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Estoy tumbada en mi cama rememorando lo que pasó ayer en la cena. Cuando pienso en que le he dicho a Sonata que estoy enamorada de ella un escalofrío recorre todo mi cuerpo. Después de ese momento volvimos al comedor y actuamos como si nada hubiese pasado. Me sentí extraña cuando trajeron el segundo plato y Sonata se dio cuenta de que su plato era distinto al de los demás, ella no paraba de mirarme pero cuando sus ojos se encontraban con los míos desviaba su mirada. Al terminar la cena, me excusé en que estaba cansada y me fui a mi habitación, pero antes mi padre me pidió que hoy por la mañana fuese a verle a su despacho. Y aquí estoy tumbada debatiendo si ir o no.

Todavía es muy temprano y no sé si el resto se ha levantado ya, pero anoche no comí mucho y ahora tengo hambre, por lo que decido vestirme y bajar primero a desayunar.

Al entrar al comedor, encuentro a mi padre levantándose de su asiento, ya que parece haber terminado de tomarse su café.

—Buenos días—me saluda. —No creía que fueses a madrugar tanto.

—Buenos días...

Berta entra en el comedor y me sonríe.

—Buenos días, Aria, ¿qué quieres desayunar? —me pregunta mientras recoge el desayuno de mi padre.

—Un café y unas tostadas, por favor —le pido y Berta sale del comedor.

—¿Vas a venir después a mi despacho? —me pregunta mi padre antes de salir de la habitación.

Yo asiento y él sonríe levemente. ¿Desde cuándo mi padre sonríe?

Miro mi móvil mientras Berta me trae el desayuno y veo que Adagio me habló anoche. 

Sé que tengo que hablar con Sonata pero ahora mismo no quiero

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Sé que tengo que hablar con Sonata pero ahora mismo no quiero. No sé qué va a pasar cuando volvamos a casa y de si este es el fin de todo entre nosotras, sea lo que sea no estoy preparada. Además, ahora quiero centrar mi mente en qué es lo que quiere mi padre para citarme en su despacho. ¿Sacará al fin su verdadero ser? Porque no consigo creerme que mi padre sea tan amable.

(...)

Toco en la puerta del despacho y escucho la voz de mi padre dándome permiso para entrar.

—No estaba seguro de sí de verdad vendrías a verme— me confiesa parado de pie detrás de su escritorio.

—Yo tampoco, la verdad —respondo sincera.

Me quedo parada observando el despacho, ésta es la habitación donde más veces me han regañado en toda mi vida. La habitación donde más me han recordado lo diferente que soy a ellos y que todo lo que hacía estaba mal.

—Por favor, siéntate —dice mi padre al ver que no me muevo.

Me acerco al escritorio y me siento en la silla que hay delante. No digo nada y sigo observando la habitación, con sus estanterías llenas de carpetas y libros. Con un pequeño sofá y una mesita pegados al ventanal de la izquierda. Todo está igual.

La Promesa de Aria || Sonaria ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora