CAPITULO 35

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AITANA


Me remuevo en lo que supongo es una cama, mi cabeza está enterrada en una almohada la cual abrazo, tiene un aroma familiar, abro los ojos despacio para saber dónde me encuentro, termino por abrirlos y solo con observar una pared sé donde me encuentro. Dejo la almohada que estaba abrazando, que huele a él, por lo tanto es de ese hombre.

Miro hacia los sillones y ahí está sentado con su laptop en las piernas, para estar aquí es porque me dormí en el camino y en lugar de llevarme a mi departamento me trajo a su penthouse.

Vuelvo a cerrar los ojos para poder acostumbrarme a la luz de la habitación, cuando los vuelvo a abrir León ya no está sentado en el sillón, está subiéndose a la cama sin camisa. No pasó ni un segundo.

—Estaba esperando que despertarás, es hora de cumplir con mi compromiso — está ya encima de mi olisqueando mi cuello.

Todo lo sucedido en mi oficina me lo recuerda mi cerebro, además me siento rara, no sé que me está pasando últimamente. Dos cosas por las que no puedo y no debo dejarlo hacer nada.

Empieza a acariciar mis piernas por encima del pantalón y así como estoy no es que le sirva a mi sistema, está vez no quiero hacer nada. Mi corazón late desenfrenado, otra vez siento ese nervio.

Me va a besar y aparto la cara.

—No quiero, quítate — trato de empujarlo pero es más fuerte.

—Vamos a disfrutar los dos como siempre, preciosa — me acaricia la mejilla con los nudillos.

Me le quedó viendo y no sé que me pasa, esos ojos verdes, su boca...

No quiero estar con él, ni tampoco estar aquí en su penthouse.

—No, me quiero ir, León — le digo y se me queda viendo, descifrando mis ojos, no encuentra nada.

Niega.

—No, quiero hacerte mía, Aitana — de nueva cuenta va a besarme, otra vez aparto la cara —¿Qué sucede? — pregunta, no me besa los labios pero si la mejilla y da un pequeño mordisco.

Se acomoda mejor y siento lo duro que está.

Me tengo que ir, no puedo estar aquí.

Noto como su mano se dirige a los botones de mi blusa, no veo sus ojos, solo lo aviento al otro lado de la cama.

Me levanto y bajo los dos escalones para llegar a dónde estás los sillones.

—No sé que te pasa, pero no quiero que empieces una discusión como la que sucedió en tu oficina — dice levantándose de la cama.

Poso mis ojos en cualquier lado que no sea él.

—No estoy de ánimos para eso, solo quiero irme a mi casa — tomo una respiración.

—Son las 11:30, mejor quédate aquí, desnuda en mi cama, gimiendo y rogando por más — no sé en qué momento me tiene entre sus brazos.

—Necesito irme — mi voz sale desesperada, muuuy y era lo que no quería —, porque tengo trabajo que hacer, es de urgencia e importante — trato de arreglar porque mi voz salió así.

Se me queda viendo para averiguar si hay algo más que él no sepa, entrecierra los ojos y cuatro segundos después me suelta.

—Vamos — dice serio.

—No es necesario que me lleves tú, cualquiera de tus guardaespaldas puede hacerlo.

—Vamos dije — habla más serio.

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