Capítulo Veintiséis

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《NARRA MARIO

Durante años me he lamentado de todo el daño que he hecho. Pensar todos los días en el gran engaño que fue mi padre para mí lo hace todo más oscuro. Tuve que enfrentarme a las cosas más feas de la vida, al menos desde mi perspectiva.

Cuando tenía diecisiete años todo iba normal, estaba estudiando la preparatoria, tenía una novia encantadora a la cual le llegué a tomar mucho cariño, era un chico bastante popular pero mi grupo de amigos cercanos era de lo mejor, los consideraba una segunda familia. Pero vaya, mi verdadera familia, mi mamá y me pequeño hermano Armando lo eran todo para mi, a pesar de yo ser mayor que él, siempre buscaba que él explotara su imaginación y su felicidad al máximo, quería verlo feliz; de vez en cuando discutíamos pero nada que no salga de lo que es la hermandad. Recuerdo que hacía pijamada con él, jugábamos videojuegos juntos, de todo; incluso nuestra mamá decía que nunca había visto una amistad así entre hermanos, hasta los vecinos pensaban lo mismo.

Todo estaba perfecto, de verdad lo estaba; pero un día que parecía normal, mi papá me pidió que lo fuera a acompañar a él y a unos amigos suyos supuestamente. Yo le obedecí, era mi padre y nunca había ignorado sus órdenes. Ese viaje consistía en llevar unos papeles a una empresa, pero todo estaba raro, porque en el carro todos se comportaban extraños, incluso mi padre, pero yo ignoraba esos hechos, él quería que yo lo acompañara para que fuera yo quién me bajara a entregar esos papeles.

Todo se empezó a poner más turbio cuando esas empresas que visitabamos se convirtieron en bodegas que lucían abandonadas. Estaba tratando con tipos que me daban miedo, cuestioné mil veces a mi padre, quería saber que estaba haciendo, pero él siempre buscaba como desviar el tema sin explicarme nada. Notaba como esos tipos que trabajaban con mi papá cada vez que me notaban raro mostraban sus armas para asustarme, y lo lograban, yo no sabía que hacer, me tenía ansioso el hecho de no saber qué estaba pasando.

Un día de todos esos, estaba paseando en la calle con mi novia, pasábamos por un calle poco transitada, frente a nosotros estaba otra chica caminando sola, de repente, vimos como una furgoneta se paró frente a ella y la trepó al carro. Todo mi mundo se derrumbó cuando identifique a uno de los sujetos que la subió, eran mi papá y los otros señores. La situación ya había llegado a su punto máximo, cuando vi a mi papá en la casa lo confronte, él me dijo que estaba metido con un banda de crimen organizado, pero que lo tenían amenazado, dijo que ellos querían que yo fuera con él a sus negocios pero no le dieron razón, solo lo amenazaron diciéndole que si no iba yo, él pagaría las consecuencias con su vida. Esas palabras me derrotaron y me sometieron, me pidió de rodillas que lo apoyara y que así pronto volvería todo a la normalidad. Al final de cuentas acepté su petición, no quería dejar que lo mataran ni tampoco quería que mi hermano se quedará sin padre y mi madre sin esposo.

Pasó el tiempo y los seguí ayudando, uno de esos señores que trabajaban con él me nombró parte de la banda. Llegó el momento en que yo asistí a uno de esos tantos secuestros, tenía entendido que se lo hacían a hombres y mujeres jóvenes, eso no me dejaba dormir tranquilo; le pregunté a mi papá sobre a donde llevaban a esas personas, él solo no me respondía, o no quería hacerlo, o simplemente no sabía la respuesta.

Cuando cumplí dieciocho años, esos tipos me obligaban a firmar los papeles que yo entregaba en esas bodegas. Ahí fue donde todo salió mal y cometí un error, un grave error, pues eso fue el primer paso que me hizo cavar mi tumba.

A los pocos meses, las cosas habían llegado a un punto en el que yo escuché a esos tipos decir que ya no les servía más mi papá, pero yo sí, aún recuerdo el escalofrío que me dio escuchar eso. Antes que yo pudiera hacer algo al respecto, ya era demasiado tarde; simplemente ese mismo día mataron a mi padre. Yo entré en un shock terrible, no podía hablar ni tener una reacción. Vi a mi madre sufrir y planear todo el velorio y entierro por su cuenta ya que yo no podía ni respirar en paz, el miedo me tenía paralizado, lo que no quería que pasara terminó pasando, Mi mamá terminó viuda y mi hermano sin padre, todo por mi culpa. Pero el infierno, apenas empezaba…

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