By Bill.
-Ricky... - no sabía si sentirme aliviado o desesperado cuando la reconocí ahí, imponente, con expresión furiosa, roja de rabia. Recordé fugazmente que la chica machorra no había estado precisamente de mi parte en la pelea en casa de Tom, solo había estado de parte de mi hermano, pero... no sería tan cruel como para dejarme allí tirado a punto de ser violado, ¿no? La miré de arriba a abajo. Iba cubierta hasta el cuello con ropa de cuero, desde los pantalones hasta la chaqueta. Lo único que se salvaba eran las cadenas que colgaban de su cadera y la camiseta blanca con un dibujo de una especie de motorista calavera haciendo un corte de manga y diciendo, ¡Fuck you! Estaba completamente despeinada, con el pelo engominado a lo puercoespín, como un auténtico tío. De hecho, si no fuera porque yo sabía que era una tía, seguramente nadie la reconocería como tal.
Ella entrecerró los ojos, intentando reconocerme y le costó, hasta que finalmente, hizo una mueca con la boca y me señaló con un dedo.
-¡Tú! - gritó. - ¡Tú te has puesto en medio de la carretera! ¡Te voy a romper las piernas, guarra! - abrí los ojos como platos. No. Esta no me salvaba a mí, no. O dejaba que me violaran o quizás, lo hiciera ella misma. Se acercó con ese porte de macho que tenía, gesticulando con las manos. - ¿Has visto mi moto? ¿¡Has visto mi puta moto!? ¡Ha saltado por los putos aires! ¡¿Qué coño hacías en mitad de la jodida carretera?!
-¡Ricky! - grité, moviendo la cabeza un poco hacia atrás, intentando alejarme con asco del miembro que aún estaba delante de mi cara, tieso. Ricky se detuvo y observó más detenidamente la escena.
-Oh... - murmuró. - ¿¡Y encima te pones a chupársela a tu novio en mitad de la carretera!? ¡Pues fíjate! - y sacó un instrumento metálico que abrió con un simple movimientos de muñeca. Una navaja azulada resplandeció en mi cara. - ¡Te voy a meter esto por el culo a ti y al gordo ese!
-¡Qué no es mi novio, coño! - chillé. ¡No me lo podía creer! ¡Y encima me amenazaba! Y el cerdo que tenía casi encima tiró de mi pelo como un bestia, obligándome a levantarme del suelo. Se me saltaron las lágrimas por el dolor. - ¡Ah, AH! - me puso en pie y sin soltarme el pelo, me pasó un brazo alrededor del pecho. Me puso el cuchillo en la garganta, de cara a ella, tomándome como rehén, supuse.
-¡No te acerques! - le gritó el agresor, y ella se quedó quieta, con una ceja alzada.
-Hostia...
-¡Es un violador, que me viola!
-¡Cállate! - apretó el cuchillo aún más contra mi piel y sentí su asqueroso pene rozándome el trasero. ¡Argg! Me iba a dar algo.
-¿Un violador? - Ricky se encogió de hombros. - ¡Ja, haberlo dicho antes! ¡Ahí te quedas, pringado! ¡Yo me las piro!
-¿¡Qué!? ¡Ricky!
-¡Tienes un violador encima, si te viola es tu problema, no el mío! ¡Tampoco es para tanto!
-¿¡Qué no es para tanto!? ¡Ricky!
-¡Cierra la puta boca! - observé alucinado y aterrado como ella se daba la vuelta y se largaba de nuevo hacia su moto, como si tal cosa.
-¡RICKY!
-¡Que sí, que sí, ya va! - el violador empezó a tirar de mí hacia atrás, fuera de la carretera, dentro de las calles de nuevo. Me iba a poner a llorar.
-¡RICKYYY! - y ella se agachó frente a su moto. Observé como rescataba una botella llena del pequeño maletero de la moto y se levantaba, la abría y le daba un sorbo tremendo. Noté como unas manos peludas y grandes empezaban a sobarme el culo y a bajarme los pantalones a lo bestia. - ¡Eh, EH! ¡QUITA! ¡RICKY! - y de repente, ella dejó de beber y con la botella en la mano, golpeó el suelo. La botella se hizo añicos y como una superheroína, atravesó la carretera rápidamente hasta nosotros y nos siguió hasta la calle. Le detuvo el paso al guarro que me arrastraba calle adentro, deteniéndonos.
-¡Eh! ¿A dónde vas tú, Santa Claus? ¡Suelta al Muñeco o te cae premio! - me quedé muy quieto, como él, observando la botella rota en manos de ella, amenazante. - ¡Venga, gordo, que a ti eso no te gusta! ¡No tiene coño! ¿Dónde vas a meter el nabo entonces, ¿eh? ¡Que por el culo se cogen muchas cosas malas! ¡Y mírame a mí! ¡Te tengo acorralado! ¡Como le toques un pelo, te rajo los huevos! Además... ¿A qué no sabes quién es la persona a la que le estás intentando meter la polla? ¡Seguro que a Tom no le hace gracia saber que un pervertido ha violado a su hermano pequeño! - noté como el cuerpo del agresor se endurecía, tenso. Su miembro dejó de rozarme de inmediato, como si se le hubiera bajado de golpe. Me mordí la lengua, ansioso, respirando con tanta ansiedad que me estaba empezando a marear. Como me soltara iría directo al suelo. Ricky esperó unos segundos, en silencio, y dio un paso más, seguro. El violador se echó hacia atrás, y yo con él. - ¡Este territorio es de Kam! Los violadores no se cuentan como miembros del equipo, así que, si no quieres problemas, ¡Suelta al Muñeco de una vez! - noté la desagradable respiración acelerada de él en mi cuello, el temblor de la cuchilla contra mi clavícula, su nuez moviéndose, tragando saliva. Ricky avanzó, mirándole directamente a la cara, a los ojos, fiera e intimidante. Alzó la botella rota. - Venga... hazlo... o te mato...
Y el violador me soltó, tirándome al suelo de un empujón y salió corriendo. Me quedé un rato tumbado sobre el asfalto, híper ventilando, con el corazón a mil. No había pasado tanto miedo en mi vida. Temblaba.
Si no hubiera sido por Ricky, si no hubiera estado ella allí... empecé a sollozar... y a llorar, asustado. Lo que no había sido capaz de vomitar cuando habían estado a punto de violarme, lo empecé a vomitar entonces, a bocanadas. Me picaba todo el cuerpo, todas las zonas que me había tocado con sus peludas manos. El pelo me tapaba la cara y casi se manchaba de vomito hasta que una mano extrañamente delicada me lo apartó del rostro, tirando de él hacia atrás. Recordé a Tom. Aquella noche, hacía tiempo, cuando después de la fiesta de Natalie me ayudó a vomitar, apartándome el pelo de la cara con paciencia.
Empecé a llorar más fuerte todavía.
-... ¿Estás bien? - me preguntó ella, con una voz suave, irreconocible, totalmente distinta a la que había usado con anterioridad. Parecía incluso preocupada de verdad.
Yo no contesté. Ella me sujetó el pelo hasta que terminé de vomitar y solo entonces, me medio levanté del suelo con las manos en la cara, sin dejar de llorar.
-Oye, que los tíos no lloran. - su voz volvió entonces a la normalidad, dura y fingidamente ronca. - ¿No sabes que los chicos no lloran? Eso es de nenazas. ¡No me extraña que quieran violarte si lloras así! - me llevé la mano a la boca, reprimiendo los sollozos ahogados. - ¿Qué pasa? ¿Quieres vomitar otra vez? - negué con la cabeza bruscamente.
-No...
-Pues deja de llorar, tío, que soy yo más nene que tú. Mira, ¡Si hasta te he salvado! ¿No debería ser al contrario? ¡Y tampoco ha sido para tanto, ni siquiera te ha tocado!
-Me ha... besado...
-Bueno... lávate los dientes dos veces y problema resuelto. - el cuerpo seguía picándome y tenía unas ganas tremendas de arrancarme la piel a base de rascar y rascar. Necesitaba dolor. ¡Necesitaba un arañazo, una simple gotita de sangre! - Venga, deja de llorar y vámonos de una vez. ¡Mira que eres quejica, eh, maricona!
-¡Cállate! ¡Para ti es muy fácil estar tranquila, a ti no han intentado violarte! ¡No lo entiendes! - le grité. Con sus broncas y sus críticas solo estaba consiguiendo ponerme más nervioso de lo que ya estaba y en cuanto pronuncié esas palabras, Ricky se calló como una muerta. Pude ver como sus ojos se volvían distraídos, divagando a nuestro alrededor, perdiendo esa fiereza y seguridad que había visto segundos antes. Alzó la cabeza, pasándose la lengua por los dientes.
-Ya... pues como me es muy fácil estar tranquila y no soy capaz de entenderte, me voy ¿vale? - me dio la espalda, muy digna, sacudiéndose el pelo. - ¡Que te jodan, Muñeco! - y echó a andar otra vez hacia su moto, atravesando la carretera. Yo me di la vuelta unos instantes, mirando hacia el final de la calle por donde había corrido intentando huir de un violador y tragué saliva. ¿Qué se iba? ¿Sin mí? ¡De eso nada!
-¡No, no, espera! - y salí corriendo detrás de ella, cruzando la carretera. - ¡Voy contigo!
-¿Qué?
-¡Que voy contigo!
-¿Qué vienes conmigo a dónde? ¡Mira, coño! - me señaló la moto pegada a la montaña de tierra y piedra, aplastada, un poco deforme, con un montón de piezas dobladas esparcidas por ahí. - ¿Crees que puedo ir a algún sitio con eso? ¡Me la has chafado! ¿Cómo coño voy yo ahora a Gomorra con esto?
-¿Gomorra?
-¡Sí, Gomorra! ¡Me están esperando allí, joder! - fruncí el ceño. ¿Gomorra? Me pregunté qué clase de lugar sería ese y descubrí que prefería no saberlo.
-¿No preferirías ir a Sodoma? - bromeé, más por controlar el histerismo que por otra cosa. Ella me miró con una mueca de ¿Pero qué coño dices, gilipollas?
-¿Tú eres anormal? ¡Sodoma no lo abren los días entre semana! ¿Pero en qué mundo vives? - ah... que también había un lugar que se llamaba Sodoma... sabía muy poco de Stuttgart, muy poco, pero lo suficiente como para saber ¡Que no quería ir ahí ni muerto!
-¿Pero en qué clase de mundo vivís vosotros? He salido dos veces a la calle, ¡Dos veces en cuatro días! Y me han perseguido para violarme un total de cuatro personas. ¡A mí, que soy un tío! ¿Pero qué clase de violadores tenéis vosotros?
-¿Pero qué te pasa a ti? ¿Tú hermano no te explica la regla de oro de los barrios bajos?
-¿Qué regla de oro?
-¡Pues que esta sociedad equivale a la sociedad del Antiguo Impero Romano! - alcé una ceja, sin entender. ¿Pero qué coño me estaba contando?
-¿Qué dices?
-Mira... - Ricky, suspirando, pareciendo hasta cansada de la conversación, tiró al suelo la botella rota y se guardó la navaja en los bolsillos traseros del pantalón. Se inclinó de cuclillas sobre su moto, echándole un amplio vistazo a lo que quedaba de ella y yo pude ver con los ojos desorbitados como los pantalones se le caían por el movimiento y como la ropa interior sobresalía. ¿Llevaba bóxer o eran imaginaciones mías? - En los barrios bajos de Stuttgart hay una serie de reglas y si no las sabes y no estás preparado para afrontarlas, mejor que te hubieras quedado en casa, guapo... hum... - murmuró. - A esto todavía le puedo sacar provecho...
-¿Qué clase de reglas? - pregunté, curioso. Ella parecía concentrada. Introdujo una mano bajo una pieza bastante grande de la moto y empezó a tirar hacia arriba de ella.
-Tu hermano no te cuenta nada ¿no? ¡Ugg! ¡Ayúdame a ponerla en pie!
-¡Ah, vale! - me agaché enseguida y colé mi mano junto a la de ella, aplastándola con la mía. Empecé a tirar con fuerza y aunque pesaba lo suyo la condenada, casi al instante conseguí ponerla en pie. Ricky pegó un salto y me miró con la boca abierta en cuanto me aparté. - Ya está.
-¡Coño! ¡Tienes la fuerza de tu hermano! ¡Pensaba que eras un enclenque con esos brazos de palillo!
-Bueno... aunque parezca increíble, soy bueno en los deportes y eso...
-Anda, si al final te vas a parecer a tu hermano y todo. Venga, ayúdame a empujarla cuesta abajo.
-¿Para qué?
-Pues para llevarla al taller de Hather, no voy a dejarla aquí tirada para que me la desmantelen. ¡Que el motor nuevo se lo puse hace solo un año y tiene seis cilindros de potencia!
-Ah... - como si me estuviera hablando en chino.
-Es la moto más rápida después de la de tu hermano y algunos suicidas más. ¡Tom consiguió meterle a la suya siete! ¡La puta caña!
-Ajá, siete... ah, ¿Pero mi hermano tiene moto? - empezamos a andar, arrastrando la moto sin darle mucha importancia, calle abajo. El vehículo destrozado hacia ruidos desagradables y alguna que otra pieza se le caía al suelo de vez en cuando. Menos mal que las ruedas no estaban pinchadas y se podrían aprovechar. Costaría muchísimo arrastrar ese bicho de metal con las ruedas rajadas.
-Oye, pero ¿tú qué haces aquí exactamente? - me preguntó ella de repente.
-¿Yo? ¿Cómo que qué hago aquí?
-¡Pues yo qué sé, tío! Te has puesto a llorar porque te han puesto un cuchillo en la garganta y te han metido un poco de mano. Tú no puedes vivir aquí si lloras por eso. - la miré boquiabierto. ¿Pero qué decía? ¿Qué no tenía derecho a asustarme después de que un gordo con un cuchillo de cocina intentara violarme a base de amenazas de muerte? No me lo podía creer.
-¡Pues claro que lloro! ¡Y pienso ir a la policía a denunciarlo! - y de repente Ricky soltó los manillares de la moto y se tiró al suelo con las manos en la barriga. Se estaba descojonando de la risa como una loca, tirándose sobre el suelo, riéndose a carcajadas ¿Por mí? Me ruboricé. ¿Pero qué le hacía tanta gracia?
-¡Que va a denunciarlo dice el muy gilipollas! ¡Jajajajajaja...!
-¡Pues claro!
-¡Jajajajajaja...!
-¡Oye, que hablo en serio!
-¡Pero no seas imbécil, tío! ¿De dónde has salido tú? ¿La policía? ¿Estás hablando de la pasma, en serio? ¿Para qué puñetas vas a denunciar nada, idiota? ¿Para qué te entrullen y te metan una paliza en la sala de interrogatorios cuando se enteren de que eres de los barrios bajos? ¡Estás chalado!
-¿Meten palizas a la gente en...? ¡Tú me estás tomando el pelo! ¡La policía no mete palizas a la gente! ¡La policía ayuda a la gente!
-¡No, no, para ya por favor! ¿¡De dónde has sacado a este loco, Tom!? ¡Menuda locura! - Ricky se encogía de la risa, con dolor de barriga de tanto reírse. Yo no sabía si reír o llorar. Me sentí humillado, así que decidí simplemente avergonzarme, aún sin saber por qué exactamente. - A ver, pequeño saltamontes. - me habló ella, agarrando otra vez los manillares y tirando para delante. - No sé de dónde has salido tú. Bueno, sí lo sé, de los barrios altos, ajá... pero... en los barrios altos la policía ayuda a la gente, o eso dicen, aquí, a la menor señal, te meten en la trena en cuanto te vean, te dejan una noche en un calabozo por verte fumar un puro por la calle y al día siguiente, otra vez fuera... eso, si eres bueno y no la lías en los calabozos. Claro, que, por suerte, nosotros tenemos inmunidad... - dejé de escuchar en cuanto mencionó la palabra calabozo. No lo entendía. Un policía no podía encerrar a nadie sin ningún motivo ¿no? Eso iba en contra de la ley, ¿o me equivocaba?
Ricky soltó la moto de repente y se llevó las manos a los bolsillos. Sacó un paquete de tabaco.
-Ah ¿fumas? - pregunté. Ella se encogió de hombros.
-Desde los catorce.
-¿Desde los... catorce? - ella puso los ojos en blanco.
-¡Sí, lo sé, empecé muy tarde! Pero en fin... lo compensaré con el paso del tiempo.
De acuerdo... quería salir de allí. Pero ¿dónde me había metido? ¿Quién era la tía que tenía al lado? ¿Queen Latifah? No podía creer que Tom se juntara con semejante elemento. ¡Pero si era una ratera! ¡Tenía una navaja y hasta se había enfrentado a un violador con una botella rota! ¡Y llevaba bóxer, comprobado! ¿Dónde estaban las chicas delicadas, apacibles y dulces? ¡Porque todavía no había visto ninguna!
Observé en silencio como se llevaba un cigarrillo a la boca... o una especie de cigarrillo amorfo. Tenía un color extraño y era bastante más grueso de lo normal. Lo encendió y aspiró de él y un extraño olor a quemado me vino a la cara. Un momento... pero si...
-¿¡Eso es un porro!? - grité, alucinado. Ella me miró con los ojos muy abiertos, sobresaltada.
-¡Pues claro! Vaya pregunta.
-Pero... pero... pero ¿Te drogas?
-¡Claro que no! ¡Esto no es droga, es hierva terapéutica!
-Aahh... - suspiré. Vaya susto.
-No puedes ser tan ingenuo como para habértelo creído, ¿no? - jodeeeer...
-¿Pero tú no tienes diecisiete años?
-¿Cuántos tienes tú, majo?
-Diecinueve.
-¡Qué desperdicio de hombre! - soltó, tan fresca, mirándome de arriba abajo. ¡Ja! ¡Qué graciosa era la niña! - Además, ni que fuera tan escandaloso. Tu hermano se fuma unos canutos del tamaño de la polla de un negro. - creo que me puse blanco.
-¿¡Qué!? ¿¡Qué mi hermano fuma marihuana!? - no me lo podía creer. Se tenía que estar quedando conmigo. ¡Se estaba cachondeando de mí!
-¿No lo sabías?
-¡No!
-¿Es que en Hamburgo estabas ciego o qué? ¿Nunca le has visto esnifar el...?
-¿¡Esnifar qué!? - Ricky empezó a reírse otra vez, más tranquila.
-No sabes nada de tu hermano, eh. Dudo que sepas bien quién es.
-¿Y eso a qué viene? ¡Claro que sé quién es mi hermano! Mi hermano es un capullo peligroso sin escrúpulos que manipula los sentimientos de las personas que lo rodean. Ese es mi hermano, simplificándolo mucho, claro. - Ricky me miró con una ceja alzada. Su cara parecía una mezcla entre sorpresa y molestia.
-¿Odias a tu hermano?
Y me callé como un puerco. ¿Odiarle? Ojalá pudiera hacerlo. Cuánto lo había intentado sin éxito, cuántos intentos fallidos y ¿Para qué? Para sufrir más al descubrir que no podía simplemente odiarle y reemplazarle. Para descubrir que le quería y que probablemente, lo haría toda mi vida.
Para descubrir que había arrojado toda mi vida a la basura.
-Sí, lo odio. - mentí, una vez, intentando engañarme a mí mismo. Todo era inútil.
-¿Y eso? ¡Si Tom es un tío legal! Sé que a veces es un gilipollas pero...
-¿Y tú? ¿Lo odias? - Ricky frunció el ceño.
-¡No, claro que no!
-Pues entonces lo quieres.
-¿Quererlo? ¡No! - negó, con una mueca de desagrado. - Tom es bueno.
-Hum... ¿Bueno? Sí, seguro. ¿En qué mundo vives tú?
-Oye, Tom es bueno. Buena persona, más concretamente.
-Sí, y eso lo confirma todo.
-¿Confirma qué?
-A ti también te gusta. - Ricky abrió mucho los ojos y se rio. No podía negar lo mucho que me molestaba su actitud guasona con cualquier tema que tocaba, y más aún, cuando me refería con él a Tom.
-No, no te equivoques. Me gustaba. Ya no.
-Te gustaba.
-Sí... hace años. - y tras esa confesión, los dos nos quedamos en silencio, bajando la cuesta poco a poco, despacio y siguiendo recto un par de calles más. Por fin, después de horas caminando, vi a gente, pero quizás preferiría no haberlas visto.
Una familia de vagabundos, cubiertos con ropas desgarradas y viejas, con mantas sucias, estaban arremolinados alrededor de una hoguera que hervía en el interior de un cubo que se derretía poco a poco. Una mujer mayor se balanceaba hacia delante y hacia atrás, meciéndose entre las mantas. Una mujer y un hombre estiraban las manos hasta la hoguera, buscando calor. Un bebé se acurrucaba entre los brazos de una muchacha joven, dormido, silencioso, con los ojos cerrados, tan blanco que parecía estar muerto.
Me estremecí entero al verlos.
-No los mires. - dijo ella a mi lado, con la cabeza fija en el frente, fría e inexpresiva. - Los pondrás nerviosos. - tragué saliva y miré al frente, suspirando.
-No son animales.
-Ya lo sé. Así que no los mires. Si yo fuera ellos, no me gustaría que sintieran pena de mí. - en aquel momento, no entendí lo que quería decir con eso. Me pregunté cómo era posible que ella tuviera tanta sangre fría como para ignorarlos de esa manera y recordé, fugazmente, Hamburgo. Pocas veces había visto a gente así por allí pero cuando los había visto... por algún motivo ni siquiera había reparado en ellos. ¿Por qué de repente mi actitud hacia las personas que me rodeaban había cambiado tanto?
-¿Por qué hay tanta gente así por aquí? - pregunté, quizás porque me sentía miserable, ruin por haberles dado la espalda con tanta tranquilidad.
-Es por la crisis. Antes no había tanta gente. A los adultos no los quiere nadie por aquí, en los barrios bajos, porque son más difíciles de manipular. Prefieren a los adolescentes, son más eficientes y se quejan menos. Hacen el trabajo sucio sin protestar. Los adultos son un poco más listos, o más tontos, según se mire. Además, nosotros somos más traicioneros y egoístas y no tenemos en cuenta ciertos factores cuando nos ponen un billete en la cara. Los que tienen algún negocio por aquí saben que aprendemos rápido. A los inmigrantes no los quiere nadie. Supongo que ya te habrás dado cuenta de que esta ciudad tiene muchos prejuicios y lo cierto es que eso, nos beneficia mucho.
-¿Vosotros... trabajáis? - pregunté de nuevo, un poco nervioso. No sabía que la economía era tan mala últimamente a pesar de las cosas que había visto por la tele, ya que a mí no me afectaba, pero ahora yo también debía empezar a buscar un trabajo, de hecho, ya debería tenerlo.
-Yo no trabajo. Soy menor de edad y todavía voy a la escuela, aunque me la salto cuando me da la gana. No tengo una necesidad inminente. Mis hermanas trabajan por mí, se podría decir que tengo suerte. Black por ejemplo sí trabaja y es bastante raro, por eso de ser judío, pero al menos le cobran. Trabaja con su padre en una fábrica de cemento los fines de semana y los días entre semana, se dedica a hacer de albañil. Andreas se busca la vida en la pastelería de un pariente suyo. Los demás no trabajan, al menos, no legalmente. Tu hermano es listo como el hambre y gracias a eso, todos nosotros siempre tenemos unas pelas en el bolsillo.
-¿Cómo? ¿Tom trabaja?
-No exactamente. Verás, en los barrios bajos están los clubs, los pubs y las discotecas más alocadas y deseadas de toda Stuttgart y si nos ponemos, de los pueblos cercanos, incluso de otras ciudades. En esos lugares, las personas se olvidan un poco de las clases sociales y se juntan los de los barrios bajos y los de los altos, claro, siempre separados unos de otros por precaución. Esos lugares siempre son el blanco de miles de gamberros y la seguridad del establecimiento siempre es demasiado poca. Lo que Tom hace es tratar con el jefe de todo eso, con el dueño del lugar y hace un trato con él. Nosotros, incluido Tom, vigilamos por turnos de días y noches los locales a cambio de dinero y nos deshacemos rápidamente de la gente que quiere armar alboroto, a nuestra manera, claro. Somos muchos y como todos somos, digamos... nocturnos... no nos cuesta ningún trabajo vigilar por la noche. Además, nuestra fama nos precede. Una vez nos apropiamos de un club, nadie se acerca. El dinero lo repartimos luego entre todos los que han trabajado en la vigilancia de un club, por horas, y como tenemos bastantes asignados, nos forramos. Ganamos cada uno casi mil al mes. No está mal. Además, sacamos dinero de otras partes. Tu hermano saca dinero hasta de debajo de las piedras con algunos trapicheos con drogas y eso.
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Muñeco Encadenado Tercera Temporada - By Sarae
FanfictionDonde una decisión es lo mas real en la vida de Bill. ''Puede que yo fuera muy ingenuo, o que durante toda mi vida hubiera vivido en el país de los dulces, las casitas de muñecas y las nubes de algodón de azúcar, pero lo cierto es que nunca me hubie...