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Juanjo cerró la puerta de un portazo y se fue a su habitación, notaba una fuerte opresión en el pecho, las palabras de Martin le habían dolido más de lo que habría imaginado. Si que es verdad que cuando recordó todo lo que había sucedido la noche anterior le entró el miedo, pero tras meditarlo fue poco a poco asimilando lo que al parecer había sido un secreto a voces: los chicos también le atraían, y en especial cierto vasco con bigote que lo volvía loco desde el primer día que se conocieron.

Pensó que le iba a costar más asimilarlo, pero al parecer su subconsciente llevaba mandándole señales desde hacía tiempo, señales que había tratado de encerrar dentro de él, pero después haberse besado con Martin ya no había vuelta atrás. No podía hacer como si no hubiese pasado nada, especialmente porque cada vez que pensaba en como se había sentido al rozar sus labios... Nunca había sentido nada igual, era como si su cuerpo recibiese constantes y ligeras descargas eléctricas allá donde le tocaba, le había hecho sentir como en el cielo y había querido averiguar si había sido porque era un chico o por ser Martin en concreto, aunque todo apuntaba más bien a lo segundo. Desde que quedaron aquella vez de improviso se había sentido seguro a su lado y eso le ponía las cosas mucho más fáciles, había pensado mientras iba a comprar que precisamente con él y no con ningún otro chico podría ser el Juanjo de verdad, y que nadie le juzgaría. Podría hablarle de sus miedos, del impacto que esto suponía para su vida y en definitiva de todo, pero al parecer había estado completamente equivocado.

El vasco había sido el primero en sacar conclusiones que no dejaban a Juanjo en muy lugar y ahora se sentía estúpido por haber creído que era una persona pura y buena de esas que ya no se ven todos los días, cuando realmente había sido como todos. Juanjo se sorbió los mocos y se secó con la mano las lágrimas de impotencia que habían estado a punto de salirle delante de Martin, pero que gracias a dios no lo hicieron y se comió de un bocado una de las napolitanas. Salió a buscar a sus amigos, pero ambos seguían durmiendo o en sus respectivos cuartos, por lo que no quiso molestarles y al ver que en la terraza daba el sol, decidió sacar del salón uno de los sillones reclinables para echarse al sol una cabezadita y tratar de olvidar la mierda de día que estaba pasando, como decía su madre el sueño todo lo cura y eso iba a hacer. Dejó la bolsa con la bollería encima de la mesa de la terraza y se tumbó poniéndose las gafas de sol y pese a toda la impotencia y lo frágil y expuesto que se seguía sintiendo el sueño terminó apoderándose de él.

Un par de metros más arriba Martin entraba a la ducha, tampoco estaba teniendo un buen día, pero sintió como el agua iba sanándole poco a poco. Se sentía estúpido por haber sacado conclusiones precipitadas de Juanjo, si bien este ya le había dado motivos de creer eso, aunque después de que se sincerase e hiciesen las paces igual tendría que haberle dado un voto de confianza. Se propuso tratar de pedirle perdón, pero no sabía cómo hacerlo ni cuándo sería lo mejor por lo que decidió que dejaría pasar un par de días para tratar de tener una conversación lo más civilizada posible y no terminar a gritos como había sucedido antes.

Al salir de la ducha, el vasco se enfundó unos pantalones cortos de chándal y una camiseta de tirantes blancas que se le ceñía al cuerpo y cuando salió del baño notó una presión en el brazo que lo arrastraba hacia la habitación de Chiara. Una vez dentro, la menorquina cerró la puerta y se tumbó de nuevo en la cama al lado de Ruslana.

—Me parece que nos tienes que contar muchas cosas—dijo la pelirroja con una gran sonrisa en la cara y Martin bufó.

—No te vas a escapar tan rápido. You must tell us everything.

Viendo que en verdad no tenía escapatoria y que le iban a perseguir por todo el piso hasta que les contara con pelos y señales lo que había pasado se rindió y se acercó a la cama.

—Vale, pero hacedme un hueco. —Las chicas no tardaron ni dos segundos en hacerle un sitio justo entre ellas y Martin saltó y se tumbó a su lado cogiéndoles de la mano. —Juanjo y yo nos liamos.

Dale Miénteme - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora