Capítulo Treinta

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Okay. Hoy es el día, el último día en el que estoy en este país. Apenas me está cayendo el veinte de lo que sigue en mi vida, pero no estoy nervioso, al contrario, me siento emocionado sin llegar a estar ansioso.

Voy saliendo de bañarme, no tengo nada más que hacer, ayer en la noche dejé todo preparado para irme, mis maletas, mis documentos, todo. No puedo esperar para entrar a la universidad, después de tanto tiempo de angustia al fin puedo ver las cosas claras.

El vuelo sale a las tres, son las ocho de la mañana, falta mucho tiempo pero me sirve para irme despidiendo de esta casa y de todo lo que dejo en ella. Me pongo a reflexionar sobre mi hermano, sé que nunca lo voy a olvidar, pero si lo tengo que superar, lo único que quiero dejar atrás es todo el dolor que me causó su muerte y así poder llevarme conmigo su perdón.

Me pregunto qué es lo que hará mi mamá de ahora en adelante, ella se va a quedar sola, y eso me hace sentir un poco mal. Pero de una forma u otra esto debía pasar en cualquier momento, además la conozco muy bien y se que va a hacer lo posible por tener todo en orden, ella nunca se rinde. De todos modos sé que en algún momento voy a volver aquí.

Hablando de ella, mi madre se asoma por la puerta. Yo ya estaba terminando de cambiarme, hasta parece que la invoqué.

– Buenos días hijo. ¿Cómo estás? – me pregunta ella.

– Todo en orden. ¿Y tú cómo te sientes? – Ella se me queda viendo un momento, no puede contener su llanto. – ¿Qué pasa mamá? ¿Por qué lloras?

– ¡Ay hijo! Es que no puedo creer que hoy te vas, hoy comienzas una vida completamente diferente. Después de todo lo que hemos pasado al fin sucede algo bueno para nosotros – me dice, tomando asiento en mi cama.

– ¡Ay mamá! No me iré por mucho tiempo, sabes que voy a regresar aquí, lo único que quiero es que tu estés bien en lo que eso sucede.

Ella se limpia las lágrimas con sus mangas.

– Sabes que voy a estar bien hijo, lo único que no voy a poder evitar es que te voy a extrañar mucho – me dice dándome un abrazo.

– Yo también te voy a extrañar demasiado.

– Si tu hermano estuviera aquí, estaría muy contento por ti – me dice ella, sus palabras me llegan a lo más profundo de mi corazón.

– Lo sé. Él también es uno de mis motivos para hacer esto, sé que él sigue apoyándonos donde sea que esté ahora.

– Las cosas pasaron muy rápido… – dice mi mamá. Por un momento nos quedamos en silencio los dos.

– Así es… pero ya no hay que hablar de eso, si no los dos nos vamos a poner a llorar y a ver quién nos detiene – le digo. Suelto una pequeña risa.

– Tienes razón hijo. ¿A qué hora van a pasar por ti?

– Sara y Rodrigo nos van a llevar al aeropuerto, pero todos los chicos quedaron en venir como a las once para despedirse de nosotros. Prefiero que sea aquí que en el aeropuerto.

– ¿Me estás diciendo que no quieres que los acompañe al aeropuerto? – me dice ella. No quisiera que fuera con nosotros, me va a doler más irme con su mirada a mis espaldas.

– No es eso mamá, con trabajo voy a soportar que vayan Rod y Sara, no quiero que las despedidas sean más tristes – le digo.

– Está bien, lo entiendo, lo importante es que te sientas bien.

Le doy una sonrisa, ella me la devuelve.

– Voy a prepararte el desayuno, porque es el último en un buen tiempo. Dime que quieres – dice ella, con mucho entusiasmo.

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