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Queda poco para aterrizar en Madrid y por desgracia, cuando lo hagamos tendré que dejar de fingir que estoy dormida. Tengo a Sonata sentada al lado y solo de verla, me la imagino haciéndolo con Alex y siento mil cuchillos en mi estómago, por eso en cuanto entramos en el avión me hice la dormida y me he pasado así todo el trayecto.

He tenido la suerte de que Adagio viaja con nosotras y me ha ayudado a mantenerme alejada de Sonata. No ha parado de sacarle conversación para que no hablase conmigo y de ponerse entre nosotras para no estar una al lado de la otra, sin embargo nuestros asientos del avión estaban juntos y cambiarle el mío a Adagio hubiese sido demasiado obvio de que algo me pasa con ella.

Sé que Sonata se ha dado cuenta de que me pasa algo, pero cree que es por mi vuelta a Madrid y mi reencuentro con mi familia. Si soy sincera, ahora mismo prefiero eso a tener que estar fingiendo que no me duele estar cerca de ella.

Siento unos ligeros toques en mi brazo y entreabro los ojos encontrándome con la mirada de Sonata fija en mí.

—Vamos a aterrizar, es mejor que te vayas espabilando —me susurra con una pequeña sonrisa.

¿Por qué me molesta que me sonría? Antes ese simple gesto me alegraba el día y ahora me molesta. Me incorporo sin decir nada e intento adaptarme a la luz del avión. Observo de reojo a Sonata, parece tensa.

—¿Estás bien? —le pregunto cuando el avión comienza a descender.

—La verdad es que me dan un poco de miedo los aviones... —dice algo angustiada —Sobre todo el despegue y el aterrizaje.

—Tranquila, no va a pasar nada malo —digo para intentar tranquilizarla.

Sonata suspira e intento sonreírle un poco pero no me sale.

El avión comienza a aterrizar y Sonata pone su mano en la mía, apretándola, nerviosa. Giro mi mano y la entrelazo con la suya para transmitirle un poco de tranquilidad. Empiezo a pensar que en el despegue Sonata lo habrá pasado igual de angustiada y yo me he hecho la dormida, lo que hace que una parte de mí se sienta mal por no haber estado ahí, de una manera activa, para intentar tranquilizarla en ese momento.

—Seguimos vivas —bromeo cuando el avión para finalmente.

Sonata sonríe aliviada. Algunos pasajeros del avión aplauden y unos minutos después todo el mundo está de pie para salir del avión.

—Ya podía tu hermano habernos dado billetes de primera clase, que he tenido un niño pequeño al lado que no ha parado todo el rato de moverse —se queja Adagio cuando salimos de todo el barullo de gente y vamos hacia las cintas para recoger nuestras maletas.

—Bueno, mucho que nos está pagando todos los gastos del viaje... —dice Sonata —Tendríamos que regalarle algo para su boda como agradecimiento —le propone a Adagio.

—¿Y qué le regalamos a un tío que es millonario y puede comprarse lo que quiera? —pregunta Adagio.

—No tenéis que regalarle nada—las interrumpo.

—Pero me siento mal por venir aquí de gratis a la boda de alguien que acabo de conocer y no darle algo de agradecimiento —me dice Sonata.

Observo que nuestras maletas comienzan a salir y me acerco más a la cinta para recogerlas.

—Bueno ya pensaremos algo Sonata, no te ralles —le dice Adagio dándole un pequeño abrazo.

Salimos de la terminal y observo a lo lejos un coche de un blanco impoluto que reconozco enseguida, parece que Adrián ha avisado en casa de que llegaríamos a esta hora. Apoyado en un lateral del coche está el que fue mi chófer durante casi toda mi vida, Fernando. La nostalgia me invade y comienzo a andar hacia él. Sonata y Adagio me siguen sin decir nada.

La Promesa de Aria || Sonaria ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora