así que el tuerto se llamaba Kam. - Para ya. - el tuerto miró a Tom de reojo y, dejándome con la boca abierta, le hizo un corte de manga y siguió intentando cabrear a mi perro, como si nada, pasándole la mano por delante del hocico. Tom se encogió de hombros, aparentemente resignado. - ¿Ves? A mí no me hace caso.

-¡Vete a la mierda, Tom!

-¿Por qué no te vas tú? Estábamos muy bien antes de que tú llegaras.

-¡Pero si has sido tú quién le ha dicho a la loca esa que venga a por mí!

-No, le he dicho que vaya a por las litronas, tú me das igual.

-¡Arriba no hay litronas!

-Se las habrá bebido mi padre ¿Qué culpa tengo yo de eso? - sonrió. Cerdo...

-¡GRRAR! - y Scotty no pudo más que saltar. El tuerto cayó al suelo con mi perro encima, mordiéndole el brazo como un auténtico salvaje intentando desguazar a su presa antes de comérsela. La sangre salpicó el suelo y me encogí, atemorizado por la escena. El tuerto empezó a reírse como un loco. Toda la pandilla se lanzó hacia delante entonces, algunos hacia Scotty, otros... hacia mí. Me encogí y cerré los ojos con fuerza, resignado a mi inminente final.

-¡Eh, no! ¿Qué cojones pretendéis hacer?

-¡Rubia, fuera o te aplasto la pierna!

-¡No seáis locos, solo se ha defendido coño!

-¿Y se supone que por eso deberíamos pasarle la mano? ¡A ese le voy a pisar los pocos huevos que tiene! - empecé a oír gritos por todas partes y, sin embargo, no recibí ningún ataque. Alguien me agarró del brazo con brutalidad y me empujó contra la multitud. Me inmovilizaron por detrás y me agarraron del pelo otra vez.

-¡Ah!

-¡Ricky, no!

-¡Oh, sí, a este me lo cepillo yo! ¡Conmigo no se mete nadie y menos un tío! ¿Me estás oyendo, mariquita? - no contesté ni abrí los ojos y eso debió cabrearla. Me quedé sin aliento cuando me agarró de la entrepierna con fuerza, sin miramientos. - Te juro que te la ato, amarro la cuerda a mi moto y te paseo por toda la ciudad hasta arrancártela. ¿Me has oído?

-No vas a hacer eso, Ricky. No vas a hacer nada. - Tom se levantó del sillón, serio pero tranquilo, con mucho aplomo. - Es mi hermano pequeño, no puedes dejarle sin polla sin mi permiso.

-¿Tú hermano pequeño?

-¿No te lo ha dicho él? - y Ricky me soltó enseguida, pálida. Me dejaron caer al suelo de rodillas, con las piernas temblorosas y un dolor agudo entre los muslos. Me había hecho polvo con aquel último agarre.

-No me lo ha dicho. No sabía que tuvieras un hermano gemelo.

-¿Y cómo sabes que es mi hermano gemelo si no te lo había dicho? - porque es una mentirosa. Observé en silencio como Tom le metía una hostia tremenda en la mejilla a Ricky y esta, casi cae al suelo a causa de ella. - Gilipollas. - le dijo y se dejó caer sobre el sofá de nuevo, con aplomo. La chica no hizo nada por devolvérsela. - Os lo digo ahora para que no cometáis el mismo error. Es mi hermano pequeño, haced lo que queráis con él, pegadle, acuchilladle, rasuradle, rajadle la garganta, violadle... me da igual. Las consecuencias os las tragaréis vosotros, no yo.

Y... se acabó la fiesta. Tom no me dirigió ni una triste mirada.

-¡Coged a ese puto perro y encerradlo! - y sus frases me dejaron para el arrastre. Como si no hubiera pasado nada. Nadie se atrevía a acercarse a Scotty, que, hecho una fiera, mordisqueaba el brazo de Kam sobre el suelo. Este se movía bajo el perro de un lado para otro. Se reía como un loco, salpicando todo con su sangre y Tom, haciendo caso omiso a sus risas y a los gruñidos de Scotty, lo agarró del collar que llevaba atado al cuello y le dio un tirón tan bestia que quedó colgando de su mano por un momento. Scotty intentó atacarle con los dientes y el hocico ensangrentado, pero Tom, sin mucha dificultad, lo arrastró a tirones hacia la cocina, lo empujón dentro y entre gruñidos y ladridos, cerró la puerta de un portazo. Le pegó una patada a la puerta, burlándose de mi perro, advirtiéndole y volvió al sofá, sentándose. Todo el mundo, no solo yo, lo miró en silencio.

-¡Creía que esto era una fiesta! ¡No os quedéis ahí parados como subnormales, necesitamos cerveza! - y en un abrir y cerrar de ojos, todo se sumió en el caos otra vez. Los gánster o lo que fueran empezaron a correr de aquí para allá como locos, gritando, dando botes, derramando la cerveza que no tenía ni idea de dónde demonios salía. Algunos se peleaban y se liaban a meterse empujones y a gruñirse como animales. Cuando eso pasaba, los allí reunidos gritaban más alto, como Tom hacía, y los luchadores se tiraban al suelo entre gritos, rompiendo cosas, poniendo todo perdido con sangre y cerveza. En cuanto los luchadores se daban un buen par de puñetazos hasta sacarse un par de dientes, paraban, se daban la mano y se reían. Algunos se pusieron a jugar a la play, a juegos de coches y peleas, otros se pusieron a contar historias sobre alguna locura. ¡Oí cómo contaban con detalle la paliza que le habían dado a un guardia de seguridad! Yo lo oía y veía todo desde un rincón del salón. Desde que se habían enterado de que era el hermano de Tom, nadie se me había acercado. La verdad es que quise que alguien se me acercara para poder darle un puñetazo en la cara. ¡Había estado todo el día limpiando como un desquiciado y ahora todo había vuelto al caos! Tendría que empezar al día siguiente de nuevo. Desde luego, Tom quería sacarme de quicio y casi, casi lo conseguía. Lo miré varias veces. Él no me miró ni una vez. Parecía divertirse con semejantes locuras, reírse, disfrutar... me pregunté si alguna vez se había divertido de verdad conmigo o si también lo había fingido.
Decidí largarme de allí, estaba claro que yo no encajaba.

-¡Eh, oye! ¡Hermano pequeño de Tom! - Giré la cabeza. Entre tanto alboroto alguien se me había acercado a la pata coja y se sentó a mi lado con total comodidad. Miré su pierna escayolada y luego, ascendí la vista hacia él. No lo había visto, me había pasado extrañamente desapercibido y eso que ese pelo tan rubio era difícil de ignorar. - ¿Qué tal, tío? ¿Por qué no te unes a nosotros?

-¿Perdona?

-¡Únete! Seguro que tienes muchas anécdotas divertidas de los barrios altos. - fruncí el ceño. ¿Pero no acababa de ver cómo me habían abucheado? - Entre tú y yo, estos energúmenos creen que los barrios altos son una mierda muy aburrida, pero seguro que allí también os las apañáis para divertiros. ¿Quieres? - el chico me pasó un vaso repleto de alcohol. Cerveza, supuse. Lo cogí por pura cortesía.

-¿Qué es?

-¿Y a quién le importa? ¡Bebe! - me encogí de hombros y bebí un buen sorbo. Estaba sediento, pero al momento tuve que separar el vaso de mis labios. ¡La garganta se me puso al rojo vivo!

-¡Dios!

-¿Está malo?

-¿Qué cojones es esto? ¡Está asqueroso!

-¿Nunca habías bebido absenta? Te ha rajado ¿verdad?

-¡Yo no puedo beber esto, buag! - el chico se rio.

-No te pareces en nada a Tom.

-Por suerte, no.

-¿Por qué? ¡Tom es un tío guay!

-¡No, no lo es! Se cree guay porque sabe cómo controlar a las personas a su antojo y luego, dejarlas tiradas como trapos viejos sin que le afecte lo más mínimo. Hace daño a la gente, eso no es ser guay. - el rubio me miró fijamente, en silencio. Me cogió la absenta y le dio un sorbo pequeño.

-¿A ti también te ha utilizado? - vaya, ¿Había encontrado a alguien que tenía mi misma opinión? Le quité el vaso de las manos y volví a darle un buen sorbo. Seguía estando asqueroso, pero tenía sed.

-Sí. Lo hace siempre. ¿A ti también? - él se encogió de hombros, resignado.

-Y aún lo hace, pero cree que no lo sé.

-Tom es un capullo.

-¡Sí, lo es, pero qué remedio! Si no te involucras sentimentalmente con él, siempre sales ganando. Si lo haces, estás perdido. - le pasé el ron otra vez, compartiendo el alcohol que poco a poco, empezaba a alegrarme.

-¿Tú estás muy involucrado con él?

-¡Ya te digo! ¡Demasiado! Lo conozco desde los nueve años. No es por presumir, pero soy algo así como su mejor amigo.

-No me digas... - le empecé a dar vueltas a la cabeza, intentando recordar aquel nombre que una vez oí mencionar a Tom. ¿Cómo era? Andriu... Anne... no... Andy... ¿Andreas? - ¿Te llamas Andreas por casualidad? - el chico me miró con la cara iluminada.

-¡Sí! ¿Cómo lo sabes?

-Se lo oí mencionar una vez a Tom.

-No me jodas, ¿Te ha hablado de mí?

-Ehm... sí, algo mencionó. - en realidad solo se lo había oído mencionar cuando me habló de quién había estado cuidando a su perra en su ausencia.

-Genial. Nunca habla de sus amigos. Vaya sorpresa. ¿Dijo algo bueno o malo?

-Pues... no me acuerdo, la verdad.

-Qué pena. - me pasó el vaso otra vez y me tragué lo que quedaba de un sorbo. Observé el panorama desde el suelo. Ahora todo el mundo prestaba atención a un tipo flacucho, alto y con una larguísima melena castaña un poco hippie recogida en una coleta baja. Tenía perilla. Todos se partían de risa con cada gesto que hacía, incluso Tom, formando un coro a su alrededor, como uno más del montón. Bueno... era el más guapo, quizás... - ¿Quiénes son? - le pregunté a Andreas, el único que se había dignado a prestarme un poco de atención.

-¿Quién?

-Pues... todos. No sé. Los que me han atacado.

-¡Ah! Pues... la única tía del grupo... - me señaló a la loca machorra que me había cogido por los huevos hacia un buen rato. - Se llama Ricky, bueno, en realidad se llama Richelle, pero no soporta que la llamen así. Se cree un tío como ya has podido imaginar. Si supieras como es... va todavía al instituto, tiene diecisiete. Antes iba a un colegio de monjas, pero la echaron porque no podía ser más puta. La pillaron en los baños jugando al mete saca con uno de un curso más alto. - hum... preferí no opinar. Yo había hecho lo mismo con Tom y con Derk en varias ocasiones. - Ahora va a un instituto público y tiene cagados a los de primaria y secundaria. Se cree que por parecer un tío mete más miedo y es más fácil controlar a los demás, así que ahí la tienes.

-Ya veo... ¿Y sus padres no dicen nada? - Andreas soltó una carcajada.

-¿Padres? ¿Qué padres? Sus padres tienen una vida de la hostia en Francia, ella está aquí con sus hermanas, buscándose la vida como puede.

-Oh, eso debe de ser duro. - de repente, la machorra ya no me caía tan mal. Me daba pena.

-Aquí casi todos estamos igual. Mira, ¿ves al negro ese? El que te ha traído a rastras hasta el salón. - me señaló al gigante del baño, a un lado del círculo, un poco separado de los demás, escuchando con interés la historia. - Ese es Black. Es de los únicos que tiene una familia como dios manda. Su padre trabaja en construcciones y su madre es ama de casa. Hace unos kebabs que no veas, se me hace la boca agua.

-¿Unos qué? - nunca había oído esa palabra.

-Kebabs, ya sabes, comida turca. Está que se sale.

-¿Su madre es turca?

-No, en realidad son judíos, pero les gusta esa comida y no me extraña. Está buenísima, deberías probarla.

-Hum... con el hambre que tengo me comería cualquier cosa. - miré a Black y pensé por un momento en sus padres. ¿Cómo serían de grandes para tener esa altura?

-¿Tienes algo en contra de los judíos?

-No, ¿Por qué?

-Porque por aquí hay mucha gente que los odia. - entrecerré los ojos. Pero ¿Cómo? ¿Todavía había gente así por aquí?

-¿Te refieres a nazis?

-No exactamente, ultranacionalistas que todavía creen en el nazismo, seguidores de Hitler y gilipolleces de esas. Están zumbados.

-Creía que eso solo pasaba de vez en cuando en Estados Unidos.

-¡No, tío! Están por todas partes, pero no te preocupes por eso. Tom se los come con salsa brava.

-¡Oh, joder, ya me siento más tranquilo! - ironicé.

-Nunca le digas nada a Black sobre el judaísmo. Es muy sensible con el tema, es un trozo de pan.

-¿Un trozo de pan? Pues no lo parece.

-Las apariencias engañan mucho por aquí.

-¿Y el tuerto quién es?

-Ah, Kam. Te daré un consejo. No te acerques a él. De toda la pandilla él es el más peligroso de todos.

-Pensaba que ese era Tom.

-Bueno... de manera relativa. - Andreas acercó su boca a mi oído, hablándome en susurros, como si me estuviera contando un gran secreto del que nadie debía enterarse. Pero entonces ¿Por qué me lo contaba a mí que no me conocía de nada? - Verás, el tío está grillado, loco, completamente flipado. ¿Ves la cicatriz que tiene en el ojo? Se la hicieron en una pelea a los doce años, con navajas hirviendo, caldeadas, para que duela más. Está ciego, no ve nada por el ojo izquierdo. Su hermana se tiró desde el edificio más alto del instituto. Fue muy fuerte, a modo de protesta por las peleas callejeras y cosas así, creo que ella también estaba chiflada. Kam lo vio todo desde el suelo. Luego, a raíz de eso, empezó a meterse coca y muchas mierdas y sigue metiéndoselas. Ahora mismo está colocadísimo, es mejor no acercarse a él. Es totalmente impredecible. Lo mismo te toca el culo y al momento sientes como te degolla como a un cerdo en el matadero. - tragué saliva. Semejante historia me chocó tanto que se me puso el vello de punta. Observé al tuerto en silencio, a Kam, que seguía sangrando por el mordisco propinado por mi perro, pero sin dar muestras de dolor, como si no hubiera pasado nada. No parecía tampoco tener la menor intención de curarse la herida. - Tu hermano y él se pelearon una vez. - giré la cabeza. Los dos nos observamos en silencio.

-¿Y... qué pasó?

-Kam lo apuñaló. - ¿Cómo? Busqué a Tom totalmente exaltado, como si el apuñalamiento acabara de suceder y Tom estuviera desangrándose justo en ese momento, pero cuando lo encontré, solo pude apreciar una ligera desviación en su mirada. Me estaba observando. - No recuerdo por qué fue la pelea. Al principio fue todo a puñetazo limpio, pero Kam sacó una navaja de repente y se la clavó en la pierna. Tom cayó al suelo y Kam le apuñaló el costado. Tuvimos que quitárselo de encima porque se volvió loco. Fue todo muy sangriento. Tom empezó a sangrar por todas partes. Se rajó todo el brazo intentando detenerlo para que no profundizara ni le atravesara ningún punto vital. Kam se reía como un loco. Tom no quería ir al hospital, pero empezó a vomitar en plena calle y tuvimos que llevarlo porque se estaba desangrando. Técnicamente, Kam es más fuerte que Tom, pero claro... está totalmente chalado. No está en condiciones de liderar a nadie. - Tom parecía preocupado por algo. Me observaba con una expresión pensativa que pretendía aparentar malicia en vano. No me lo tragaba. Miró a Andreas con una ceja alzada, esperando. ¿Qué esperaba de él? Andreas se dio cuenta y le sonrió. Tom le devolvió la sonrisa y yo... me sentí muy, muy perdido. Dejé de mirarle sin fingir la molestia y en cuanto giré la cara, me encontré con ese rostro congelado, repleto de ciego desdén que me observaba desde una esquina, inmóvil.

-Andreas...

-¿Qué?

-¿Quién es ese? - hice un ligero movimiento de cabeza hacía el rubio del fondo, el que vestía con ropa de marca, el que parecía querer echarme de allí de una patada. El muy descarado no apartó la mirada ni siquiera al verse descubierto.

-¿Aaron? Es el Principito.

-¿El Principito?

-Sí... - Andreas frunció el ceño. - Y tienes un problema con él.

-¿Yo?

-Te está mirando con una mala hostia... ¿Le has hecho algo par que te mire así?

-No, ni siquiera lo conozco.

-Pues por su cara parece que te odia. Debe de ser porque eres el hermano de Tom.

-¿Y qué pasa con eso? - sonrió con una maldad arrebatadora y yo fui tan inocente que no lo capté a la primera. La verdad es que por las pocas cosas que Tom me había llegado a contar de los barrios bajos, nunca me hubiera llegado a imaginar que también hubiera relaciones totalmente homosexuales y menos... estando mi hermano metido en medio de ellas.

-Tú estás atrasado y es normal que no lo sepas, pero Aaron está deseando follar con tu hermano otra vez, así que... - creo que me puse pálido. Miré con los ojos como platos al rubio, con el labio inferior temblándome violentamente y él, como si nada, agudizó la mirada.

-¿Cómo que follar con él otra vez?

-Ah, bueno... supongo que ya sabrás que a tu hermano le va de todo desde que volvió de tu ciudad y por lo visto pilló a Aaron con todo el calentón una vez y follaron en mitad de la calle. Solo fue eso, un polvo y al día siguiente, si te he visto no me acuerdo, pero claro, el Príncipe quiere más y Tom no está muy dispuesto a dárselo. Así que, para desahogar su amor no correspondido, la toma con todo ser viviente cercano a Tom que no le caiga muy allá. A mí ya me ha puesto la zancadilla tres veces hoy. - no me lo podía creer... bueno, en realidad sí que me lo creía. Tom se lo había montado con otros tíos como si nada después de dejarme tirado, mientras yo posiblemente me acostaba con Sparky, pero ¡Esa no era excusa!
Fulminé a ese Aaron con la mirada y él me fulminó a mí. Saltaron chispas entre nosotros. ¡Arggg, qué mal me caía! Y eso que ni siquiera lo conocía, pero... era un celoso por naturaleza, no podía negarlo.

-Pero que cerdo... - murmuré. De repente, Andreas posó su mano amigablemente sobre mi pierna.

-Pero no te preocupes, ahora mismo Tom está... digamos que comprometido.

-¿Ah, sí?

-Sí. - hum... decidí no creérmelo. ¿Tom comprometido? ¡Ja, solo sabía jugar a los muñecos!

-Pues bien, por él.

-¿Vas a pasar mucho tiempo aquí?

-Supongo. - encogí las piernas y las rodeé con mis brazos, ignorando adrede al Principito aquel. La verdad es que tenía ganas de que se acercara para tener una excusa con la que descargar mi ira acumulada. Todo el trabajo que había hecho ese día, a la mierda.

-Creo que estaría guay, me caes bien y, además, eres precioso.

-Gracias. - solté, sin pensar. Luego me acordé de su mano sobre mi rodilla y caí en la cuenta de que un tío, llamando precioso a otro en su cara no era algo que se veía todos los días. - Oh... quiero decir... ¡Gracias! - él se rio de mí por mi fingido entusiasmo que había sonado tan falso...

-¿Te gustan los...? - señaló con la cabeza al frente, al borbotón de tíos que gritaban y reían como locos.

-Sí... bueno... Creo que se nota.

-Sí, se nota. - por lo menos era sincero, aunque quizás hubiera preferido una mentira. ¿Tan obvio era? Oh, dios...

-¿Y a ti?

-Creo que también se nota un poco. - a simple vista... era menos obvio que yo. ¡Argg! Reservaría el numerito de loco histérico intentando arrancarse los pelos de la cabeza para más tarde, en soledad. - Ten cuidado por aquí. En Stuttgart la gente no es muy liberal precisamente.

-¿Por qué no me sorprende?

-¿Piensas quedarte mucho tiempo? Hoy se han metido contigo, pero estoy seguro de que, si te das un buen corte de pelo y empiezas a hacerte el simpático, tu hermano podrá llevarte con nosotros por ahí. - suspiré. ¿Cómo debería decirle que no me interesaba salir por ahí con semejante gentuza?

-Oh, pues... seguro que estaría guay. Quizás lo haga.

-¡De puta madre! Lo primero es buscarte un buen mote, aquí todos tienen mote.

-¡No hace falta, ya tengo uno! ¡El maricón!

-¡No, hombre, no! Eso no se lo dirían a nadie a no ser que tuvieran unas cuentas pendientes con él. Es un claro insulto para ellos.

-¿Y qué nombre tienes tú?

-Andy. Andy a secas o rubia, pero eso solo me lo dice la machorra de Ricky. Andy para los amigos.

-¿Yo también puedo llamarte Andy?

-Claro moreno. ¿Qué mote te gustaría a ti?

-Pues... no sé...

-De todas formas, da igual. Te lo pondrán de un momento a otro, ehm... hostias... llevo un buen rato hablando contigo y todavía no sé cómo te llamas. - me miró con los ojos brillantes y una enorme sonrisa en la boca. Alegre, divertido, guapo y gay, tolerante, además. Sí, sin duda entre todos esos bestias, nosotros podríamos llevarnos bien. Le devolví la sonrisa casi sin necesidad de forzarla. Sería por la absenta quizás, pero de repente, estaba contento otra vez.

-Bill. Me llamo Bill.

Y la sonrisa desapareció de su cara con tanta facilidad con la que había aparecido minutos antes. Se puso tan blanco que pude ver perfectamente las venas azules que circulaban por su sien tras la piel, ¡Si casi juraría que el pelo se le destiñó del susto! Pero ¿Susto por qué? Me analizó de arriba abajo. Desde luego, allí todo el mundo era un descarado. Luego, volvió a mirarme a los ojos.

-¿Perdona? ¿Cómo... cómo has dicho que te llamas? - casi me lo pensé más de una vez después de ver su expresión enfermiza. ¿Me vomitaría encima de repente?

-Bill, eso he dicho. ¿Por qué? - no me contestó, creo que hasta se puso más blanco aún.

-Andy. - y el capullo número uno entre toda aquella mugre apareció por proa. Tom se acuclilló ante nosotros, con ojos horriblemente calculadores y agudos. Conocía esa maldita expresión en él. La empleaba mucho cuando Natalie se me acercaba para intimidarla. Me dirigió una mirada furibunda, maléfica antes de concentrarse en mi nuevo amigo. - Tienes mala cara ¿Necesitas ir al baño? Yo te acompaño, no vaya a ser que alguien te ponga la zancadilla otra vez. - por un momento me alegré cuando el Principito, que estaba justamente detrás de Tom, captó el mensaje. Al menos mi hermano hacia algunas cosas bien.

-Pe... pero... - Andy volvió a mirarme, boquiabierto.

-Sí, sí, ya sé que está muy bueno, es mi hermano después de todo, pero disimula un poco ¿no? - Tom prácticamente lo levantó a pulso y empezó a arrastrarlo fuera del salón cogiéndolo por el cuello, como un animal, como él era simplemente. Andreas me observó como si fuera un fantasma antes de desaparecer tras la puerta del salón y Tom... Tom me sacó la lengua, juguetón. No lo entendía. ¿Me pegaba y me gritaba hacía una hora, me esquivaba hacía media y ahora, se me insinuaba? ¡Uff, pero qué quería de mí! Y lo peor fue que yo sentí el calor otra vez, ese calor que me decía a gritos, ¡No lo niegues, sigues enamorado gilipollas! ¿Enamorado? Oh, sí... quizás debería aprender a vivir con eso metido en la cabeza. Nunca volvería a enamorarme, siempre tendría en mente a Tom, siempre estaría sufriendo... me entraron auténticas ganas de cortarme las venas otra vez.

Cerré los ojos unos segundos, fantaseando con que aquello no duraría para siempre, intentando engañarme a mí mismo. Inútilmente, claro. Volví a abrir los párpados... Oh...

Muñeco Encadenado Tercera Temporada - By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora