Martina.
QUE PAJA
— ¡QUE NO PARE LA FIESTA, CONCHETUMARE! —el grito que pegó la Javiera casi me bota de la silla.
La mayoría se rió y el profe la retó por la grosería. Yo, de mi parte, solo sonreí.
Estuve todo el fin de semana con mi tía, a quien habían dado de alta, y se estaba acostumbrando a usar silla de ruedas con lo inquieta que era.
Su compañía me hizo bien, me ayudó a despejarme y no pensar tanto en otras cosas. Como el Gabo y su ghosteo, que ya se me hacía costumbre.
Aunque esta vez me dio lo mismo. Desaparecí de las redes sociales y no le contesté a nadie. Quería enfocarme en pasarla bien con la viejita.
En la mañana me desperté con mensajes de dos personas: el Gabo y el Alonso. Uno me invitaba a su casa—básicamente a tirar—y el otro me invitaba a comer completos a una pica.
Claramente le respondí al Alonso que sí, que ahí viéramos cuándo. Él me dijo que viera si podía hoy y, si no, en la semana. Fue súper amable, cosa que me dio ternura.
Al Gabo no lo pesqué. Pasé de su mensaje y lo terminé borrando a la hora. Andaba bien rarito si me preguntaban. Pero ya a este punto me daba exactamente lo mismo.
Estaba perdiendo el interés por él, más cuando en la disco la Jose habló esa wea de respeto. A mí no me quedaba claro si el weon se metía con otras minas, pero era algo probable.
Volviendo a la realidad, lamentablemente, nos mandaron a computación para hacer un trabajo. Yo me demoré bastante por guardar todas mis cosas que tenía encima de la mesa, y la Javi me esperó.
— Oye, Marti —habló cuando íbamos saliendo; todos se habían adelantado—, ¿podemos hablar una cosita, porfa'?
Le asentí y nos sentamos en una banca justo frente a la puerta de computación. Ella se tomó su tiempo para hablar, como buscando las palabras.
— El otro día, cuando fueron a carretear con la Jose, el Joaco y el Gabo... —empezó. Yo asentí dándole el hilo para que siguiera—. Yo me uní en el after, ¿cachai'? —pausó de nuevo y volví a asentir—. Y me quedé con el Gabo, que estaba bien pa' la cagá'...
La frené tomando en cuenta la pausa que quería hacer nuevamente.
— ¿Te lo comiste o qué?
Ella negó rápidamente, tomando mi brazo.
— Nunca, amiga —recalcó—. Es que nos pusimos a hablar de ti y, puta Marti, no sé si sabías que no erí la única con la que tira...
Rodé los ojos y me acomodé en la banca. Le estaba costando mucho ir al punto.
— Apúrate, weon —le dije—, al grano.
Esta vez ella rodó los ojos.
— No creo que sea buena idea que te sigas metiendo con él. No te quiero decir mucho porque fueron temas en confianza, pero te recomiendo que no te sigas metiendo con él —soltó finalmente lo que tanto le había costado—. Es demasiado pico sociable, amiga.
Solo asentí. Ella extrañamente me dio un abrazo y me tomó la mano para que fuéramos a la sala.
Pasaron las clases y yo seguía enfocada en ese tema, en cómo finalizaría esto sin que fuera raro. Mi plan número uno fue no decirle nada y ghostearlo para siempre. El segundo fue decirle que siguiéramos siendo solo amigos. El tercero y último, decirle que se vaya a la mierda y olvide todo lo que pasó.
Mi lado enrabiado decía que fuera por el tercero, pero mi lado cuerdo y tímido decía que por el primero, que así no perdía nada, y mi lado maduro decía que fuera clara y cerrara todo con palabras.
Conociéndome, lo más probable es que lo ghostearía y lo evitaría hasta que salgamos de clases y no lo vea más. Fin del cuento.
Durante el recreo me quedé en la sala con las chiquillas, yo rezando para que no se le ocurriera a la dupla venir a la sala, y por suerte fue así; nunca aparecieron. En ese momento le mandé un mensaje al Alonso diciéndole que vayamos hoy mismo, después de clases.
Sentía que tenía que despejarme, y aunque fuera maricón hacerlo con otro weon, lo prefería mil veces. Y el Alonso era chistoso.
En la última clase fui al baño, donde planeaba demorarme media hora. La clase era demasiado latera y ya había perdido el hilo de lo que trataba hace rato.
Subí las escaleras al baño del segundo piso, porque el primero estaba cerrado. A mitad de camino sentí un silbido y miré en dirección del de chochos: el Gabo. Él había silbado. Solo opté por moverle las cejas y seguí mi camino, ignorando que me estaba saludando.
Tenía que ignorarlo para que se pegara la cacha de que ya no me interesaba.
Me demoré lo más que pude en el baño, al punto que me puse a ver TikToks para pasar el tiempo, pero la señal era como la corneta.
Cuando salí, me crucé de frente con el Gabo, para mi mala cuea. Lo saludé de beso en la mejilla y procedía a irme, pero me tomó el brazo y me llevó a la parte trasera, donde se veía poco, cosa que era peligrosa.
— Ya ni pescaí —murmuró, acercándose más de lo debido.
Me hice la weona y fingí que miraba si venía alguien para tomar distancia. No quería estar cerca.
— Estaba ocupada —expliqué, y de la nada lo tenía a dos centímetros de mi cara.
Quería matarme.
Justo cuando se acercaba, subió alguien: una mina. El Gabo se alejó automáticamente y le dio un asentimiento de cabeza. Ella me miró de pies a cabeza y arrugó la nariz.
Qué wea.
Aproveché para tomar bastante distancia y, después de que ella ya no se veía a la vista, él me miró.
— Es la mejor amiga de la Paula —explicó—. Estoy como andando con la Paula y justo en la mañana me preguntó por ti y qué éramos.
— ¿Le explicaste que no somos nada? —pregunté, con el fin de que se ofenda—. ¿Estái en algo?
No había pensado en eso: andaba con alguien. Me dolió, pero era la excusa perfecta para alejarme.
— No, o sea sí, no sé. Ahí veré qué volá, si da lo mismo —respondió quitándole importancia.
— Yo no me voy a andar pintando las patas ni esas cosas, así que, chao nomás. —Fui sincera—. No quiero ataos con nadie.
Él me miró sorprendido, después se mordió el labio y se iba a acercar más, si no fuera porque apareció el Alonso.
— Justo, weon —dijo—. Te había hablado, pero ¿te tinca si vamos al local del Tío Lucho? Son muy buenos los completos.
Yo sonreí lo más que pude, le sonreí a boca cerrada al Gabo y me acerqué al Alonso para poder alejarme de la situación.
— Sii, qué rico. —Correspondí—. ¿Después de clases? —pregunté. Él me asintió.
Se ofreció a dejarme en la sala y yo acepté, así no tenía otro inconveniente. Conversamos solo un poquito de cosas por encima y, ya en la puerta, se despidió diciéndome que nos juntáramos en la entrada.
Yo entré feliz. Había logrado deshacerme del Gabo y me habían invitado a comer completos.
Viva la vida.
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callaita
Teen Fiction¿Qué pasaría si un loco que NO te conoce te rechaza por ser callada?