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He quedado con Sonata en un pequeño bar al que suelo ir cuando no quiero cocinar, ya que allí la comida es de lo mejor que he probado. Es un pequeño bar de barrio que nada tiene que ver con los restaurantes de hoy en día. Aquí al menos sabes que no te quedas con hambre y no te sacan un ojo de la cara.

Llevaba algún tiempo sin venir pero al entrar veo que todo sigue igual. El aspecto del local es bastante anticuado pero tan limpio que se podría comer en el suelo. La primera vez que vine, fue con Cadance. Luna, la dueña del bar, es amiga suya y un día, después del trabajo, Cadance me invitó a venir.

Recuerdo que aquella primera vez cuando entré, mi cara se contrarió al observar el aspecto del lugar y a varios hombres mayores apoyados en la barra, discutiendo de fútbol, política y de nuevo futbol. Nunca antes había estado en un bar tan austero y eso me impactó.

Hoy hay partido de liga y el bar está algo más lleno de lo habitual. Todos están alrededor de la televisión, que ahora que lo pienso creo que es lo más moderno que hay en el local. Decido apartarme de ellos y me siento en una mesa al otro lado del bar. Luna sale de la cocina con un plato en cada mano y cuando se percata de mi presencia me sonríe, yo hago lo mismo.

Miro la hora, supongo que Sonata debe de estar al llegar... Después de que Luna lleve los dos platos de comida una de las mesas, se dirige hacia mí.

—Bueno, bueno mira quién se digna a aparecer — me saluda Luna colocándose bien el gorro de cocina que lleva.

—Ya iba siendo hora ¿no? — le digo.

—Pues ya ves. Tú te crees que me tenías preocupada. Seguro que has estado alimentándote de comidas de esas precocinadas — me dice frunciendo el ceño.

—Que va — miento.

—Ya, ya, a mí me vas a mentir. Bueno, no me hagas perder más el tiempo, ¿qué te pongo de comer? — me pregunta cogiendo la libretita que lleva en el bolsillo del delantal.

Recuerdo que al principio creía que me odiaba, pero con el tiempo me di cuenta de que es su manera de ser. Ahora, la verdad es que me gusta su actitud de mujer borde y dura pero que en realidad es más buena que el pan.

—Por ahora, ponme una copa de vino, que estoy esperando a una amiga — le pido.

Luna me mira con las cejas levantadas y una sonrisilla. Nunca he venido aquí con nadie y ya puedo ver que Luna se está imaginando algo que no es. No dice nada más y va detrás de la barra a por mí bebida. El vino es una de las únicas bebidas alcohólicas que tolero y no suelo abusar de ésta, pero para comer siempre sienta bien.

La puerta del bar se abre y Sonata asoma la cabeza para observar el interior, al ver la cara que pone, me río al recordar la cara que puse yo.

—¡Sonata! — la llamo antes de que salga huyendo despavorida.

Al verme sonríe y entra moviéndose con decisión hacia mí.

—Creí que me habías dado la dirección mal —me dice mientras se quita el abrigo y se sienta en frente de mí.

Yo rio.

—Ya he visto que no parecías muy convencida pero te aseguro que cuando pruebes la comida de Luna vas a entender por qué estamos aquí. Hablando de la reina de Roma — digo mientras Luna deja mi bebida en la mesa.

—¿Qué te pasa a ti? — me pregunta Luna con su típico tono borde.

—Ay... Luna... tú tan simpática como siempre — le digo sonriendo — Mira, te presento a mi amiga Sonata.

—Hola, encantada — la saluda Sonata con una blanca y perfecta sonrisa.

—Ains, pero mira que chica más guapa y educada — comenta Luna sonriendo.

La Promesa de Aria || Sonaria ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora