CAPITULO 42

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DAVID

Veo cada foto que está pegada en la pared, en cada una está el rostro de Aitana, las fotos se las he tomado con mi teléfono, desde el primer día que la empecé a seguir.

Sé a qué hora sale de su departamento, de la empresa de su madre, de su casa. He estado aprendiendo todo lo que necesito de ella.

No quiero que sea más de León, ella es la mujer que quiero para mí desde hace mucho tiempo, he estado esperando, para poder ofrecerle una fortuna más grande que la de ese maldito que es mi primo. Solo que ya no podré esperar un minuto más para tenerla la necesito conmigo, deseo a esa mujer, hacerla mía, borrar los malditos rastros que pudieran haber de León en su cuerpo. Adelantaré todo y con ella a mi lado trabajaré para darle más que León.

Al momento de tenerla en mis manos sacaré provecho de ello, haré pasar todo como un secuestro, pediré una jugosa recompensa a Leonardo Alcocer y al bastardo hijo de mi tío. Una parte será para pagar mi deuda con el viejo Douglas y la otra para irnos lejos solo ella y yo, estoy muy seguro que olvidará a mi primo y se va a enamorar de mi, como lo estoy yo de ella.

—Pronto vamos a estar juntos mi amor, te voy a sacar de las garras de ese infeliz y nos iremos muy lejos a vivir nuestro amor — acaricio su hermoso rostro en la fotografía — te prometo que seremos muy felices, con los hijos que vamos a tener — acerco la foto y beso sus labios.

Sonrió porque pronto los besaré de verdad.

Salgo de la bodega que pasa desaparecida, es dónde estaremos mientras me den el dinero por regresarla, la cara que pondrán cuando se enteren que nunca la volverán a ver.

Cuando estoy en la zona donde los autos circulan, me quedo viendo para ver si pasa un taxi y poder ir a casa. Sin embargo una motocicleta se detiene frente a mi con dos hombres, que trabajan para ese viejo gordo.

—El jefe quiere verte — habla uno de ellos con voz ronca.

—Más tarde iré, por el momento tengo que resolver unos pendientes — intento irme, pero el segundo se me pone enfrente.

—Dijo que ahora, no más tarde. Así que andando — advierte severo y tenso la mandíbula haciéndole caso.

No me niego más, si lo hago llegarán los golpes y no quiero tener la cara llena de ellos, debe de estar limpia para cuando me vea Aitana.

El otro se va solo en la motocicleta, mientras que el otro viene detrás de mi, cuidando que no me quiera escapar. Son más altos y corpulentos que yo.

Varias cuadras después caminando llegamos al establecimiento clandestino.

Entramos y veo a las bailarinas ensayando para el show de esta noche, las meseras en pequeñas minifaldas, llevando los tragos a los pocos clientes que están sentados en las mesas.

Siento un empujón de uno de los hombres —Andando que sabes que al jefe no le gusta esperar.

Me sigue empujando mientras caminamos a la oficina del tipo, los guardias que cuidan fuera de ella abren la puerta y el mismo tipo me empuja adentro y entra el otro.

—Me gusta que cumplan mis órdenes, David — sonríe Douglas con un cigarrillo en la boca.

La oficina apesta, además que está en pésimas condiciones, avienta a la mujer que estaba montandolo, cae al suelo con los pechos aire, él se levanta quitándose el preservativo que lanza a dónde está la mujer delgada de pocas curvas. Es bastante notorio el olor que desprende, no solo él, sino también sus hombres bien que saben que se le está pudriendo la polla.

Le grita a la mujer que se largue y puedo ver la cara pálida que tiene, rápido se tapa con su vestido y sale de la oficina.

El asqueroso gordo, se va a sentar a su escritorio después de servirse un vaso de Ron.

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