CAPITULO 44

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AITANA

Tengo diez minutos que salí de la ducha, en los que he estado parada frente a mi cama observando el vestido que trajo León, no sé si ponermelo, no porque no me guste es hermoso como todo lo que diseña mi madre, sino porque me están entrando ganas de no ir a la fiesta que ofrecerá Michele, es mi cantante favorito y muero por volverlo a ver, pero una parte de mi ya no quiere ir.

Me siento en la cama y paso los dedos por la tela brillante, ¿Iré?, ¿O no iré?. Está claro que no puedo hacerle un desaire así a ese hombre, no después de que me regaló el pendrive con canciones inéditas.

Suelto un suspiro y me voy al tocador para peinarme, terminando de arreglarme, me pongo frente al espejo de cuerpo completo y me quito la bata que cae al suelo, mi piel se eriza al no tener algo que cubra mi cuerpo más que la diminuta braga negra. Voy al vestido, lo tomo con cuidado y me lo empiezo a poner.

Llevo las manos detrás de mi espalda para subir el cierre, para finalmente estar lista y León pase por mi.

Siento una mano que quita las mías sin ser brusco, me sobresalto, pero al instante me calmo cuando el aroma de su perfume me llega a la nariz, cierro los ojos disfrutando el olor tan rico.

Veo que se le está empezando a hacer costumbre asustarme.

Sube el cierre poco a poco, ya que sus labios tibios tocan mi espalda recorriendo a besos. Aprovecha todo momento para dejar la huella de sus labios en mi cuerpo.

-No escuché cuando llegaste - le digo inclinando la cabeza hacia un lado, sintiendo los dedos rocar mi espalda.

-Estabas tan entretenida frente al espejo admirando todo de lo que soy dueño - ruedo los ojos y siento una pequeña mordidita en uno de los tatuajes. No me causa dolor, sino placer.

Termina de subir el cierre dejando un beso en mi nuca, el recogido que me hice se lo permite.

Siento como abandona sus manos de mi cuerpo y se aleja, seguido de ello una nalgada se escucha en uno de mis glúteos.

-¡Oye! - me volteo molesta y él pone una sonrisa de esas que te dan ganas de borrar con una bofetada.

-No es mi culpa que tengas ese culo - se encoge de hombros.

Ruedo de nuevo los ojos y voy al espejo para ver cómo me queda el vestido.

Mis cejas se levantan al ver cómo se ajusta a mi cuerpo, marcando mis caderas, la curva de mi cintura y los senos, el peinado es el indicado. Mis ojos lucen mucho con las sombras, me subo a los tacones.

Veo como se posa detrás mío, poniendo sus manos en mi vientre cuando me rodea con ellos, aún con tacones me veo muy pequeña a su lado, sus dos metros imponen demasiado, su traje va a juego con mi vestido. Subo la mirada a la suya, él ya me estaba mirando e ignoro el brinco de mi corazón volviendo a posar la mirada en mi.

-Vas a lucir más que todas las mujeres en esa fiesta. Todos voltearan a vernos y clavaran sus ojos en la mujer que me acompaña - su aliento caliente se va a mi cuello.

-No me preocupa si luzco más que todas, si voy es pasarla bien. Debería importarte a ti, lucir más no yo - vuelvo la mirada a él.

-Me importa porque yo soy el mejor y lo que me rodea también debe serlo - sube una de sus manos abajo de mis pechos - soy el rey y tú la reina.

Levantó una ceja y sonrió.

-Aquí no hay reyes.

-Por eso somos los únicos - me gira la cabeza cuando posa sus dedos en mi barbilla para verlo - y así será siempre - me besa y correspondo llevando mi mano a su cuello.

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