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Anoche nos quedamos dormidas abrazadas y al despertarme seguimos en la misma posición. No puedo ver mucho ya que la persiana está bajada pero veo lo suficiente como para distinguir el rostro dormido y angelical de Sonata. Es la primera vez en mi vida que duermo con alguien así abrazados y nunca hubiese pensado que me gustaría tanto, siempre he pensado que dormir abrazada con otra persona sería realmente incómodo y molesto, pero supongo que cuando hay amor las pequeñas incomodidades ni las notas. Ver a Sonata dormida a mi lado me da una paz y una felicidad que hacía muchísimo tiempo que no sentía, me hace querer estar así por siempre.

—Buenos días —le digo cuando noto que se está despertando.

Sonata sonríe mientras se estira para espabilarse un poco.

—Buenos días —me dice acercando su cara somnolienta a la mía para darme un pequeño beso.

—¿Has dormido bien? —le pregunto cuando nuestros labios se separan y ella asiente feliz.

—¿Tú?

—No recuerdo cuando fue la última vez que dormí así de bien... —respondo.

Tras una buena ración de besos mañaneros decidimos levantarnos para desayunar y después prepararnos para la boda, ya que a mediodía iremos hacia el hotel donde tendrá lugar la ceremonia y el banquete. Al bajar las escaleras para ir al comedor nos encontramos con Ana, la ama de llaves, quien se queda mirando nuestras manos entrelazadas y hace una mueca extraña. Definitivamente, esta mujer no me gusta. Ana nos saluda sin mucho ánimo y después sigue su camino.

Cuando terminamos de desayunar, decido llevar a Sonata al invernadero de mi madre, ya que cuando nos estábamos vistiendo antes lo vio por la ventana y me preguntó por él. Sonata se queda boquiabierta cuando entramos y yo tengo que admitir que también. Está precioso, cuando era mi madre quien se ocupaba de él, el invernadero tenía su encanto pero las plantas que había en él no eran tan exóticas como las actuales, que están llenas de color y vida. No sé quién es quien se encarga ahora de mantener el invernadero pero tiene muy buen gusto. En el centro del invernadero hay una pequeña mesa y varios sillones, me imagino que es un buen sitio para relajarse leyendo un buen libro.

—Me encanta este sitio da mucha paz —comenta Sonata sentándose en uno de los sillones.

—Sí, la verdad es que no me esperaba que fuese a estar tan cuidado y bonito ya que cuando mi madre murió nadie se hizo cargo de él... —digo mientras me acerco a unos jazmines que hay plantados.

—Pues quien sea que lo cuide ahora, se nota que lo hace con cariño —dice Sonata.

—Sí...

Llevo rumiando un pensamiento en mi cabeza desde anoche, después que decidiésemos no tener sexo porque queríamos que fuese algo más especial, en mi mente apareció Alex.

Sonata me dijo que lo habían dejado el miércoles, pero cuando yo fui al piso después de presentar mi renuncia, me encontré a Alex medio desnuda y parecía que iban a hacerlo o ya lo habían hecho. Sé que no me incumbe lo que hicieran pero no puedo sacarme de la cabeza si Sonata y Alex se acostaron ese día. Quizás eso hizo que Sonata se diese cuenta de que no quería a Alex y lo dejasen o Sonata la dejó antes de que pasara nada entre ellas. Una parte de mi quiere preguntarle a Sonata pero no sé si quiero escuchar la respuesta.

—¿Qué te pasa? —me pregunta Sonata justo a mi espalda sacándome de mis pensamientos.

—A mí, nada —miento.

Sonata frunce el ceño.

—Creo que empiezo a saber cuando me estás mintiendo...

—¿Por qué crees que te miento? —le pregunto algo inquieta.

La Promesa de Aria || Sonaria ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora