CAPITULO 21

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AITANA

No puedo ni respirar con las manos de León recorriendo mi cuerpo, su dureza remarcandose en mi trasero, su aliento caliente en mi nuca erizando mi piel.

No aguanto, tengo demasiadas ganas. Las que me aguante en Nueva York, León me prende sin que me toque, basta con una mirada suya sobre mi cuerpo, esa mirada codiciosa, hambrienta...

Mi mano va a su cabello, me froto en su miembro y jadeo ansiosa, mientras escucho los gruñidos que emite de su garganta.

Sus manos aprietan los senos que ha venido degustando a su antojo en este tiempo y cada que lo hace, mi piel arde de puro placer y excitación.

He mantenido los ojos cerrados, que cuando los abro veo borroso del éxtasis que me hace sentir él, justo él.

Me vuelvo a dar la vuelta para ver esos ojos verdes oscurecidos por el deseo de tener mi cuerpo desnudo para él y hacerlo a su antojo.

Me carga y enredo mis piernas en su cintura, su miembro se clava en mi, lo siento aún con las prendas que nos separan del contacto, si permanece así unos segundos más, sale con el pantalón roto de lo tan duro que está.

Un poquito de cordura entra en mi.

—Mejor aquí no, cualquiera puede entrar. Imagínate si llega a entrar mi padre — le digo cuando me detalla con esos ojos que posee y va a bajar su boca a mis pechos.

—Aquí si, te aseguro que no te haré nada que tú padre no le haya hecho antes a tu madre — me dice y yo golpeó su pecho, saca una risa ronca.

Nos besamos, siento la fría pared golpear mi espalda, me muerde el labio y gimo de dolor y placer.

—Agárrate bien — me dice con esa maldita voz demandante, lo hago con mis manos aferrándose a su cuello.

Sus manos bajan a mis leggins que baja con mi braga dejando mi sexo desnudo.

Dos de sus dedos los guía a mi boca que abro sin problema y con gusto, los adentra, chupo, lamo sin despegar mi mirada de la suya imaginando que es la cosota que tiene entre las piernas.

—Mierda — gruñe sin quitar su mirada de encima de mi.

Sonrió coqueta, yo misma los saco, deslizando por mi cuello, pecho, abdomen e intimidad que acaricia sin pedírselo, está vez soy muy atrevida, porque quiero un objetivo que voy a lograr.

Los adentra y que rico, arqueo la espalda y es como si le ofreciera los pechos que tanto le gusta comerse, pues va directo a chupar y morder. Retengo su cabeza en ellos con mis manos, su mano libre acaricia mi espalda.

—¡Si! — gimo en alto con sus dedos volviendome loca, que saca y mete, puto placer.

Llevo mis manos a tapar mi boca, para que nadie me escuche. Incluso las muerdo para poder callarlos.

—Que nos escuchen — me quita las manos de la boca —, que todos escuchen tus gemidos, quiero que todos sepan que soy yo quien los provoca, de como te pones cuando te follo. Grita, no te cohibas  — lo hago, grito más cuando me da más con sus dedos — Eso, hazlo...

Se separa de mis senos y ataca mi boca con desespero, con pasión, pruebo el exquisito sabor de esa boca que me come como si no hubiera un mañana. Me toma del cuello sin dejar de besarme, su lengua explora todo a su paso, le correspondo con enorme gusto.

A cómo ya estoy es seguro que con mis gritos todos los empleados vendrán aquí para averiguar que pasa, León dejo la puerta abierta y si pasa alguien nos verá, el baño del gimnasio nunca lo uso, asi que es mejor meternos allí.

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