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Cuando llegamos al piso, dirijo a Sonata a una habitación en la que lo único que hay es una cama individual, un armario y varias cajas con cosas mías, ya que el uso que le doy a ese cuarto es de trastero.

— No es muy grande, ni tiene muchas cosas... Si necesitas algo dímelo y podemos comprarlo —le digo mientras aparto unas cajas para después sacarlas del cuarto.

—No, no te preocupes. Es perfecto, muchas gracias Aria... —dice Sonata bastante contenta.

—No es nada...

—En serio, Ari —dice Sonata acercándose a mí, mirándome fijamente —Muchas gracias por todo lo que estás haciendo por mí, de verdad.

Su mirada me intimida y me pongo nerviosa.

—Hace unas semanas estuvimos hablando en la parte de atrás de la facultad y te prometí que si necesitabas algo, yo iba a estar ahí. Solo cumplo con mi palabra...

Nos quedamos mirándonos por unos segundos hasta que despierto del hechizo de sus ojos y recojo las cajas para sacarlas afuera de la habitación. Sonata se queda en el que ahora será su dormitorio, acomodando sus pertenencias.

Es una tontería pero me he quedado pensando en que Sonata me ha llamado, Ari. Muy pocas personas me dicen así y la verdad no es que me guste mucho, pero en sus labios a sonado como el mejor nombre del mundo.

—Oye, ¿tienes perchas de sobra? —me pregunta Sonata desde la puerta de su habitación.

—Pues creo que no... Si quieres vamos ahora a comprar. Además también deberíamos comprar comida, porque mañana es domingo y está todo cerrado —comento.

—Vale, pero las perchas las pago yo y la comida a medias —me pide.

—Está bien —digo levantando las manos en señal de rendición.

Me siento como en un sueño del que no quiero que me despierten. Pasar tanto tiempo con Sonata haciendo cosas que podrían ser perfectamente de parejas, como ir juntas a comprar la comida, cocinar, comer juntas, nunca había creído que esas acciones tan simples me podrían parecer el mejor plan del mundo.

Sé que ahora mismo estoy viviendo en una burbuja y que más pronto que tarde va a explotar, y la burbuja seguro que lleva mucho jabón y se me meterá en los ojos y no pararan de dolerme, porque con Sonata las cosas son así siempre... Todo parece ir genial hasta que de repente ya no.

Después de comer, Sonata vuelve a entrar en su habitación para seguir ordenando y yo me quedo en el salón tumbada en el sofá. Desde mi posición veo las cajas que he sacado antes de la habitación, en una de ellas hay varias cosas que eran de mi madre. Hace mucho tiempo que no me pierdo entre esos recuerdos y me levanto para coger la caja en cuestión.

Al abrirla lo primero que veo es un álbum de fotos, hago el amago de abrirlo para ojearlo pero no sé muy bien porqué no me atrevo y lo dejo a un lado.

Lo siguiente es un cuaderno de dibujo. Recuerdo que a mi madre le encantaba dibujar y lo hacía genial, yo la verdad que ese don no lo heredé. Abro el cuaderno y la primera ilustración es la de una flor de Jazmín, la misma que pedí que me tatuaran en el costado. Realmente, mi madre tenía una fascinación con esa planta, aunque le gustaba mucho dibujar flores de todo tipo y paisajes. Me hubiera gustado saber el porqué de cada dibujo, si era simplemente porque le apetecía o había un significado detrás de cada uno de estos dibujos.

—¿Qué haces? —me pregunta Sonata.

Su voz me sobresalta ya que estaba tan metida en mis pensamientos que no la había escuchado acercarse.

La Promesa de Aria || Sonaria ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora