—No pareces feliz, Taehyung —le susurró Wooshik, conde de Choi, al oído—. ¿Te apetece que te cuente un chiste picante? ¿O prefieres que nos vayamos a otra fiesta?
Ésta es muy aburrida.
El suspiró sin ganas y esbozó una brillante sonrisa.
—Si quieres irte, no pondré ninguna objeción.
Choi colocó una mano enguantada en la espalda de Taehyung y la acarició
suavemente.
—No he dicho que quiera irme. He sugerido que irnos podría servir para aliviar tu
aburrimiento.
En ese instante el deseó estar aburrida de verdad; tener la mente llena de cosas
sin importancia sería infinitamente preferible a que estuviera ocupado por
pensamientos sobre Jeon. ¿Quién era el hombre que se había mudado a su casa? A decir verdad, no tenía ni la más remota idea. Lo único que sabía era que se trataba de un hombre sombrío y muy atormentado por cosas que él no podía comprender, porque él no quería contárselo. Y también sabía que era un hombre muy peligroso. Como su marido, podía exigirle cualquier cosa que desease y él no podría negársela.
En el fondo de su corazón, Taehyung no pudo evitar añorar al marqués Jeon
que había conocido años atrás. El joven Jeon, siempre dispuesto a burlarse de algo o a hacer alguna temeridad. Aquel hombre era simple y fácil de manejar.
—¿Y bien, Taehyung? —insistió Choi.
El ocultó su enfado. Wooshik era un buen hombre y ya hacía dos años que eran
amantes, pero nunca expresaba su opinión ni decía lo que él prefería hacer.
—Me gustaría que decidieras tú —le dijo Taehyung dándose la vuelta para mirarlo.
—¿Yo? —Wooshik frunció el cejo, lo que no hizo que resultase menos atractivo.
Choi era un hombre guapo, de nariz aguileña y ojos oscuros. Tenía el pelo
negro, con cabellos plateados en las sienes, una característica muy distinguida que sólo aumentaba su encanto. Era un gran espadachín y poseía la figura de un experto duelista. Era un hombre apreciado y respetado en toda la buena sociedad. Las mujeres y donceles lo deseaban, Taehyung no era la excepción. Era viudo y tenía dos hijos, por lo que no
necesitaba volver a casarse, y poseía un carácter afable. Taehyung disfrutaba de su compañía, tanto dentro como fuera de la cama.
—Sí, tú —le dijo—, ¿qué quieres hacer?
—Lo que tú desees —contestó seductor—. Ya sabes que vivo para hacerte feliz.
—Me haría feliz saber qué quieres hacer tú —replicó cortante.
La sonrisa de Choi se desvaneció.
—¿Por qué estás tan alterado esta noche?
—Que te pregunte qué quieres hacer no significa que esté alterado.
—Entonces ¿por qué te tomas a mal todo lo que te digo? —se quejó.
Taehyung cerró los ojos e intentó contener su frustración. Era culpa de Jeon que se enfadase con Wooshik. Lo miró y le cogió una mano.
—¿Qué te gustaría hacer? Si pudiéramos hacer cualquier cosa en el mundo, ¿qué
es lo que te daría más placer?
Wooshik relajó el cejo y sus labios esbozaron una seductora sonrisa. Levantó la mano que tenía libre y acarició la piel que quedaba al descubierto entre el guante y la manga del vestido de Taehyung. A diferencia de las caricias de Jeon, su tacto no le quemó la piel, pero sí lo hizo entrar en calor y él sabía que Choi era capaz de
avivar ese fuego hasta hacerlo arder.
—Lo que me da más placer es tu compañía. Y lo sabes.
—Entonces me reuniré contigo en tu casa dentro de poco —le murmuró.
Wooshik abandonó la fiesta de inmediato, mientras Taehyung esperaba un tiempo
prudencial. Durante el trayecto en carruaje hasta la mansión de Choi, siguió
pensando en su situación actual y sopesó las distintas opciones que tenía, si es que tenía alguna.
En cuanto lo vio entrar en su dormitorio, Wooshik se dio cuenta de lo preocupado que estaba.
—Dime qué te preocupa —murmuró mientras le ayudaba a quitarse el abrigo.
—Lord Jeon ha vuelto —confesó con un suspiro.
—Maldita sea. —Choi lo rodeó y se colocó delante de el—. ¿Qué quiere?
—Vivir en su casa y retomar su vida social.
—¿Y qué quiere hacer contigo?
El vio lo angustiado que estaba e intentó tranquilizarlo.
—Es obvio que yo estoy aquí contigo y que él está en casa. Ya sabes cómo es
Jeon.
—Sé cómo era Jeon, pero de eso hace ya cuatro años. —Se apartó y se sirvió
una copa. Levantó la botella en dirección a Taehyung para preguntarle si también le apetecía y el asintió gustoso—. No sé cómo me siento ahora que me has dicho esto.
—Tú no tienes que sentir nada. A ti el regreso de Jeon no te afecta.
No como la afectaba a él.
—Tendría que ser idiota para no darme cuenta de que va a afectarme en el futuro.
—Wooshik.
Cogió la copa que él le ofrecía y se quitó los zapatos. ¿Qué podía decirle? Quizá
la atracción que Jeon había manifestado hacia él no había sido tan fugaz. Era
posible que su marido siguiese deseándolo por la mañana. Aunque, por otro lado,
quizá sólo había actuado de ese modo porque estaba alterado por haber vuelto a casa. Taehyung deseó que la segunda alternativa fuese la verdadera. Nadie debería tener que vivir con un hombre como Seojoon dos veces en la vida.
—Nadie sabe qué nos depara el futuro —dijo.
—Por Dios, Taehyung. No me vengas con frases hechas. Wooshik vació la copa de un trago y se sirvió otra.
—¿Y qué quieres que te diga? —replicó, odiándose por no poder consolarlo y
decirle la verdad al mismo tiempo.
Él dejó la botella con tanta fuerza encima de la mesa que el líquido ambarino
salpicó la madera. No hizo ni caso y se acercó a Taehyung.
—Quiero que me digas que no importa que Jeon haya vuelto.
—No puedo. —Suspiró y se puso de puntillas para besarle la mandíbula, que él
mantenía muy apretada. Wooshik lo rodeó por la cintura y la abrazó con fuerza—. Ya sabes que no puedo. Ojalá pudiera.
Choi le quitó la copa de los dedos y la dejó encima de la mesa, para luego
conducirlo hacia la cama. Taehyung negó con la cabeza.
—¿Me estás rechazando? —le preguntó incrédulo.
—Estoy confuso, Wooshik, y preocupado. Y las dos emociones juntas han apagado mi deseo. Pero no es culpa tuya.
—Nunca me habías rechazado. ¿Por qué has venido, pues? ¿Para
atormentarme?
Él se apartó y apretó los labios.
—Discúlpame. No era consciente de que sólo me habías invitado para que nos
acostásemos. Se soltó de la mano de él y dio un paso atrás.
—Tae, espera. —Choi lo cogió por la cintura y acercó el rostro a la curva de
su cuello—. Perdóname. Noto una distancia entre los dos que no existía antes y no puedo soportarlo. —Le dio la vuelta para mirarlo—. Dime la verdad. ¿Jeon quiere estar contigo?
—No lo sé.
Él suspiró frustrado.
—¿Cómo es posible que no lo sepas? Precisamente tú deberías saber mejor que
nadie si un hombre quiere o no acostarse contigo.
—Tú no le has visto. Va vestido raro, lleva ropa sencilla y demasiado rudimentaria. No tengo ni idea de dónde ha estado, pero es más que evidente que, donde fuera, carecía por completo de vida social. Sí, Jeon siente deseo, Wooshik. Eso sí soy capaz de reconocerlo. Pero ¿de mí o de las mujeres en general? Es lo que no sé.
—Entonces tenemos que buscarle un amante —dijo Wooshik, serio—. Así dejará en paz a la mío.
Taehyung se rio cansado.
—Qué conversación tan rara.
—Sí, lo sé. —Choi sonrió y le acarició la mejilla—. ¿Te apetece que nos
sentemos y comamos un poco? Podemos empezar a hacer una lista de las mujeres y donceles que crees que pueden gustarle a Jeon e invitarlas a algún evento.
—Oh, Wooshik. —Taehyung sonrió con ganas por primera vez desde que Jeon había vuelto—. Qué idea tan buena. ¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí?
—Porque para eso me tienes a mí.
Jungkook leyó el periódico de la mañana, mientras tomaba café e intentaba ignorar lo nervioso que estaba. Ese día lo vería todo el mundo. La buena sociedad sabría que había regresado. A lo largo de las próximas semanas recibiría la visita de algunos viejos conocidos y tendría que decidir qué amistades retomaba y cuáles dejaba olvidadas en el pasado.
—Buenos días, milord.
Levantó la vista al oír la voz de Taehyung y respiró hondo al levantarse. Vio que
llevaba un vestido azul claro que resaltaba sus generosas curvas, con un
lazo azul más oscuro en la cintura para subrayar la forma de su cuerpo. Él no lo
miró directamente a los ojos hasta que él le devolvió el saludo. Y, cuando lo hizo,
consiguió esbozar una sonrisa.
Era evidente que estaba nervioso y era la primera vez que Jungkook lo veía sentirse inseguro. Taehyung se quedó mirándolo un momento y luego levantó el mentón y se acercó a él. Apartó la silla que Jeon tenía al lado antes de que éste pudiese reaccionar y hacerlo en su lugar.
Jungkook se maldijo por dentro. Durante los últimos cuatro años no había sido
ningún monje, pero hacía demasiado tiempo de su último revolcón. Demasiado.
—¿Jeon? —empezó tae.
—¿Sí? —contestó él al ver que dudaba.
—Necesitas un amante —soltó de repente.
Jeon parpadeó atónito y se desplomó en su silla, evitando respirar por la nariz
para no inhalar su perfume. Si lo olía una vez, seguro que se excitaría.
—¿Un amante?
Taehyung asintió y se mordió el labio inferior.
—Dudo que tengas problemas para conseguir uno.
—No —contestó él, despacio. «Dios santo»—. Con la ropa adecuada y una vez
haya reaparecido en sociedad, seguro que podré encontrar uno. —Se puso en pie. No podía hablar de eso con el—. ¿Nos vamos, pues?
—Vaya, veo que estás impaciente —se río Taehyung y Jungkook apretó los dientes al oír aquella risa tan sensual.
La tensión que había emanado de su esposo al entrar había desaparecido y ahora
era el tae de siempre. Un Taehyung que esperaba que encontrase una amante y lo dejase en paz.
—Has desayunado arriba, ¿no?
Dio un paso hacia atrás y respiró entre los dientes. ¿Cómo diablos iba a poder
sobrevivir a aquel día? ¿O a aquella semana, o al mes siguiente? O, maldita fuera, a los años siguientes si Taehyung seguía teniendo amantes.
—Sí. —Él se puso en pie—. Ya podemos irnos, Casanova, que no se diga que
por mi culpa has tardado más de la cuenta en encontrar a tu próxima amante.
Jungkook la siguió a una distancia prudencial, pero no sirvió de nada para apaciguar su fiero deseo, porque desde donde estaba podía ver a la perfección el movimiento de sus caderas y su lujurioso trasero.
El trayecto en carruaje fue algo más soportable, porque eligieron un landó
descubierto y el perfume floral de Taehyung se disipó un poco. Y el paseo que dieron por la calle Bond fue incluso mejor, pues al notar que todo el mundo lo miraba, Jungkook dejó de pensar en lo duro que tenía el miembro.
Tae caminaba a su lado, hablándole animadamente, con su precioso rostro oculto
bajo el ala del sombrero de paja.
—Todo esto es ridículo —masculló él—. Cualquiera diría que he regresado de
entre los muertos.
—En cierto modo eso es lo que has hecho. Te fuiste sin decir ni una palabra y
durante todo este tiempo no has mantenido contacto con nadie. Pero creo que lo que más les interesa es tu apariencia.
—Tengo la piel morena por el sol.
—Sí, así es. La verdad es que me gusta y seguro que a los demás también les gustará.
Jungkook la miró dispuesto a responder, pero, al hacerlo, su mirada fue a parar
directamente a su escote.
—¿Dónde diablos está el maldito sastre? —se quejó, más frustrado de lo que
podía soportar.
—Necesitas estar urgentemente con alguien —dijo el, negando con la cabeza
—. Aquí es, ya hemos llegado. Éste es el establecimiento al que solías venir antes, ¿no?
La puerta se abrió con un sonido de campanillas y en cuestión de segundos los
dos estuvieron en un probador privado. Jeon se quitó la ropa y Tae ordenó que se
llevaran las prendas con un gesto de la mano y arrugando la nariz.
Él se quedó allí en ropa interior y riéndose. Hasta que Taehyung dio media vuelta. Lo miró y notó que se le cerraba la garganta y que no podía respirar.
—Dios santo —dijo, caminando alrededor de él.
Le pasó los dedos por los músculos del abdomen y Jungkook contuvo un gemido.
Todo el probador olía a tae. Y lo estaba tocando como si existiese intimidad entre los dos. El sastre entró y exclamó sorprendido:
—¡Creo que tendré que volver a tomarle las medidas, milord!
Ante la llegada del hombre, Taehyung dio un paso atrás con las mejillas sonrojadas.
El sastre se puso manos a la obra y el no tardó en recuperar la calma; dedicó
entonces toda su atención a convencer al comerciante de que les vendiese algún traje ya terminado para otro cliente.
—Seguro que no querrá que su señoría abandone su establecimiento mal vestido
—dijo.
—Por supuesto que no, Sr Jeon —contestó el sastre con prontitud—. Pero
éste es el traje más terminado que tengo y no es de su talla. Quizá podría añadir algo de tela aquí...
—Sí y un poco más allí —apuntó el, cuando el sastre clavó una aguja cerca del
hombro de Jeon—. Mire qué espalda tan ancha tiene. Puede quitarle las hombreras. Lo más importante es que su señoría esté cómodo.
Taehyung deslizó una mano por la espalda de Jungkook, que apretó los puños para no temblar. Distaba mucho de estar cómodo.
—¿Tiene ropa interior de la talla de mi esposo? —le preguntó el al sastre con
voz más ronca de lo habitual—. Esta tela es demasiado áspera.
—Sí —respondió el hombre al instante, ansioso de vender tanto como le fuese
posible.
El sastre le quitó la americana y le dio los pantalones a juego. Junto con Taehyung, estaba de pie detrás de él y Jeon dio las gracias de que así fuera. Había tenido que recurrir a toda su fuerza de voluntad para reprimir una erección, pero no podía evitar estar excitado.
Tae lo miraba con deseo, podía notar sus ojos recorriéndolo y seguía tocándolo y
halagando su cuerpo. Ningún hombre podía resistir tanto.
—El pantalón no hace falta retocarlo —susurró el, pegada a su espalda desnuda,
acariciándole las nalgas con una mano—. ¿Es demasiado apretado, milord? —le
preguntó a él en voz baja, sin dejar de tocarlo—. Espero que no. Desde aquí se ve
maravilloso.
—No. La parte de atrás está bien —dijo él y luego bajó la voz para que sólo el
pudiese oírlo—, pero la de delante está muy incómoda por tu culpa.
La cortina se deslizó hacia un lado y apareció el ayudante del sastre con los
calzoncillos. Jungkook cerró los ojos, amargado. Ahora todo el mundo se daría cuenta de lo que estaba pasando.
—Gracias —murmuró Taehyung—. Lord Jeon necesita un poco de intimidad.
A Jungkook lo sorprendió ver que echaba a todo el mundo del probador. Pero no se atrevió a mirarlo hasta que estuvieron solos.
—Gracias —dijo.
Taehyung tenía los ojos fijos en la entrepierna de él, mientras tragaba saliva y aferraba los calzoncillos, que se sujetaba contra el pecho.
—Tienes que quitarte eso o terminarás rompiendo las costuras.
—¿Vas a ayudarme? —le preguntó, inseguro y ansioso.
—No, Jeon. —Le dio los calzoncillos nuevos y apartó la vista—. Ya te dije que
estoy con alguien.
Jungkook estuvo tentado de recordarle que era su esposo, pero no sería justo,
teniendo en cuenta cómo había conseguido que Taehyung aceptase casarse con él. Había sido un egoísta y sólo lo había hecho para hacer enfadar a su madre y evitar tener problemas con sus amantes. No le había preocupado lo más mínimo si se criticaba a Taehyung por tener un amante antes de darle un heredero a su esposo.
Ahora estaba recibiendo el castigo por haber sido tan narcisista; deseaba a alguien que le pertenecía, pero que no podía tocar.
Asintió y tragó saliva para ver si así engullía los remordimientos y la amargura
que lo embargaban.
—Déjame solo, por favor.
Él se fue sin mirarlo. Taehyung salió del probador y cerró la cortina a su espalda. Las manos le temblaban muchísimo, porque había tenido que apretárselas mientras veía a Jeon vestirse y desnudarse, atormentándolo con su cuerpo tan perfecto.
Él estaba en el mejor momento de su vida, pues todavía retenía la fuerza de la
juventud, combinada con la madurez que había adquirido en los últimos años. Tenía músculos por todas partes y gracias a las caricias del día anterior, Taehyung sabía que podía moverlos con ternura y cuidado.
«En serio, Jeon. Eres demasiado joven para mí».
¿Por qué no se había mantenido firme? Al verlo ahora, tan vigoroso y vital, Taehyung podía afirmar que se había equivocado al unir su vida irrevocablemente a la de él. Jeon necesitaba un amante que acaparase su tiempo y su atención. Los hombres de su edad rebosaban lujuria y todavía tenían ganas de acostarse con todo lo que se encontraban a su paso. El sencillamente le resultaba práctico y
atractivo y sólo la deseaba por eso.
ESTÁS LEYENDO
Un extraño en mi cama
Historical FictionAdaptación de un extraño en mi cama de la autora Silvia Day El doncel kim Taehyung y lord Jeon Jungkook, marqués de Busan, son la pareja más escandalosa de todo corea. Tienen en común una lujuria desmedida, un gran ingenio, una provocativa reputaci...