Epílogo

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—¡Martin, aquí! —gritó un fotógrafo captando la atención del vasco quien se giró en su dirección para posar como un verdadero modelo. El hombre le agradeció con una sonrisa y Martin le devolvió el gesto con un asentimiento corto de cabeza mientras avanzaba por la alfombra roja como si hubiese sido entrenado para ello. Le encantaba la atención de los flashes y sobre todo posar, siempre intercalaba poses más serias con miradas audaces, medias sonrisas, etc. que terminaban por derretir a media España.

Cuando consiguió avanzar lo suficiente, Martin se topó con una zona donde los periodistas podían entrevistar a los invitados de la premiere durante unos breves minutos y con un paso calmado avanzó hasta allí posándose al lado de uno de sus compañeros de reparto quien estaba respondiendo a una periodista divertido.

—Hola—dijo Martin incorporándose a la conversación y su compañero Carlos le sonrió mientras le pasaba un brazo por encima del hombro.

En ese momento la periodista le repitió la pregunta al vasco para que este pudiese responder también, y tras un segundo para pensar este le respondió desenvolviéndose con soltura.

—Qué bien hablas siempre—le halagó su compañero en voz baja y Martin le respondió con una ancha sonrisa —Anda míralo—dijo tras una pausa señalando a su pareja que se encontraba viéndolos con una sonrisa pegada en el rostro.

Martin dirigió la mirada hacia allí y le dio un corto saludo con la mano, se alegraba de ver cómo el chico había ido a apoyar a su compañero y amigo. Sin embargo, no pudo sentir tristeza al notar que faltaba alguien a su lado.

—Ahí tendría que estar él también—dijo con voz triste y Carlos hizo un puchero apretando el brazo que tenía sobre su amigo para darle apoyo.

Tras cuatro largas horas de evento, el vasco se encontró solo a las once de la noche en la puerta esperando al taxi que había pedido. Tras las fotos, entrevistas y ver el primer capítulo de la esperada serie casi todos los invitados se habían quedado a la fiesta que había tras la premiere. Sin embargo, Martin solo deseaba llegar a la calidez de su casa, cenar algo caliente y meterse bajo las mantas de su cama hasta caer dormido en un profundo sueño. Cuando llegó al pequeño piso que alquilaba en el centro de Madrid, sintió el frío recorrer su cuerpo a través de las trasparencias que tenía la camisa que llevaba por debajo del traje por lo que encendió la calefacción al máximo y fue directo hacia la habitación para cambiarse y ponerse un pijama mullido al tiempo que sus tripas rugían pidiendo que cenase algo cuanto antes.

Al llegar a la cocina una sensación de vacío le reconcomió por dentro, aquel espacio se había convertido en uno de los favoritos del piso. No es que le gustase mucho cocinar, pero con el tiempo le había cogido el gusto a hacerlo en compañía. Le encantaba poder mantener conversaciones de todo tipo mientras cortaba algunas verduras y se quedaba embobado mirándole y sin embargo, las luces de la cocina estaban apagadas, todos los platos se acumulaban en la pila y cuando fue a abrir la nevera la encontró vacía a excepción de sus galletas favoritas, las de los Simpsons.

Esa habitación ya no parecía trasmitir la misma calidez que lo había hecho meses atrás. Suspiró mientras cerraba de nuevo la nevera y se dirigió al salón para sentarse en el sofá y llamar a cualquier local para que le trajesen la cena. Tras haber pedido, el chico sintió que se le venía la casa encima, todo le recordaba a él... especialmente en el día de hoy. No entendía como podía echar a Juanjo tanto de menos, como se había convertido en una persona imprescindible en su vida. Pero sin embargo, él no estaba allí. Sintiéndose un poco masoquista entró a Instagram para cotillear las stories que había subido a su perfil y lo encontró sonriente encima del escenario, pasó a la siguiente y vio el vídeo que había resubido de un fan. En este se veía a Juanjo, especialmente guapo con un traje blanco que le quedaba como un guante y un maquillaje excepcional, cantando una de sus últimas canciones mientras que los fans coreaban como locos e iluminaban el Palau Sant Jordi con linternas. Martin sintió orgullo al verle ahí subido, él solo, llenando ese escenario y de pronto recordó aquel joven chico de veinte años que había conocido nada más mudarse a la capital que estaba aterrado por dejar la ingeniería naval, de eso hacía ya quince años. Las lágrimas comenzaron a agolparse sobre sus ojos, finalmente había conseguido su sueño, al igual que lo había hecho él. Pensar en aquellos dos jóvenes confusos que terminaron por enamorarse siempre le ponía melancólico, sentía que el tiempo había avanzado demasiado rápido y en ocasiones cuando se veía de nuevo agobiado por los rodajes, entrevistas, eventos... deseaba volver a aquellos años de autodescubrimiento de la mano del maño. Aún se sorprendía al pensar como habían llegado con sueños a Madrid, con unas expectativas imposibles de cumplir y de pronto cada uno por su cuenta había conseguido cumplir cada una de las metas que se habían propuesto.

Dale Miénteme - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora