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La alarma sonó y Juanjo sintió que quería morirse, a penas había dormido cuatro horas porque se había quedado ayudando a Martin con los ensayos para las pruebas del musical. Si bien al verse en el espejo del baño unas ojeras exageradamente grandes y notar cada uno de sus músculos extremadamente pesados, sintió que había valido la pena. Estuvo dando pie a todas las intervenciones de Martin hasta por lo menos las tres de la mañana que fue cuando consiguió convencerle de que sería mucho más efectivo dormir que quedarse ensayando toda la noche, pues al día siguiente estaría cansado. Se quedó abrazándole y dándole un masaje en la cabeza hasta que el joven se quedó dormido en sus brazos y Juanjo experimentó sensaciones demasiado fuertes en ese momento. Cualquier persona diría que no había sido para tanto, sin embargo Juanjo sintió como el pequeño se quedaba dormido poco a poco ante sus atenciones, primero sintió que sus ojos iban cerrándose durante cada vez más tiempo, pese a que Martin luchaba por mantenerlos abiertos, después su respiración se había convertido cada vez más pausada y constante y finalmente el cuerpo del vasco se relajó por completo entre los brazos de Juanjo y este simplemente observó al otro dormir plácidamente. Parecía más joven dormido, tenía el pelo despeinado tras las caricias que le había dado, los labios entreabiertos y esas largas pestañas que tanto le gustaban se veían más bonitas que nunca. Juanjo no entendía cómo podía sentir tantas cosas cerca de Martin, incluso cuando él estaba dormido.

Habían pasado semanas en las que su relación de amistad se había estrechado y rápidamente el pequeño se había convertido en un gran apoyo para Juanjo, quien le contaba todas sus inquietudes, incluso aquellas que no había tenido el valor de contar al resto de sus amigos. Juanjo sentía que con Martin todo era mucho más fácil, le trasmitía calma y le daba la sensación de que siempre decía lo que necesitaba escuchar en ese momento como si le leyese la mente o algo parecido, de hecho muchas veces sentía que no necesitaba palabras para comunicarse con él, su mirada se lo decía todo. Todo eso asustaba a sobremanera al maño, desde que conoció a Martin supo que había algo en él diferente que lo atraía a su alrededor e incluso en aquellas primeras quedadas sintió una confianza genuina con el chico. Sin embargo, los días iban pasando y el acercamiento cada vez era mayor, Juanjo sentía que cada vez necesitaba verle durante más tiempo, hablar por whatsapp incluso cuando no podían quedar porque le echaba de menos y especialmente besarle, abrazarle o en definitiva tocarle cuando se encontraba cerca suyo. Todas esas cosas que el maño nunca había sentido por nadie y en especial en tan poco tiempo. Si bien había tenido alguna que otra pareja cuando estaba en el instituto estas no habían durado más de dos meses y ni por un segundo sus sentimientos habían sido tan intensos como ahora.

Sentimientos, pero que dices Juanjo.

Martin era solo su amigo, un buen amigo al que quería besar la mayor parte del tiempo, pero de ahí a sentir cosas más profundas por él... Juanjo no era de esos de los que se andaban enamorando de las personas, ni de los que caminaban de la mano dando un paseo por la calle y mucho menos de los que les hacían sorpresas a sus parejas. Nunca lo había sido y tampoco pretendía empezar a hacerlo ahora, de hecho siempre se había burlado de ese tipo de personas. Sin embargo, en ese momento observando a Martin durmiendo en sus brazos sintió cosas que le dieron bastante vértigo, no quería que su vida cambiase estaba bien tal y como estaba, tampoco quería que la relación que tenía con Martin fuese a más, ni a menos por lo que sintió una fuerza mayor que lo empujó a apartar cuidadosamente los brazos del vasco de su alrededor, se levantó de la cama tratando de no hacer demasiado ruido y volvió a tapar con las sábanas a Martin para que no pasase frío por la noche. Se permitió observarlo durante un último instante más y sintió que su corazón daba un vuelco, señal de que debía marcharse de allí lo más rápido posible, así que bajó a su piso a dormir a eso de las cuatro de la mañana.

Estaba sentado en el salón tomándose un café cuando Álvaro salió de la habitación ya cambiado y le sonrió.

—Buenos días

Dale Miénteme - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora