Capítulo Veintidós

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《DÍAS DESPUÉS》

Me encuentro caminando por un bosque, puede ser un jardín, como si fuera el jardín de la casa, uno que nunca tuvimos; o simplemente solo es un bosque.
No tengo ni la más remota idea de donde estoy. Es un lugar desconocido, pero a la vez, el aire y el color de las hojas se me hace familiar. Yo sigo caminando derecho, no hay un camino fijo para poder seguir, así que solo me encuentro avanzando entre toda la maleza, no hay siquiera un animal a la vista, solo un clima frío y neblina.

En eso, escucho un grito a lo lejos, alguien está diciendo mi nombre pero no logro distinguir de quién es la voz.
Vuelve a gritar; una, dos, tres veces, una más fuerte que la anterior, pero no logro distinguir de dónde viene el sonido.

De la nada, enfrente de mis narices se hace visible una especie de montaña. Mi primer instinto es subir corriendo, sin detenerme. Conforme subo, los gritos se hacen más intensos y se escuchan más cerca, debo estar yendo por el camino correcto.

Al llegar a la cima, lo primero que veo es un árbol seco, no hay ni una sola hoja en el, como si hubiera sido quemado. El césped que estaba al subir montaña arriba ahora es pura tierra combinada con cenizas. A lo lejos veo lo que antes era un lago, pero ahora ya no hay nada de agua en él. Incluso el cielo está nublado, pero es extraño, nunca antes se había visto tan gris, como si una gran tormenta y huracán estuvieran próximos a venir. 

En el pie del árbol hay un joven tirado gritando mi nombre, es León. Me paro frente a él, tiene las muñecas cortadas y, a la vez, tiene el pecho cortado igual, abierto de extremo a extremo, su corazón literalmente está fuera de su lugar.

– ¡Armando por favor, ayúdame! – me grita, yo me pongo de rodillas ante él para ver que puedo hacer. En eso, una voz a mi espalda me detiene.
– ¿Seguro que vale la pena salvarlo?

Volteo y veo a Martín y a Andrés, viéndome con un gran cinismo. Regreso mi vista de nuevo a León y ahora se encuentra serio, viendo a la nada, sin expresión alguna, como si no tuviera alma dentro de él, parece no notar que está muriendo desangrado.

– Te dije que es mejor que te salves a ti primero. Ahora debes elegir – me dice Martín. Yo no sé por qué motivo no puedo hablar, muevo mis labios pero ningún sonido sale de ellos.

– Elige Armando, tu vida o la de él – me dice Andrés, mostrándome un cuchillo para que lo tome, pero niego a hacerlo. Por lo que entiendo lo que quieren es que acabe con mi vida de una buena vez o con la de León, uno de los dos. Martín comienza a contar.

3…

2…

1...

Al llegar el número uno, Martín deja caer el cuchillo al suelo mientras que a mis espaldas León se pone de píe y me lo entierra en el pecho, ni siquiera noté cómo es que el cuchillo llegó a sus manos. El dolor se vuelve insoportable, volteo a verlo realmente sorprendido, él solo me mira con mucha tristeza mientras que su piel comienza a pudrirse. Termina luciendo como un zombie.

– Buena elección mi amor – me dice León.

Acto seguido me empuja hacía el vacío. Comienzo a caer como si estuviera en cámara lenta, puedo ver como el cielo comienza a caer junto conmigo. Veo a León, Andrés y a Martín observando desde la altura. Uno de ellos tres se avienta junto conmigo.

Antes de poder reaccionar ante eso, alcanzo a notar que estoy a punto de tocar fondo…

Despierto de golpe…

Fue otra pesadilla de nuevo. Esta vez no me levanto gritando pero si sobresaltado, con mi respiración agitada e incluso sudando. Mi primera reacción es tomar el teléfono y ver que hora es; según esto, son las diez de la mañana. Noto que Mario ya no está en su catre, ya se fue a trabajar.
Siento muchos escalofríos después de tener ese sueño, más porque no está mi hermano para consolarme, iría con mi mamá pero a la vez no quiero alarmarla, aunque lo más probable es que ya esté despierta haciendo el desayuno tanto para mi como para ella.

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