Capítulo 10

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By Tom

-... ¡El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento, si desea dejar un mensaje pulse uno, si desea volver a intentar la llamada pulse dos, si desea cien gramos de hachís del bueno por una cantidad de dinero razonable pulse tres, si desea...!

- ¡Eh, que no, que te estés quieto, que es mi puto móvil! ¡Quita maricona, que te parto la boca!

Esperé. La voz chillona de Ricky me estaba martilleando el oído al otro lado del teléfono, además de empezar a confundirme con su incontrolable cháchara. No estaba seguro de si estaba hablando con su contestador telefónico o con ella misma, ya que su saludo tampoco se diferenciaba mucho del mensaje del contestador. Me mordí el labio. Mala idea. Estaba ensangrentado y abierto y el sabor de la sangre me provocó nauseas.

-¡Quita ya, cojones!... a ver, ¿Con quién tengo el placer de hablar, señor...?

-¿Ricky? - murmuré.

-Eh... quizás, depende de para qué. ¿Quién eres, especie de acosador nocturno? Porque son casi las seis de la mañana y tienes suerte de que esté despierta, porque si me hubieras despertado te hubieras comido el móvil, pedazo de... ¡Que te estés quieto ya, coño, o te envío de vuelta con el gordo violador ese! - ¿pero con quién puñetas estaba hablando ahora? Entrecerré los ojos, intentando centrar la vista y volví a intentarlo.

-Ricky, soy yo.

-¿Yo quién?

-Yo, Tom.

-Aaaaaaaaaaah... - exclamó, como si pretendiera hacerse la interesante al otro lado de la línea. - Tooooom, mi amigo Tooooom... - oí murmullos y hasta algún gritito escandalizado. - ¡Calla ya, que no se lo digo! - gritó.

-¿Qué me calle?

-No, no, contigo no es.

-¿Con quién estás hablando?

-Pues...

-Bueno, me da igual. Ricky, necesito tu ayuda. - pedí, con la voz más tranquila y natural que fui capaz de fingir. Me imaginé la cara de flipada de Ricky, de incredulidad total y suspiré un par de veces, recuperando el aire. Estaba exhausto.

-¿Mi ayuda?

-Sí, tu ayuda. Y es urgente.

-Ahh, bueno y... ¿qué pasa? ¿Algún problema? - ¿eran paranoias mías o se estaba haciendo la tonta?

-Ricky, ¿estás en la calle?

-Ajá.

-Pues escúchame, necesito que me hagas un favor. Necesito que llames a Black, a Aaron, al Bárbaro, a Kam, a... ¡Bueno, ya sabes a quién! ¡A quién puedas, necesito que me ayudéis a buscar a una persona, es urgente!

-¿A una persona? Ehh... ¿Por qué? ¿Un camello rebelde, un skin malo, alguien que se ha saltado las reglas, un exiliado? ¿A quién quieres que busque...?

-¡A mi hermano! - grité, dejándome llevar por el nerviosismo de nuevo. Ricky se quedó muda al otro lado de la línea.

-¿A tu hermano? Ahm... un momento... - y oí el sonido de su mano tapando el auricular del móvil, apartándolo de ella, lejos. Escuché murmullos apresurados al otro lado de la línea y deseé meterle una hostia como nunca. ¡Y la muy puta me ignoraba!

-¡Ricky, coño, escúchame!

-¡Sí, te escucho, Capitán!

-¡Mi hermano se ha perdido! ¿Entiendes? Está por aquí, dando vueltas, solo y no tengo ni zorra idea de donde encontrarlo. Llevo horas buscándolo y ya no lo aguanto. ¡No lo encuentro por ningún lado! ¡Necesito que me ayudes a buscarlo!

-Ahhh... pero si yo creía que tú y tu hermano no os llevabais para nada bien.

-Ya pero... ¡Pero qué coño tiene eso que ver! ¡Tengo que encontrarlo antes de que lo masacren!

-Ahh, ya.

-¿Quieres dejar de decir, ahh, ya? ¡Y dime algo sustancial, joder!

-¿Y por qué me has llamado a mí? ¿No hubiera sido mejor llamar a Kam o alguno de esos, algún rastreador, alguien que conozca mejor que yo el terreno?

-Sí pero... no tengo móvil y Kam no me lo cogía.

-¿Y desde dónde me estás llamando?

-He robado el móvil, pero eso no importa ¡Ayúdame a buscarlo, tengo que encontrarlo!

-Ajá... pues... ¡Cállate ya de una vez, ahora se lo digo! - gritó otra vez, cabreada.

-¿Qué me dices qué?

-No, si contigo no es.

-¿¡Pero quieres dejar de hablar con el gilipollas que tienes al lado y centrarte en mí!?

-¡Eh, tranquilito, que para tu información el que tengo al lado es...! ¡Coño, que no me pellizques, anormal!

-Ricky, por favor...

-¿Por favor? ¿Perdona? ¿Tom me está pidiendo algo por favor? ¡Tú me estás timando, tú no eres Tom!

-¡RICKY!

-Vale, vale. A ver, tu hermano está bien, eso seguro, así que cálmate.

-¿Pero cómo que está bien si está solo en esta ciudad de mierda? ¡Tú eres gilipollas!

-¿Y qué hace solo en esta ciudad de mierda, eh? ¿Por qué está solo?

-¡Porque...! - intenté contestar apresuradamente. Esa pregunta no venía al caso y solo conseguía ponerme de peor humor recordar que precisamente, como gilipollas que era, había sido yo quien había echado a Bill de casa prácticamente a patadas. ¡Pero nunca me hubiera imaginado que el muy idiota saldría corriendo de allí! Sabía que era un sitio peligroso y por eso no se atrevía ni a salir a comprar el pan. ¿Cómo se le ocurría moverse de allí en plena noche? Bill era idiota y cabezón, pero no un suicida, ¿no? - Escucha, creo que se lo han podido llevar. Alguien se lo ha tenido que llevar. ¡Bill no es tan loco como para moverse de la puerta de mi casa a estas horas de la noche!

-¿De la puerta de tu casa? ¿Y qué hacía ahí?

-¡Ricky, eso no viene al caso!

-Pues si no me lo dices no te ayudo.

-¡Me cago en tus putos muer...!

-Tom, que no te ayudo, en serio. - respiré y empecé a toser violentamente, con un ataque de tos. Me había ahogado con mi propia sangre y saliva. Yo también era un jodido anormal.

-Lo eché de casa.

-Ala, ¿y eso? - de repente escuché la voz de Ricky lejana, como si el sonido de su voz viajara hasta el auricular desde lejos. Como si hubiera puesto el manos libres o algo así.

-¿Has puesto el manos libres?

-¡No, claro que no! ¿Por qué iba a poner el manos libres? - un pequeño silencio se formó al otro lado de la línea. - Bueno ¿Y por qué lo echaste?

-Ricky, maldita seas...

-¿Por qué, Tom?

-¡Porque me sacó de quicio igual que estás haciendo tú ahora!

-Ajá... y... esto... ¿Te arrepientes?

-¿Qué?

-Que si te arrepientes de haberlo echado de casa.

-¿Pero a qué mierda viene eso?

-A nada en particular. Que soy muy cotilla, ya sabes.

-Ricky, cuando te coja...

-¿Te arrepientes?

-¡No, solo estoy...!

-¿Preocupado? - preguntó ella. Parecía estar haciéndolo adrede, sacándome información aprovechando mi desesperación para luego publicarla en una revista del corazón. - ¿Estás preocupado por él, sí o no?

-¿¡Crees que estaría a estás putas horas de la mañana paseándome por los jodidos barrios de esta ciudad de los cojones y peleándome con los primeros cabezas rapadas que se me pasan por delante si no lo estuviera!?

-Eh... la verdad es que creo que sí lo harías, pero bueno, ¿Esa respuesta quiere decir que estás preocupado por tu hermano?

-¡Me cago en tu puta madre, furcia!

-¿Sí o no?

-¡Que sí, coño, que sí! ¡Ayúdame a buscarlo ya porque como no lo encuentre te juro que prendo fuego a la ciudad entera y no pararé hasta que salga de donde quiera que esté! - grité, gastando el poco aire acumulado en mis pulmones. Estaba tan mareado que veía estrellas de colores por todas partes.

-Pues... ya que te pones así, tengo que decirte que no tienes nada de lo que preocuparte. - dijo ella, tan tranquila y relajada. Oí nuevos murmullos al otro lado de la línea y me perdí definitivamente la paciencia.

-¡RICKY, QUÉ COÑO ME ESTÁS CONTANDO! - y me caí sobre la acera, de culo, incapaz de aguantar más de pie. Sentía que me faltaba el aire.

-Pues... ¡Dame las gracias, Capitán! ¡Esto merece un ascenso porque he encontrado a tu hermano!

-¿Qué...? - murmuré, sin fuerza en la voz ni en los pulmones. En realidad, todos mis órganos vitales desde el corazón hasta los riñones estaban empezando a perder fuerza.

-Pues eso, corazón de melón. En estos momentos tu hermano está sentado a mi lado, sano y salvo, escuchando nuestra conversación. Genial, ¿no? ¡Lo he encontrado yo solita!

-Ricky... ¿Qué dices?

-¿Te quedas más tranquilo si le oyes a él? ¡Venga, Bill, el protagonista de nuestra aventura de hoy! ¿Qué tienes que decirle a tu gemelo perdido?

-Ahh...
- pegué más el oído al teléfono, incrédulo, escuchando ese lento y nervioso, "Ahh", propio de alguien que no sabía qué decir.

-¿Bill? - pregunté, con los músculos en tensión. Sentí el dolor penetrante por el brusco salto que di hacia delante, levantándome otra vez del suelo. Oí movimiento, el teléfono cambiando de manos.

-...Ehm... ¡Hola, Tom! - el suspiro más grande, casi inhumano, que emanó de mi boca casi se traga a un gato callejero que pasaba por ahí, negro, tan tranquilo, y que se había quedado mirándome con unos penetrantes ojos afilados.

Hola, Tom... decía. Yo lo mataba... ¡Lo mataba!

-¿Hola, Tom? ¿¡Hola, Tom de qué, imbécil!? ¡Llevo buscándote horas, gilipollas, horas! ¿¡Dónde coño estabas!? ¡No! ¿¡Dónde coño estás ahora!? ¡Porque cuando te pille te mato! ¡TE MATO! ¿¡Me estás oyendo!? ¡Te juro que te voy a dar una paliza tan grande que para cuando despiertes tu ropa va a estar pasada de moda! ¿¡Me has oído!? ¡BILL!

Y... silencio...

-¿Bill? - pregunté otra vez. El corazón había recuperado fuerza y me latía de manera descontrolada, exaltada. Oí de nuevo el movimiento del móvil cambiando de manos y los zapatazos de alguien corriendo por la calle.

-¡Bill...! ¡Bill, eh! ¡Oye, a dónde vas, nenaza! ¡Vuelve! ¡Bill! - escuché los gritos de Ricky retumbar al otro lado del teléfono.

-Ricky ¿Qué pasa? ¡Ricky! - grité.

-Joder Tom, que ya te vale. Ha salido corriendo.

-¿Qué? ¿¡A dónde!?

-¡Y yo qué sé!

-¡Pero síguelo!

-¡No puedo dejar la moto sola o me la desmontan!

-¡Joder! ¿Dónde estáis?

-En el taller de Hather, pero tu hermano ha salido corriendo.

-¿En el taller? ¡Estoy a apenas veinte manzanas! ¡Dime por donde se ha ido! - apoyé las manos sobre la pared y eché a andar hacia la moto, pasando por el lado del grupo de cabezas rapadas ya más que desmantelado. Uno de ellos había acabado con una cadena gruesa atada al cuello, en el suelo y me miraba con ojos rabiosos. Los otros habían salido corriendo, dejándolo allí tirado en cuanto se percataron de que no se enfrentaban a alguien normal y corriente, y agradecía la huida de esos tres enormemente, porque si se hubieran quedado me hubieran matado a golpes... aunque no había mucha diferencia de cómo había acabado. Con dos a la vez podía fácilmente en condiciones óptimas. Con dos con una pierna destrozada ya era más difícil, mucho más. Con uno armado con una navaja mariposa y yo con una cadena que solía llevar siempre enroscada a la parte superior de la moto, podía pasar... pero estando sano y fuerte, no como en esos momentos.

Agarré la moto por los manillares y empecé a tirar de ella con fuerza hacia delante. Encogí el estómago de dolor y dirigí una mirada breve a la tajada cubierta de sangre que me había abierto el costado. Me quité la sudadera y me maldije a mí mismo por no haber traído nada debajo y me la até firmemente al costado, intentando cortar un poco la hemorragia, sin mucho éxito, solo consiguiendo que me doliera más por el roce de la ropa con la herida. No era muy profunda. Había sufrido heridas peores. Lo único que podía preocuparme era que la navaja que me había cortado estuviera oxidada, pero de todas formas eso no tenía importancia ahora, ni tampoco el frío que me estaba corroyendo el pecho, ni el mareo, ni las náuseas, ni la pierna ensangrentada y casi rígida.

Corrí empujando la moto aguantando el dolor y sintiendo la sangre descender hasta mi cintura y monté sobre ella de un salto bastante dificultoso. Aceleré de inmediato y me llevé el móvil al oído.

Sin casco, sin nada que me cubriera el pecho, mareado y herido... si no me mataba sería un milagro... así que la llevaba clara, porque yo no creía en los milagros.

-Ricky, ¿Por dónde se ha ido? - pregunté al otro lado del móvil.

-Todo recto calle abajo. Aún puedo verlo.

-Voy. En cuanto cambie de dirección, avísame. - aceleré un poco más hasta ciento cincuenta por la carretera mayor. Un coche se me cruzó por delante de repente y lo esquivé a duras penas, perdiendo el control momentáneamente de la moto, pero lo recuperé casi de chiripa. Me temblaba el cuerpo entero por el frío.

-¡Tom, Tom, se ha metido por la tercera calle a la izquierda, la que lleva a la pastelería del tío de Andy! ¡No puedo ver nada más!

-¡Vale! ¡Voy! - Salí de la carretera mayor haciendo una pirueta peligrosa y me introduje de nuevo en las calles, directo hacia el taller de Hather.

-¡Te veo, Tom! - me gritó ella por el móvil. Yo también la vi, lejana, moviendo las manos en el aire. - ¿No llevas casco?

-¡No!

-¿¡Estás loco!? ¡Qué vas a ciento cincuenta por lo menos!

-¡No te oigo bien, Ricky! No voy a pararme, voy a seguir adelante para pillarle.

-¡Como te caigas te matas!

-¡Voy a colgar y te lanzo el móvil! ¡Cógelo!

-¡TOM! - me gritó cuando ya estaba apartándome el teléfono de la oreja. - ¡No seas duro con él! ¡Un tío ha estado a punto de forzarlo a hacerle una mamada y a saber qué más! ¡Está muy asustado! - las manos me temblaron y doblé la moto demasiado. Estuve a punto de caerme otra vez, pero conseguí equilibrarme. Pasé a toda velocidad por el lado de Ricky y le lancé el teléfono sin apagar. No llegué a ver si lo cogió o no. Me metí por una calle más arriba que por la que se había metido Bill. Si había tirado calle arriba, lo pillaría, quizás hasta lo acorralaría... y justamente fue eso lo que ocurrió.

Vi cruzar una figura oscura rápidamente hacia la acera de en frente y apreté el freno. Derrapé por el suelo, intentando parar la moto a duras penas a base de fuerza bruta. La figura se quedó quieta, paralizada, observando cómo me acercaba hasta ella levantando una ligera polvareda, escuchando el relinchar de la moto siendo forzada a detenerse a lo bestia. Oí un crujido extraño y supe que alguna parte, tal vez la carrocería, había sufrido algún tipo de daño debido a la presión.

Eso no importaba ahora. Apoyé la pierna buena contra el suelo para ayudar a parar las ruedas y funcionó. Se detuvo de golpe, casi haciéndome caer al suelo con ella, pero la sostuve a duras penas y conseguí apartarme de ella justo antes de que diera con el suelo. Me apoyé débilmente sobre este, agotado y cada vez más mareado, pero lo suficientemente despierto como para reconocer la cara asustada de Bill, delante de mí, con la moto a escasos centímetros de sus delgadas piernas. Su pelo estaba revuelto y sucio, su expresión descompuesta, sus manos firmemente frente a su pecho, intentando crear una barrera invisible entre los dos.

Su brazo estaba sangrando, manchando la camiseta.

Suspiré. Inspiré y aspiré miles de veces, intentando volver a tomar el control de la situación. Lo tenía delante, quería pegarle, quería gritarle que como volviera a hacer eso, le arrancaría la cabeza. Quería arrastrarlo hasta casa y encerrarlo en mi cuarto a la fuerza después de haberle dado un buen par de puñetazos y patadas. Quería hacerle llorar y suplicar perdón.

Quería... así que lo hice.

-Tú... - le señalé con un dedo y Bill se quedó aún más tieso todavía, horrorizado, mirándome, pero no porque me tuviera miedo como yo pensaba.

-Tom... - me miró de arriba abajo, pálido. - ...estás herido... la...la pierna... - la expresión horrorizada de su cara desapareció y dio un paso al frente, decidido y asustado por mis heridas. - Tu cara... - intentó tocarme las heridas hinchadas y dolorosas de la cara, pero le di un manotazo rápido que lo hizo retroceder. ¿Pero de qué iba? ¿Primero huía y ahora aparentaba preocupación?

-¿Pero qué coño haces, Bill? ¿¡Qué coño haces!? - le grité y él se encogió un poco. - ¡Te he estado buscando horas! ¡Horas! ¿¡Pero dónde cojones estabas!? ¡Creía que te habían secuestrado o matado o algo peor! ¿¡Es que eres gilipollas y no puedes estarte quieto una puta hora sin cagarla!? - vi cómo se llevaba la mano al brazo herido, sangrante y empezaba a presionarlo, a rascarse por encima de la ropa. Alcé una mano, incapaz de controlar mi rabia, mi ira, dispuesto a romperle la boca por anormal, por no tener ni una pizca de sentido común, por irse corriendo de mi lado y darme un susto de muerte... y él se encogió... pero no me dejó que le pegara. Alzó la cabeza y me miró con ojos brillantes y acuosos, con los dientes apretados.

-¡Yo no tengo la culpa, no es justo! ¡Tú me has echado de casa, has sido tú, no yo! ¡Si no querías que me fuera no debiste haberme echado a patadas! ¡Lo último que quería era salir a la calle solo y encima ahora te quejas! ¡Pero si has sido tú el que me ha echado! ¡Imbécil! ¡Me han atacado y no he pasado más miedo en mi puta vida, gilipollas! ¡Quien debería pegarte ahora soy yo! - me gritó a voz en grito y se encogió otra vez, con los ojos entrecerrados y el labio medio despellejado entre sus dientes. Los ojos totalmente acuosos intentaron tragarse las lágrimas, sin mucho éxito.

Pude ver todo el miedo que había sentido reflejado en su mirada, igual que el mío o más pronunciado incluso.

Recordé lo oído de Ricky... "¡No seas duro con él! ¡Un tío ha estado a punto forzarlo a hacerle una mamada y a saber qué más! ¡Está muy asustado!"

Y lo estaba. De verdad lo estaba. Definitivamente no estaba hecho para este sitio, o al menos no era una persona que se adaptara con mucha facilidad a semejante vida... y no lo culpaba. Nadie era capaz de adaptarse fácilmente a semejante vida.

El brazo alzado me tembló con fuerza, al igual que la cara descompuesta y roja por la rabia. Se me aceleró el corazón al verlo tragarse las lágrimas con dureza, con pocas fuerzas. Estaba intentando hacerse el duro, intentando no llorar. Estaba intentando avanzar y hacerse más fuerte, callar y tragar con lo que se le venía encima y yo despreciaba ese difícil intento por adaptarse a mi vida repleta de peligro y dolor físico y mental.

Por un momento, solo por un momento, intenté ponerme en su lugar. No. Más bien me llegó el lejano recuerdo de mis primeros días en esta ciudad hacía más de quince años... y supe que no tenía razón. Que por mucho que me costara reconocerlo, me había equivocado con Bill y a pesar de ser el hombre más orgulloso de la tierra, a pesar de ser totalmente incontrolable hasta ese momento, hice el esfuerzo titánico y sacudí el brazo en dirección contraria a la suya, peleándome con el viento. La emprendí a patadas con la moto tirada en el suelo, boyando la carrocería negra y plateada un poco más, ensañándome con ella, descargándome sobre ella. Gruñí y grité, enrabietado, y acabé mordiéndome la lengua salvajemente.

Había cometido un error... y lo había reconocido. ¿Eso era bueno o malo? Malo para mí, bueno para Bill.
Sentí un ligero pinchazo en la nuca al recordar cómo lo había dejado en la calle como un perro. Un pinchazo horriblemente molesto.

-Mierda... - murmuré. - Mierda... - aún temblaba.

-Tom... - me llamó él, a mi espalda, con voz rota y gangosa. Me volví y le vi temblequear débilmente. Había conseguido controlar las lágrimas a duras penas y supe que no había sido el único en hacer un esfuerzo titánico por controlar las emociones frente al otro. Un adorable puchero se dibujó en su bonito rostro un poco sucio y pálido, marcándosele débilmente algunos moratones casi extintos de la pelea con Aaron hacia días. - ... Quiero volver a casa. - me dijo, y yo me rendí, como un perro sumiso. Suspiré. - ¡Quiero irme a casa, ahora! - me gritó, demandante como un niño chico. Me volví hacia él, que temblequeaba de rabia. - ¡Estoy harto de este sitio, quiero volver a casa! - inspiré por la nariz y un repentino mareo me azotó la cabeza.

-¿A dónde? ¿A mi casa... o a Hamburgo? - Bill se encogió solo con la mención de esa maldita ciudad y dio un paso al frente, llegando hasta mí de una zancada. Me agarró el brazo con fuerza y me miró a los ojos, desesperado.

-¡Contigo, a tu casa! ¡Vámonos ya! - demandó otra vez, como si fuera el dueño de un perro al que le estuviera dando órdenes. Me imaginé a Scotty, pero ni siquiera él era tan sumiso como para obedecer a Bill. Nunca me había ordenado nada con tanta exigencia como entonces y yo callé, asentí con la cabeza, confuso por mi repentina docilidad y di media vuelta.

-Sí, vámonos. - empecé a andar, pero Bill me soltó el brazo y se quedó quieto, con la cara encogida. Me detuve.

-¿Y me volverás a echar a la calle cuando te enfades? - preguntó. Oh, no... no tenía ganas de mantener una discusión en aquel momento. Estaba demasiado exhausto.

-No. No lo volveré a hacer. - sentencié.

-¿Seguro?

-Seguro.

-¿Lo prometes? - suspiré largo y tendido.

-Lo... - Mierda, ¡qué difícil era hacer una promesa que no pensaba cumplir! - Lo... lo prometo. Vámonos ya, Muñe... - Bill frunció el ceño y retrocedió, con la boca abierta. Sacudí la cabeza. - Bill... vámonos ya, Bill. - y le tendí la mano para que la cogiera, para ayudarle a confiar en mí. Él la observó reticente y totalmente desconfiado, escéptico. Medio sonreí. - ¿No me ves? No estoy como para meterte una paliza en este momento, ¿sabes? Venga, juro que no te pegaré ni te gritaré. Lo juro... no ahora al menos... ni en las próximas semanas. - no pensaba moverme de la cama en mucho, mucho tiempo. Él volvió a analizarme de arriba abajo con ojo crítico y tras unos segundos de incertidumbre, dio el paso decisivo hasta mí y extendió el brazo que no estaba herido, el que no sangraba. Me agarró de la mano y se situó a mi lado. Entrelacé nuestros dedos y Bill pareció dudar de nuevo. Ah, es verdad... estaba haciendo unas cosas muy raras con él comparado con mi comportamiento de siempre.

Pero bueno... ¿No había sido siempre así con él?

-Vámonos. - murmuré.

-¿Y la moto? - ambos miramos el enorme trozo de metal recientemente boyado sobre el asfalto, pero que seguramente arrancaría a la perfección. Solo había tocado la carrocería.

-No creo que pueda conducir muy bien. Así que a no ser que tú sepas conducir una moto, lo cual dudo...

-¿Y entonces cómo has venido corriendo como un loco con ella si no puedes conducir? - preguntó y recordé que había sido casi un milagro no haberme matado... pero no estaba dispuesto a tentar a la suerte con Bill detrás de mí. No, definitivamente con él, no.

-Hermanito, no voy a conducir contigo detrás estando tan... tan... - como si quisiera respaldar mis palabras otro mareo y un ataque de nauseas ascendieron por mi garganta. Me fallaban las piernas. No podía moverme y aunque hubiera podido, solo podía ver estrellas parpadeando como locas ocupando todo mi campo de visión y ocultando el bonito rostro de Bill. Tosí un poco. Perdí fuerzas.

-¿Tom? - me llamó él y de repente sentí un fuerte golpe en la espalda y en la cabeza. - ¡Tom! ¡Mierda, Tom! ¡No bromees con eso, imbécil! ¡Levántate! ¡Tom! - sentí pequeñas sacudidas en el pecho y débiles guantazos en la cara y en cuanto intenté levantarme y parpadear para aclararme la vista y fui consciente de que no era capaz de hacerlo, de que mi cuerpo no respondía, supe que me había desmayado... o que estaba próximo a perder la conciencia definitivamente, a dejar de sentir lo golpes de Bill y a escuchar sus gritos.

-¡Hostia puta! - oí en la lejanía.

-¡Ricky!

-¿Pero qué le pasa a este ahora?

-¡Se ha caído al suelo, no se levanta, no se despierta, no reacciona!

-¡Vamos, no me jodas, si este no se desmayó ni cuando Kan le atravesó la pierna como un pincho moruno!

-¡Pues ahora sí!

-¿Está herido? ¿Qué le pasa en la pierna? ¡Está deforme!

-¡Tiene fiebre! ¡Está muy caliente!

-¿Respira? - noté un brutal golpe en el pecho y me convulsioné levemente. Pude ver la cara de Ricky mirándome con la boca abierta por un instante. - ¿Le hago el boca a boca mientras tú le das ahí?

-¡No! ¡Ayúdame a levantarlo! ¡Solo está inconsciente! Tenemos que llevarlo al hospital o algo...

-Pero si él odia el hospital... no va a querer, se va a cabrear...

-¿Alguna otra idea?

-Pues... ¿La moto funciona?

-Creo que sí.

-Pues vámonos a... - ¿A dónde? A... ¿dónde?

-No... la pierna...

-Son solo heridas superfici... eso se cura con un poco de... - empecé a escuchar solo trozos de la conversación, como un disco rayado.

-Métele algo en la... que no se atragante con su propia lengua...

-Vamos, ¡Hijo de puta, como pesa!

-¿Aguantará sobre...?

-Si tú lo suje... sí...

-Tom, aguanta, ¿va...le?... - hacía rato que había dejado de sentir nada en el cuerpo. Lo único que podía oír era la suave voz de mi hermano en mi oído. - No te va a pasar na...da... yo voy a cuid... de ti...

Lo último que oí fue el estruendo de algo grande y metálico, el ruido de un motor gruñendo y perdí todo el sentido.

Mierda... odiaba sentirme tan débil y vulnerable...

Muñeco Encadenado Tercera Temporada - By SaraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora