Capítulo 25. El clic en el lugar

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GUYOTTE

¡Por fin!

Ella es mía.

Vanessa no era la primera chica que me llamaba la atención. Pero mis sentimientos por ella superaban a todos los que había tenido antes.

Aparqué la furgoneta en el aparcamiento de la facultad del suroeste, que estaba vacío. Estaba cayendo la noche.

Desgraciadamente, no era lo suficientemente fuerte como para llevar los dos cuerpos al laboratorio del sótano de South Hall.

Me temblaron las manos cuando aparté la forma humana desnuda de Vanessa para agarrar primero a Rowan.

Estaba guardando lo mejor para el final.

Konstantin observó con silencioso regocijo cómo yo trotaba, llevando al niño al estilo de los bomberos al interior del edificio y bajando las escaleras.

Lo dejé caer sin contemplaciones en el suelo del laboratorio y me apresuré a volver con Vanessa.

Mi querida y encantadora Vanessa.

Había aparcado lejos de la única lámpara que había en el aparcamiento, y en la penumbra no era fácil admirar su hermoso cuerpo.

La recogí en mis brazos y disfruté de la sensación de su piel desnuda apretada contra mí mientras la llevaba como a una novia.

Una novia, sí. Eso es lo que será.

Una deliciosa expectación se apoderó de mí. La llevaría a una de las mesas y la tumbaría.

Por fin podría tocar sus largas piernas. Sus elegantes brazos.

Me estremecí al imaginarlo.

Pero cuando entré en el laboratorio con ella, Konstantin dijo.

- Baja a la niña y pon al niño en una mesa.

Me resistí

- No —dije con voz suave, apretando a Vanessa contra mí—. Ahora no. Primero, veo a Vanessa...

- No, vil cretino. ¡Primero el niño!

Mi cara se torció en una mueca furiosa.

- He arriesgado todo por esto. Ese luchador idiota me vio —dije.

- Y tú deberías haberlo matado —espetó Konstantin—. ¡En lugar de eso, lo dejaste a un lado de la carretera, todavía respirando!

- ¡Teníamos que salir de allí! Alguien podría pasar por allí —argumenté.

- Bueno, no tenemos mucho tiempo ahora, ¿verdad? Así que pon al chico en una mesa INMEDIATAMENTE.

- No —dije, abrazando a Vanessa con más fuerza.

Ella hizo un pequeño ruido contra mi pecho, y mi cerebro nadó de deseo.

Entonces lo sentí: Konstantin, empujando. Tratando de empujarme a la parte de atrás para que él pudiera tomar el control.

- ¡No! —ladré en voz alta—. ¡No puedes hacer esto!

- Mírame.


SIENNA

- ¿Y estas? —le pregunté a Nina.

Me apresuré a bajar por el pasillo de mi oficina, con los ojos fijos en las fotos.

Le mostré las fotos de Vanessa que ella había confiscado en el despacho de Guyotte.

Al verla sonreír a la cámara, con la cabeza apoyada en el hombro de Guyotte... mi mente daba vueltas.

Lobos milenarios (libro 7; último)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora