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                                                                                 *UN MES MÁS TARDE*

La pelirroja estaba tumba en el sofá revisando por quinta vez el perfil de Instagram de su nuevo compañero de piso el cual llegaba hoy. Había hablado un par de veces con él para explicarle un poco el tema del contrato con la inmobiliaria, el precio de alquiler, gastos, etc. pero no habían profundizado más su relación más allá de haber contactado por uno de los cientos de grupos que habían surgido por Twitter para que los de primer año de la RESAD se conociesen. Ella había colgado un anuncio diciendo que había alquilado un piso para tres personas y que necesitaba dos compañeros a lo que el vasco le había escrito para decirle que estaba interesado. De momento no había encontrado a la tercera persona, así que el primer mes se encargarían de los gastos entre ambos, pero Ruslana se dijo que en cuanto llegase Martin ambos harían campaña en redes, la academia y donde hiciese falta para conseguir a otra persona lo antes posible.

La foto de Martin sentado con las piernas cruzadas y una piedra en cada mano mientras miraba al cielo, no sabía porqué le hacía tanta gracia ese foto en especial, pero sentía que el chico era muy bohemio y no se le parecía a nadie de su entorno. Pese a ello, y aún con todos los nervios Ruslana se sentía optimista respecto a forjar una relación de amistad con su nuevo compañero de piso y de clases.

En eso llamaron a la puerta haciendo que la pelirroja se levantase de golpe del sofá y cerrase el móvil para dirigirse emocionada a la puerta.

—¡Hola Martin! — gritó emocionada alargando la última vocal del nombre tras haber abierto la puerta.

—Hola— contestó el vasco mientras dejaba un par de bolsas en el suelo para poder corresponderle el abrazo. Estaba nervioso, pero así de primeras Ruslana le había dado buenas vibes. — ¿Sabes? Creo que eres de las pocas personas que dicen bien mi nombre a la primera. — añade con una sonrisa de oreja a oreja.

— Anda no me lo creo. No es tan complicado ver que si no se escribe con acento no se pronuncia igual, ¿no? ­­— el chico negó con la cabeza sonriendo y miró todas sus maletas — Venga que te ayudo a entrar todo esto.

Tras media hora, Martin y Ruslana habían conseguido trasladar todo el equipaje del vasco a su nueva habitación y la pelirroja como buena anfitriona le había enseñado el resto del piso.

— Sé que no es gran cosa, pero tiene todo lo que necesitamos por el momento. Aunque sea un poco viejo, quizás podríamos decorarlo para que no nos deprima al entrar. — añadió al final de su tour.

— Bueno si te sirve de algo, no esperaba encontrar nada como esto por el precio que tiene y menos en Madrid. La verdad que estoy encantado y además, el sofá y estos dos sillones son tan vintage... En verdad me encantan, le dan un toque de personalidad al piso, pero estoy convencido de que cuando lo decoremos vamos a amar cada uno de los rincones.

Ruslana rio ante el comentario de Martin, no había podido evitarlo. No se había equivocado al pensar que era un bohemio alternativo, pero estaba más que encantada con él. Sin embargo, el chico no entendía la risa de su compañera y la miraba extrañado como si hubiese soltado algo fuera de lugar o un comentario muy gracioso.

—¿Qué pasa? ¿He dicho algo raro?

—Nada, nada. Es que verás... Martin eres un bohemio en toda regla, simplemente me ha hecho gracia el comentario de bohemio de manual. — la risa de Ruslana se fue disipando cuando vio que la cara de Martin no cambiaba, quizás se había pasado. Sabía que de primeras solía parecer una chica seria y poco bromista, haciendo que muchos se tomasen a pecho los comentarios que soltaba por lo que añadió — no lo digo como algo malo, de hecho, creo que nos vamos a llevar genial. No me vendría mal aprender un poco a ser más bohemia y a tomarme las cosas con calma.

Este comentario pareció calmar los nervios que habían surgido en Martin y le respondió con una sonrisa. Hasta que cayó en algo y salió pitando a su habitación dejando a la pelirroja sin palabras.

Volvió con una caja en sus manos. Al sentarse de nuevo al lado de Ruslana que seguía sin entender nada, la abrió dejando a la vista un surtido de dulces medio machacados.

—¡Se me había olvidado! Mira que mi madre me dijo que los sacase de la bolsa nada más llegar, pero se me ha ido completamente de la cabeza. Son dulces típicos de Bilbo, me los ha dado para que los pruebes, te recomiendo los bollos de mantequilla. Están que te mueres.

—¿Martin eres un ser de luz? —dijo la pelirroja al ver el contenido de la caja, que pese a que algunos estaban perjudicados por el viaje todos y cada uno de los dulces tenía una pinta exquisita— Llevo alimentándome de macarrones con tomate toda la semana, ¡te quiero! — dijo mientras se llevaba un bollo a la boca y tras morderlo cerró los ojos disfrutando del manjar.

El vasco se quedó observándola divertido. Esta última semana había sido dura para él. La había dedicado a terminar de hacer las maletas y a despedirse de su familia y de sus queridísimos amigos con la promesa de volver al primer puente que pillase. Siempre había sido un chico sensible por lo que las despedidas junto con los nervios de la mudanza pudieron con él a lo largo de toda la semana. Había necesitado también despedirse de todos los lugares especiales de su pueblo, por lo que había aprovechado algunas tardes para pasear solo por la playa respirando por última vez la calma y la tranquilidad que esta le otorgaba.

Sin embargo, al llegar al piso Ruslana le había hecho sentirse como en casa, aún no daba crédito como una persona desconocida y aparentemente tan diferente a él podría hacerle sentir así de bien. Realmente esperaba encontrar en ella a una buena compañera de piso, pero tras pasarse toda la tarde hablando sobre sus expectativas del curso que iban a empezar y bromeando de cualquier gilipollez, se dio cuenta de que seguramente la chica se convertiría en una de sus mejores amigas en Madrid y no podía estar más que agradecido por ello.

Dale Miénteme - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora