16

3.3K 191 11
                                    

Cuando Juanjo bajó del escenario aún estaba extasiado por las emociones y fue corriendo hasta sus amigos que no tardaron más de un segundo en envolverlo en un abrazo eufórico, incluso Ruslana había vuelto hacía un rato estaba con ellos. Cuando se separaron Juanjo miró por primera vez desde que había bajado a Martin, pero este bajó la cabeza al tiempo que le devolvía su copa intacta. Parecía avergonzado, nervioso casi nunca apartaba la mirada del mayor y esta vez lo había hecho, cosa que inquietó a Juanjo.

—Chicos voy a salir un rato a que me dé el aire, ahora vuelvo—dijo el vasco levantando la voz para que se escuchase por encima de la música. Todos asintieron y Juanjo comenzó a caminar detrás de él de forma inconsciente, como si sus piernas actuasen por sí solas y no pudiese mantenerse alejado de Martin por mucho más tiempo.

Una vez salió, Martin comenzó a andar hacia un pequeño parque de niños que había en el otro lado de la plaza y donde al parecer no había nadie y estaba bastante oscuro. El pequeño se sentó en un banco aún sin reparar en la presencia de Juanjo siguiéndole los talones. Se puso las manos frías sobre sus mejillas, las cuales seguían ardiendo al recordar lo que acababa de pasar dentro del karaoke, el pobre necesitaba unos minutos para recomponerse de semejante actuación pues aún notaba como le faltaba el aire cuando se imaginaba de nuevo a Juanjo pegado a su cuello cantándole delante de todo el mundo.

—Hola—dijo el maño cuando se sentó al lado de Martin.

El vasco encarnó una ceja divertido y se giró para sentarse con las piernas cruzadas mirándole.

—¿Hola? ¿Eso es todo lo que vas a decir?

Juanjo rio durante un instante y buscó algo ingenioso para decir, pero no encontró nada el alcohol y Martin no lo dejaban pensar con claridad.

—Bueno, creo que ya he dicho suficientes cosas. Pero tú aún no me has dicho si te ha gustado la actuación—se había lanzado a la piscina, no sabía como actuaría frente a una respuesta negativa, sin embargo Martin se acercó un poco más a Juanjo hasta que sus narices quedaron a escasos centímetros.

—¿Tú qué crees?

—No tengo ni idea, por eso te pregunto.

—Pues una pena que no lo sepas—dijo Martin con una sonrisa pícara y Juanjo no pudo evitar bajar su mirada a esos labios tan sensuales, si inclinaba ligeramente la cabeza podría probarlos, pero había algo en su interior que le frenaba.

—Martin...—trató de decir, pero su voz era una octava más baja de lo habitual y al escucharla el vasco sintió escalofríos por todo el cuerpo, ¿cómo podía ser tan sexy? Ninguno se había movido, aunque ambos estaban deseándolo.

—¿Qué te pasa Juanjo? —y dejó caer inocentemente su mano en la pierna del mayor y poco a poco fue deslizándola milímetro a milímetro de forma casi imperceptible hasta la parte alta de su muslo.

Cuando Juanjo notó su mano ascender por su pierna se volvió completamente loco, no podía dejar de mirar intensamente a Martin como lo había hecho durante toda la canción. Deseaba más, mucho más.

—Lo sabes perfectamente—siguió diciendo con la mirada fija en la mano de Martin.

—Creo que no—le respondió divertido, jugueteando con su mano.

Se hizo el silencio, pero sus miradas lo decían todo. Juanjo tenía la sensación de que el tiempo estaba congelado alrededor de ellos, de que en ese momento nada más importaba solo el calor de esa mano que estaba rozándole y esos ojos castaños que lo observaban de forma tan intensa como nunca nadie lo había mirado, aunque eso sí con un deje divertido.

El muy cabrón sabe lo que está haciendo.

—Tú...eso es lo que me pasa.

Y acto y seguido cogió a Martin por la nuca para recortar la distancia que había entre ambos y por fin rozar suavemente sus labios con los de Martin. De repente sintió como si flotase, nunca había sentido nada parecido besando a nadie y lo que había empezado como un suave beso se convirtió en algo mucho más oscuro, había necesidad en este por parte de ambos. Martin se puso a horcajadas sobre Juanjo, quería sentirlo más cerca, estar literalmente pegados no era suficiente para ninguno de los dos. Ambos exploraban la boca del otro casi con desesperación, como si hubiesen estado esperando este momento toda su vida, se sentía perfecto. La forma en la que encajaban sus bocas, en la que sus lenguas luchaban por llevar el control, Martin pensó que estaba en el cielo o quizás en el infierno.

Dale Miénteme - JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora