Tras haberse cambiado de ropa y haberse puesto unos pantalones cortos de chándal, su sudadera negra oversize y sus queridísimas (y odiadas por Ruslana) cangrejeras salió al pequeño balcón que daba al patio de luces para regar las plantas que habían comprado aquella tarde. Al escuchar voces y no pudo evitar mirar hacia abajo un poco avergonzado por ser tan curioso. Sin embargo, ¿qué posibilidad había de que alguno de sus vecinos estuviese mirando hacia arriba justo en ese momento?
Pues efectivamente, uno de los tres jóvenes que reían ante el comentario de la chica estaba echando el humo de su cigarrillo hacia arriba y en eso su mirada se chocó con la de Martin. En ese momento el joven se quedó petrificado ante el contacto de los ojos marrones del chico que le escrutaban de arriba a abajo, parecía que el tiempo se había quedado congelado y no entendía como unos simples ojos le habían atrapado y provocado ese escalofrío a lo largo de su columna. Martin no sabía muy bien si decir algo o como reaccionar, pero Juanjo le esbozó una sonrisa chulesca al darse cuenta del nerviosismo evidente del joven y apagó el cigarrillo para meterse dentro de su piso.
El vasco terminó de regar las plantas esta vez ajeno a todo lo que sucedía a escasos metros debajo suyo y se metió de nuevo en el piso dejándose caer en el sofá pesadamente e intentando serenarse. ¿Qué le había pasado? Él rara vez se mostraba nervioso frente a los demás, aunque la situación lo comiese por dentro, solía emitir una falsa calma que había ido trabajando y perfeccionando con el paso de los años para así no preocupar a sus seres queridos. Sin embargo, después de ver la sonrisa de aquel chaval se dio cuenta que este le había visto como prácticamente su mundo se desvanecía ante el contacto de aquellos ojos castaños que le habían escrutado el alma, nunca antes nadie había conseguido tal efecto en el joven.
Ruslana llegó corriendo desde su habitación y se quedó mirando a Martin.
-¿Escuchas eso?- preguntó emocionada ante el sonido de la guitarra. Por supuesto que Martin se había dado cuenta que hacia un par de minutos sus vecinos de abajo habían decidido montar su propio karaoke pero decidió ignorarlo para no evidenciarse más todavía.
Negó con la cabeza.
-¿La guitarra? Ah sí, ahora la escucho. No me había fijado, estaba absorto en mis cosas.
Ruslana rió negando con la cabeza divertida, y tiró del brazo de Martin hasta levantarlo de golpe del sofá. Al joven no le dio tiempo a reaccionar ante tales y movimientos y en cuanto se dió cuenta de lo que estaba pasando, era demasiado tarde. La pelirroja lo había arrastrado a la terraza movida por la curiosidad y ahora se encontraba apoyada sobre la barandilla mirando la escena de abajo. Martin quería huir de ahí, pero la chica del grupo subió la mirada hacia ellos y les sonrió amigablemente por lo que se vio con la obligación de seguir ahí al menos hasta que la canción terminase.
Observó al chico que estaba tocando ahora la guitarra. Era el mismo con el que había cruzado las miradas antes, pero en este caso sintió ventaja al poder observarlo sin ser visto, mientras este trataba de tocar la guitarra concentrado. Tenía un pequeño tupé perfectamente hecho sin un solo pelo fuera de su lugar. Este peinado resaltaba las facciones de su cara y a Martin le pareció genuinamente guapo con su incipiente barba y con la sonrisa avergonzada que le salía cada vez que se confundía en un acorde. Sin embargo, desvió la atención hasta su ropa, llevaba un polo blanco de una marca que no conocía, pero estaba completamente seguro que era de las más pijas que existía.
* * *
-Ole ese maño- dijo Bea acompañando a Juanjo dando palmas mientras subía la vista divertida para ver a los dos chicos asomados disfrutando del concierto improvisado.
Álvaro volvió con una litrona más y la abrió dando un largo sorbo al tiempo que Juanjo terminaba la canción con unos acordes mal tocados tratando de hacer un final épico que les sacó una sonrisa a sus amigos. De repente los tres escucharon un aplauso que venía de arriba.
-Illo Juanjo que tienes público y todo. Y mira que tocas mal eh.- Juanjo siguió la mirada de Álvaro tras darle un suave empujón ante la pullita que le había soltado.
-¡Hola vecinos!- gritó Ruslana que estaba completamente en su salsa.- Que bien os lo montáis vosotros, ¿no?
Martin volvió a cruzar durante una milésima de segundo la mirada con Juanjo, el chico que estaba tocando la guitarra. Notó sus mejillas enrojecer y apartó la vista de él rápidamente mientras se giró hacia su amiga.
-¿Qué haces Rusli? - le susurró por lo bajo.
-Hacer amigos Martin, parecen gente majísima y encima son de nuestra edad. Anda sonríe un poco que estás mucho más guapo que con el celo fruncido.
-Amorch esto es el pan de cada día. Unas cervecitas, cotilleos, música... Y ver a estos dos haciendo el tonto todo el rato
-¡Bea!- se quejó el sevillano divertido. -Bajarse a tomaros algo que así con tanto grito vamos a molestar a todo el vecindario. ¡Tenemos cerveza de sobra va!
Martin miró a Ruslana. Él quería bajar porque Bea, la chica del grupo y el sevillano le habían parecido bastante majos. Sin embargo no podía evitar ponerse nervioso ante el tercero, ¿soltaría algún comentario sobre lo que había pasado antes delante de sus amigos? Seguramente no, no sería tan capullo ¿no? Pero también lo vio como una oportunidad para así poder mejorar esa imagen que debía haber creado en Juanjo.
-Me has convencido con lo de la cerveza -dijo Ruslana mientras estaba entrando en el piso.
-Hasta ahora- saludó Martin mientras seguía a la pelirroja que ya le esperaba en la puerta.
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Dale Miénteme - Juantin
أدب الهواةMartin ha sido aceptado en una de las escuelas de Arte Dramático más importantes con lo cual debe mudarse a Madrid donde deberá construir una vida desde cero en una ciudad que nade se le parece a su hogar. Deberá encontrar un equilibrio en buscar la...