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Al fin, distingo su cabello celeste con azul a lo lejos. Está pegada a una pared hablando con un chico. Cuanto más me acerco a ellos, más puedo distinguir en su rostro que no se encuentra cómoda. El chico no para de tocarla y ella como siga echándose hacia atrás va a traspasar la pared. Antes de poder pensar en nada me acerco a ellos.

—Cariño, al fin te encuentro, no puedo apartar la vista de ti ni un segundo — le digo a Sonata apartando ligeramente al chico hacia un lado.

—Aria...

La forma en que dice mi nombre me advierte de que está enfadada. No le dejo que diga nada, acerco mi mano a su mejilla y la atraigo hacia mí, haciendo que nuestros labios se unan. Claramente, le ha pillado por sorpresa y sus labios están rígidos, pero un segundo después se mueven al par que los míos. Llevo tanto tiempo sin sexo y el calentón de antes no ayuda, que por un momento pierdo el control, y comienzo a besarla más apasionadamente, acercándola más a mí, llevando mi lengua al interior de su boca y jugando con la suya. Cuando nos separamos para respirar, sus preciosos ojos azules se cruzan con los míos y siento una punzada en el estómago que me despierta. ¿Pero qué he hecho? Es Sonata, ¡Aria, porqué diablos le has besado! ¡Joder, de entre todas las chicas o chicos del bar tienes que acabar besándola ella! Sonata me mira incrédula por lo que acaba de pasar pero en sus ojos también veo muchos sentimientos encontrados.

Sigo sintiendo la presencia del hombre detrás de mí y me giro cabreada, más conmigo que con él, pero eso nadie lo sabe.

— ¡Tú que mierda miras! — grito, el chico levanta las manos medio asustado y se va sin decir ni una palabra.

Antes de girarme, hacia Sonata de nuevo, respiro hondo e intento actuar lo más normal posible.

— Perdona... — comienzo a disculparme pero Sonata me fulmina con la mirada y se aleja.

Cómo alguien con tacones puede avanzar tan rápido. Porque yo no soy capaz. No he tenido oportunidad alguna de interceptarla cuando estaba cogiendo su abrigo para marcharse, ya que Juliet me ha parado en seco para pedirme mi número de teléfono. Sí, se lo he tenido que dar y he tardado lo suficiente como para que a Sonata le diese tiempo de salir del local.

El hecho de que me importe que Sonata se haya enfadado conmigo, no me gusta. La verdad, prefería cuando me era indiferente. Pero hoy nos lo hemos pasado bien, al menos al principio... y no me gustaría que la noche acabase así. Por lo que hago algo que no había hecho nunca por nadie. Correr con tacones detrás de ella.

—¡Sonata! — grito pero ella sigue ignorándome.

Estoy a muy poco de quitarme los tacones e ir descalza tras ella.

—¡Sonata, espérame! — le pido y de nuevo me ignora.

Su actitud me comienza a fastidiar y comienzo a cambiar la opción de descalzarme y seguir tras ella, por dejarla que se vaya.

—¡Joder, Sonata! ¡Para de huir, por favor!

¡Ya está si esta vez no para, no pienso seguir tras ella! Sonata no se detiene y gira al terminar la calle hacia la izquierda. Yo bufo cabreada y dejo de ir tras ella. Cada segundo que pasa siento que me hierve más la sangre. No sé con quién estoy más enfadada, si conmigo, por idiota, o con ella, por idiota.

Estoy a punto de darme la vuelta y volver al local para acabar lo que empecé con Juliet. Sin embargo, tampoco me siento con ánimos por lo que finalmente decido seguir hacia mi casa. Al girar en la misma esquina que Sonata, casi me choco con ella.

—¡Joder! ¡Qué susto me has dado! Creí que te habías ido...— digo llevándome la mano al corazón mientras la observo apoyada en la pared.

Aparece en su rostro una pequeña sonrisa que se desvanece en cuestión de segundos. Sonata me mira con el ceño fruncido y la mandíbula apretada. Verla así me hace sentir que si hablo, lo único que voy a hacer es cagarla más. Pero tampoco parece que quedarme callada sea una buena opción.

—Sonata... perdóname — le digo lo más dulce que puedo y sin dejar de mirar sus ojos azules — no debería haberte besado, lo siento — añado.

Sonata se muerde los labios mientras se cruza de brazos y da pequeños golpecitos con el pie en el suelo, como si estuviese reprimiéndose de decir algo.

—Mira lo hice sin pensar, te vi con ese tío y parecías incómoda, lo primero que se me vino a la cabeza fue eso, me pareció lo más directo para que se fuese... — le explico, ella me sonríe de forma amarga.

—Quizás si no me hubieses dejado sola, no hubiese acabado así... — me dice con rabia — Me dijiste que ibas a estar ahí conmigo y a la primera de cambio desapareces con esa...

Sonata deja la frase a mitad y desvía la mirada de mí. Estoy a punto de volver a disculparme pero ella comienza a hablar de nuevo.

—Olvídalo... Si no sé ni porqué me enfado, si está claro que la única persona que te importa eres tú misma. Dices que me querías ayudar, pero en realidad era solo una excusa para salir a ligar — dice amargamente.

Dicen que la verdad duele y ésta a dolido pero bien. Ella tiene razón. Lo hacía más por mí que por ella. Pero había algo en lo que estaba equivocada, es cierto que hasta ahora lo único me importaba era yo —y en cierto modo también Cadance— pero ella también ha comenzado a importarme. No sé desde cuándo pero es así. Sin embargo, da igual porque ella nunca lo va a saber.

—Tienes razón...

Ella vuelve a mirarme intrigada por mis palabras aunque preferiría que no lo hiciese porque no estoy ni mucho menos orgullosa de lo que le voy a decir.

—Lo único que me importa soy yo misma, y hoy solo quería salir y tener sexo con alguien. Al principio me parecía divertido que vieneses conmigo, tú eres guapa y estaba claro que se acercarían a ti, eras un buen complemento pero al final has sido más un estorbo...

Cada palabra que he dicho me arde en la garganta, sin embargo sé que es lo mejor, estoy segura de que esto la va a alejar de mí y así todo volverá a ser como antes. Eso no quita que verla con los ojos vidriosos y mordiéndose el labio para no llorar no me mate por dentro. No soporto estar ahí ni un minuto más. A veces, hago daño a la gente que me rodea sin querer, esta vez lo he hecho queriendo. No es que me guste lo que he hecho, es más me siento horrible pero tenía que hacerlo.

Cuando paso por su lado para seguir mi camino hacia mi casa veo como una lágrima solitaria, recorre su mejilla y siento como si me estuviesen clavando a mí un cuchillo. Me siento tan mal, no sé en qué momento durante el trayecto he comenzado a llorar tanto que me cuesta hasta respirar pero aun así no me paro y sigo caminando. Solo me queda la esperanza de que a largo plazo ésta sea la mejor solución que había para que las dos no nos hagamos más daño nunca más.

La Promesa de Aria || Sonaria ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora