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Ese mismo viernes Juanjo entró cansado al piso. La clase de técnica vocal había sido muy productiva, pero sentía sus cuerdas vocales sufrir y estaba seguro que en un par de horas se habría quedado sin voz, especialmente si esa misma noche iban a salir de fiesta. Pese al cansancio la idea de salir con sus dos mejores amigos le gustaba. Es verdad que en un primer momento se había sentido reacio a ello, sin embargo tras no haberse podido sacar de la cabeza a Martin en todo el día sentía que le vendría bien tomarse un par de copas, bailar hasta que sus pies no aguantasen más y olvidarlo todo, aunque solo fuese durante unas cuantas horas.

Lo que había pasado con Martin le dolía y mucho. Estaba seguro de que nunca se había sentido tan vacío, los días parecían una sucesión de acontecimientos sin ninguna emoción. Todo a su alrededor parecía gris, y el maño sentía que había perdido las ganas de reír, hacer planes, socializar y en definitiva hacer todas aquellas cosas de las que siempre había disfrutado. Aunque sin duda lo peor de todo era que de algún modo u otro Martin terminaba colándose en sus pensamientos a todas horas. A veces era una canción, otras una conversación esporádica en el metro o incluso una paloma que se cruzaba en su camino mientras andaba por las transitadas calles de Madrid. No podía más, cada vez que pensaba en el vasco se sentía peor, por lo que terminó pensando que una buena fiesta sería lo mejor para opacar todas esas sensaciones que no le dejaban dormir por la noche. Definitivamente necesitaba olvidarse de todo el dolor, no sentir nada y desinhibirse. Quería volver a ser el Juanjo de siempre, el de antes de conocer el amor y haberse dado la hostia de su vida. Quería volver al pasado y olvidarlo todo, vivir sin ese sentimiento que le atormentaba. Siempre había sido un escéptico en eso del amor y se había burlado de aquellas personas cercanas que habían caído en sus trampas. Los había visto sufrir y se había dicho que a él no le pasaría eso, durante los veinte años de su vida le había ido bien pero todo había cambiado cuando Martin apareció en escena. Qué ingenuo había sido, pensaba que podría controlar sus sentimientos, mantenerlos a raya y sin embargo, había terminado enamorándose locamente por un chico bohemio. Desde luego, eso nunca había entrado en sus planes, pero confiaba en que con el tiempo todo mejoraría, confiaba en que los sentimientos que sentía por Martin se irían difuminando lentamente hasta esfumarse por completo y que cuando pensase de nuevo en él ya no habría más mariposas en su estómago o lágrimas agolpándose en sus ojos. Confiaba en que sería capaz de borrar todos los recuerdos dolorosos. Y sin duda, el primer paso para ello sería borrar la sensación de sus labios, sus caricias, lo que le provocaba su risa. A fin de cuentas siempre han dicho que un clavo saca a otro clavo por algo.

—¡Hola!

—¡Juanjo! Si que has tardado, va que tenemos que arreglarnos, emborracharnos, cenar, seguir bebiendo e ir a la discoteca. El tiempo es oro—dijo Bea que parecía realmente concienciada con el plan de pillarse un buen pedo.

—Me doy una ducha y me pongo a ingerir cerveza como si no hubiese mañana. Lo prometo—dijo acercándose para darle un beso sobre la coronilla profundamente agradecido porque sus amigos estuviesen con él en esta mierda de situación.

Tras un buen rato los tres salieron a la terraza a cenar y hacer la previa. Cualquier persona normal pensaría que estaban locos por preferir la terraza en pleno noviembre en Madrid. El aire frío se colaba pese a los edificios que la rodeaban, pero allí se encontraban los tres amigos sentados en sus respectivos asientos riendo como locos de cualquier tontería. Las terrazas siempre habían sido un requisito esencial para los tres amigos, ya podía diluviar, estar a menos cinco grados bajo cero o incluso granizar que siempre se encontrarían sentados en la terraza de cualquier bar en lugar de en cualquier otro sitio cerrado con la calefacción. Siempre habían hecho bromas sobre eso y habían llegado a la conclusión de que todo se debía a su adicción por la nicotina. Ninguno de los tres toleraría perderse las mejores conversaciones por tener que salir solo a fumar, por lo que era preferible estar fuera directamente. Además, siempre sostenían que con la cantidad perfecta de cervezas el frío tampoco era para tanto.

Dale Miénteme - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora