Jungkook estaba de pie en medio del salón de su casa, maldiciendo en silencio a la multitud allí reunida. Las horas diurnas eran las únicas que podía pasar con Tae para intentar mejorar su compenetración. Sabía que aquella misma noche, él iba a deleitar a todos los presentes con su belleza y su personalidad. Taehyung era una criatura muy sociable, a la que gustaba pasar el tiempo en compañía de los demás y, hasta que él tuviese la ropa apropiada, no podía acompañarlo. Así que había decidido aprovechar al máximo los momentos que pasaba con el e iba a proponerle llevarlo de picnic. Pero entonces empezó a llegar gente. Su hogar se llenó de visitas de curiosos que querían verlo a él y presenciar el estado de su escandaloso matrimonio.
Resignado, observó cómo su esposo servía el té a los presentes. Estaba sentado en medio del sofá, rodeada de rubias y morenas que palidecían al lado de su melena de color caoba. Llevaba un vestido de cintura alta de color crema, un tono que combinaba a la perfección con su piel acaramelada y su cabello radiante. En aquel salón, decorado con telas de damasco azul, Taehyung estaba en su elemento y Jungkook supo que, al margen de los motivos que lo habían llevado a contraer matrimonio con él, Tae había sido una excelente elección.
Era encantador y muy bien educado. Para encontrarlo, le bastaba con seguir el sonido de las risas. La gente siempre estaba contenta cuando él se hallaba cerca.
Como si hubiese notado que lo estaba mirando, Tae levantó la cabeza y sus ojos se encontraron. Un ligero rubor se extendió por su escote hasta alcanzarle las mejillas. Jungkook le guiñó un ojo y le sonrió, sólo para que él se sonrojase más.
¿Cómo se le había pasado por alto hasta qué punto Taehyung destacaba por encima del resto?
Ahora le resultaba imposible no darse cuenta. Le bastaba con estar en la misma habitación para que le hirviese la sangre, una sensación que había creído que no volvería a sentir nunca. El intentaba mantener las distancias e iba pasando de una habitación a otra, pero él lo seguía porque necesitaba avivar la llama que ardía siempre que la tenía cerca.
—Es muy guapo, ¿no cree?
Jungkook se volvió hacia la mujer que tenía al lado.
—Sí lo es, excelencia. —Sonrió al ver a la madre de Tae, una mujer de famosa
belleza. Estaba claro que su esposo iba a envejecer bien—. Se parece a su madre.
—Guapo y encantador... —murmuró lady Daegu devolviéndole la sonrisa—.
¿Cuánto tiempo va a quedarse esta vez?
—El mismo que se quede mi esposo.
—Interesante. —La duquesa arqueó una ceja—. ¿Me permite el atrevimiento de preguntarle qué le ha hecho cambiar de opinión?
—¿No cree que baste con que él sea mi esposo?
—Los hombres desean a sus parejas al principio del matrimonio, milord. No cuatro años más tarde. Jungkook se rio.
—Soy un poco lento, pero creo que ahora empiezo a coger el ritmo.
Un movimiento le llamó la atención y, al volver la cabeza, descubrió a Mingyu en la puerta. Se tomó unos segundos para pensar cómo debía reaccionar. Años atrás habían sido amigos, pero sólo a un nivel superficial. Jungkook se disculpó y fue en busca del barón, al que dio la bienvenida con una sonrisa sincera.
—Mingyu, tienes buen aspecto.
Y lo tenía, había perdido gran parte de los kilos que solían acumulársele en la cintura.
—No tanto como tú, Jeon —contestó el otro—. Aunque deja que te diga que tienes el torso de un campesino. ¿Acaso has estado cultivando los campos? —Se rio.
—De vez en cuando. —Jungkook señaló el pasillo que conducía a la escalera—.
Ven. Fúmate un puro conmigo y cuéntame en qué líos te has metido durante mi ausencia.
—Antes de nada, te he traído un regalo.
—¿Un regalo? —Jungkook levantó ambas cejas.
El rubicundo rostro de Mingyu se aligeró con una sonrisa de oreja a oreja.
—Sí. Dado que acabas de volver y que todavía tienes que retomar tu agenda social, he supuesto que estarías un poco, ¿cómo decirlo... solo? —Señaló hacia la puerta principal con la cabeza.
Picado por la curiosidad, Jungkook miró hacia donde Mingyu señalaba y se topó con Jiso, lady Kim. La dama tenía unos labios tan carnosos que sólo podían definirse como pecaminosos. Jungkook recordaba su sonrisa, cómo lo había excitado y lo había llevado a tener una aventura con la propietaria de aquella boca durante nueve meses.
A Jiso le gustaba follar de manera escandalosa y sudorosa.
Jungkook se acercó a saludarla y le dio el beso de rigor en los nudillos. Ella le arañó la palma de la mano con deliberada sensualidad.
—Jeon —dijo, con una voz infantil nada acorde con su predisposición. Antes, eso también lo había excitado; oír aquella voz angelical mientras se tiraba su cuerpo lujurioso—. Estás divino, al menos lo parece con la ropa puesta.
—Tú también tienes buen aspecto, Jiso, aunque seguro que ya lo sabes.
—Cuando oí que habías vuelto, decidí venir a verte en seguida. No quería que alguien se me adelantase.
—No tendrías que haber venido a mi casa —la riñó él.
—Lo sé, cariño, y en seguida me voy. Pero he pensado que tendría más posibilidades de que volvieses conmigo si me veías en persona. Una nota es algo muy impersonal y no es tan divertido como tocarte. —Sus ojos, verdes como el jade igual de bonitos que la piedra preciosa, brillaron divertidos—. Me gustaría que volviésemos a ser amigos, Jeon.
Él arqueó una ceja y esbozó una sonrisa indulgente.
—Es una oferta muy generosa, Jiso, pero debo rechazarla.
Ella levantó una mano y se la pasó a él por el estómago con un ronroneo.
—He oído rumores acerca de que su señoría Jeon y tú os vais a reconciliar.
—Nunca hemos necesitado reconciliarnos —la corrigió él, dando un paso hacia atrás para apartarse.
La mujer le puso morritos.
—Espero que lo reconsideres. He reservado una habitación en nuestro hotel preferido. Estaré allí durante los próximos tres días. —Le lanzó un beso a Mingyu y luego volvió a mirarlo a él—. Espero verte allí, Jeon.
—Yo que tú esperaría sentada —contestó, mientras le hacía una reverencia.
En cuanto el lacayo cerró la puerta tras la voluptuosa invitada, Mingyu se acercó a Jeon.
—Puedes agradecérmelo con una copa de brandy y un habano.
—Nunca he requerido de tus servicios para esta clase de menesteres —replicó él, serio.
—Sí, sí, lo sé. Pero acabas de llegar y quería ahorrarte el trabajo. No hace falta que te quedes con ella cuando acabes.
Jungkook negó resignado con la cabeza y alejó al barón de la puerta principal para llevarlo a su despacho.
—¿Sabes qué, Mingyu? Creo que nunca vas a reformarte.
—¿Reformarme yo? —preguntó el otro, horrorizado—. Dios santo, espero que no. Sería desastroso.
Eran casi las seis cuando la casa quedó por fin libre de visitantes. Taehyung estaba de pie en el vestíbulo, con Jeon a su lado, viendo partir a los últimos y no pudo contener un suspiro de alivio.
Se había pasado el día entero sintiéndose muy desgraciado y apretando los dientes. Estaba convencido de que todos la antiguos amantes de Jeon habían ido
a saludarlo. Al menos los que pertenecían a la nobleza y sabían que él no podía ponerlas de patitas en la calle. Y Jeon había sido encantador y simpático con ellos, consiguiendo que todos volviesen a enamorarse de él.
—Bueno, ha sido agotador —dijo—. A pesar de que eres un canalla, al parecer sigues siendo popular. —Dio media vuelta y subió la escalera—. Claro que la mayoría de las visitas que hemos tenido han sido jóvenes.
La suave risa de Jeon fue ligeramente engreída.
—Bueno, eres tú la que quiere que encuentre un amante —le recordó.
Taehyung lo miró de reojo y vio que los sensuales labios de él reprimían una sonrisa. Bufó por la nariz.
—Han sido todas unas desvergonzados. ¡Mira que venir a babear delante de ti en mi propia casa...!
—Quizá preferirías que diese hora para entrevistas —sugirió Jeon.
Él se detuvo de repente en el penúltimo escalón y, con los brazos en jarras, lo fulminó con la mirada.
—¿Por qué estás intentando provocarme?
—Cariño, odio tener que ser yo quien te lo diga, pero ya estabas provocado. —
Esbozó la sonrisa que había estado reprimiendo y, al verla, Taehyung tuvo que sujetarse de la barandilla para no caerse—. Tengo que reconocer que me reconforta ver que estás celoso.
—No estoy celoso. —Subió el último escalón y giró hacia el pasillo—. Lo único que pido es un poco de respeto en mi propia casa. Y hace tiempo que aprendí que un hombre que provoca celos a su esposo no vale la pena.
—Estoy de acuerdo.
Las suaves palabras de él dándole la razón la sorprendieron y se detuvo antes de llegar a la puerta.
—Espero que tengas presente, Tae —murmuró Jeon—, que a mí me ha gustado tan poco como a ti recibir esas visitas.
—Mentiroso. Te encanta ver que te adoran. A todos los hombres os gusta. «No es propio de un marido serle fiel a su esposo, en especial si el marido es guapo y encantador», le había dicho su madre e Taehyung lo sabía también por propia experiencia.
Claro que Jeon nunca le había mentido. Él nunca le había prometido serle fiel, lo único que había dicho era que sería un buen amante y eso no lo ponía en duda.
—El único que me gusta que me adore es una marques temperamental que tiene un tocador decorado con retales de seda. —Jeon se acercó a su lado y colocó la mano en el picaporte, rozándole el lateral del pecho con el brazo—. ¿Qué te pasa, Taehyung? —le preguntó, con los labios pegados a su oído—. ¿Dónde está esa sonrisa que tanto ansío?
—Estoy intentando ser agradable, Jeon.
Taehyung odiaba estar de mal humor. No era propio de su carácter.
—Yo tenía otros planes para hoy.
—¿Ah, sí? —No sabía por qué le molestaba que él hubiese planeado algo distinto, algo que sin duda no lo incluía.
—Sí. —Le lamió la curva de la oreja y sus anchos hombros impidieron que Taehyung viese más allá de éstos—. Quería pasar el día cortejándote, enseñándote lo encantador que puedo llegar a ser.
Tae lo empujó por el pecho para disimular el temblor que le habían causado sus palabras. Jeon se inclinó hacia adelante y apoyó la mano en el marco de la puerta, rodeándolo con su cuerpo y su olor. Un mechón de Pelo negro le cayó sobre la frente, dándole un aspecto relajado que lo hizo parecer mucho más joven de sus veintiséis años.
—Sé de sobra lo encantador que puedes ser.
Y apasionado. Taehyung se estremeció al recordar lo que había sentido cuando lo abrazó y lo besó en el cuello.
—¿Tienes frío? —le preguntó él en voz baja e íntima, con los ojos medio cerrados—. ¿Quieres que te haga entrar en calor?
—Si te soy sincero —susurró tae, colocándole las manos encima de los hombros y consiguiendo hacerlo estremecer—, ahora mismo tengo mucho calor.
—Yo también. Quédate conmigo esta noche.
Taehyung negó con la cabeza.
—Tengo que salir.
Dio un paso atrás y entró en su dormitorio convencido de que él la seguiría. Pero no lo hizo.
—Muy bien. —Jeon suspiró y se pasó una mano por el pelo—. ¿Cenarás en tu habitación?
—Sí.
—Yo tengo algunos asuntos que atender, pero volveré a tiempo para ver cómo te arreglas. Espero que no tengas ninguna objeción. Uno tiene que aprovechar los pocos placeres de que dispone.
—No, ninguna.
Taehyung empezaba a darse cuenta de que sólo con pensar que Jeon pudiese encontrar placer en algún otro lado se ponía enfermo.
—Entonces nos veremos más tarde. Cerró la puerta y él se quedó mirándola durante mucho rato después.
En las horas siguientes, Taehyung se bañó y cenó ligeramente. En circunstancias normales, habría chismorreado con Mary mientras se arreglaba. Los sirvientes siempre estaban al corriente de los chismes más jugosos y a él le gustaba estar al día. Sin embargo, en esa ocasión se quedó callado. Tenía la mente ocupada con lo que había sucedido esa tarde. Sabía que algunos de los que habían ido a su casa habían conocido íntimamente a su esposo. A lo largo de los últimos cuatro años, había coincidido en múltiples ocasiones con ellos y nunca le había dado importancia al asunto. En cambio, ahora le molestaba tanto que no podía dejar de pensar en ello.
Y lo peor de todo era que habían aparecido nuevas personas que no estaban en el pasado de Jeon, pero que querían estar en su futuro que hasta le habían guiñado un ojo, tocado el brazo y que le habían sonreído provocativamente y todos estaban convencidos de que a Taehyung no iba a importarle. ¿Y por qué le importaba? Él tenía a Wooshik y antes le había dado completamente igual. Pero la verdad era que ahora no era así. Sólo de pensar que alguna de esas personas compartiría pronto la cama con Jeon, le hervía la sangre. A pesar de que únicamente llevaba la camisola y el medio corsé, estaba tan furioso y frustrado
que se moría de calor.
Cerró los ojos mientras su doncella le peinaba y le hacía un recogido con algunos mechones sueltos alrededor de la cara. Sonó un leve golpe en la puerta, que se abrió sin esperar respuesta. El atrevimiento de por sí ya le resultó perturbador, pero lo que más la preocupó fue el lugar desde donde llamaron. Cuando Taehyung abrió los ojos, vio que Jeon entraba por la puerta que comunicaba ambos dormitorios.
—¿Qué...? —masculló.
Él respiró hondo y se dejó caer en la butaca preferida de Tae.
—Quitas el aliento —dijo, como si fuese lo más normal del mundo que entrase desde el otro dormitorio—. O, mejor dicho, das ganas de quitarte el aliento. ¿Esa frase existe, Tae? Si no, tendría que existir y tendrían que colocar un retrato tuyo al lado para explicarla.
Después de casarse, Jeon se había instalado en una habitación al final del pasillo, justo en la esquina opuesta a la de él. Taehyung a menudo se había ofrecido a quedarse en los aposentos de la zona de invitados, dado que aquella casa le pertenecía a él y que su matrimonio era una farsa, pero Jeon le recordó que el pasaba más tiempo en casa, cosa que era cierta. Taehyung dormía en su cama cada noche, mientras que Jeon podía pasar días sin meterse en la suya.
Al recordar eso, su humor empeoró.
—¿Qué estabas haciendo ahí?
—Lo que me apetecía. ¿Por qué? —le preguntó él, con tono inocente.
—Ahí no hay nada excepto muebles.
—Todo lo contrario —contestó con voz ronca—. La mayoría de mis pertenencias
están en esa habitación. Al menos las que uso a diario.
Taehyung apretó con fuerza el mueble de tocador. Pensar en Jeon durmiendo a
escasos metros de él, sólo con una puerta entre los dos, le resultó excitante. Se imaginó el cuerpo desnudo de su esposo tal como lo había visto en la sastrería. Se preguntó si dormiría boca abajo, rodeando la almohada con aquellos brazos tan fuertes, con el trasero desnudo y a la vista. ¿O tal vez dormía boca arriba? Taehyung tenía grabada en su mente la forma de su miembro. La dureza y la fuerza de este... Desnudo... El cuerpo de Jeon dormido... Enredado con las sábanas...Oh, Dios...
Tragó saliva y dejó de mirarlo antes de que él se diese cuenta de lo que estaba pensando.
—Mingyu ha heredado una gallina.
—¿Qué has dicho?
Lo miró. Igual que la noche anterior, iba vestido sólo con una camisa con las mangas remangadas y pantalones. Resultaba muy tentador y estaba seguro de que él lo sabía.
Tarde o temprano tendrían que discutir lo del cambio de habitación, pero Taehyung no se veía capaz de tener aquella conversación en ese momento. Esa noche ya iba a tener que discutir con Wooshik.
—La tía de Mingyu era una excéntrica —contestó Jeon, mientras se tumbaba—. Tenía una gallina como mascota. La última vez que él la visitó, vio que la mujer estaba tan contenta con ese animal que le dijo que era la gallina más guapa que había visto nunca.
—¿Guapa? —A Taehyung le temblaron los labios de risa.
—Sí. —No pudo evitar notar la diversión que impregnaba la voz de él—. Ahora su tía ha muerto y en su herencia...
—Le ha dejado a Mingyu la gallina.
—Sí. —Los sonrientes ojos de Jeon buscaron los de el en el espejo cuando
Taehyung se puso en pie para ponerse el vestido—. No, no te rías, Tae. Es un tema muy serio.
La doncella sí se rio.
—Sí, por supuesto —contestó Taehyung muy serio, intentando contenerse.
—El pobre animal está loco por Mingyu. Aunque, claro, las gallinas tienen el
cerebro del tamaño de un guisante.
—¡Jeon! —exclamó Taehyung, riéndose por fin.
—Al parecer, Mingyu ya no puede salir a su jardín, porque, en cuanto pone un pie fuera, la gallina corre a buscarlo. —Se puso en pie de un salto y extendió los brazos —. Corre hacia él con las alas abiertas de felicidad y le salta a los brazos como si fuese su enamorada.
Tanto Tae como la doncella se rieron a carcajadas.
—¡Te lo estás inventando!
—No. Reconozco que tengo mucha imaginación —contestó él, acercándose—, pero ni siquiera yo podría imaginarme a una fémina loca por Mingyu, ni ovípara ni humana. —Le sonrió a la doncella y añadió—: Yo me ocuparé del resto. Mary hizo una reverencia y se fue.
La sonrisa de Taehyung se desvaneció en cuanto él se detuvo a su espalda y empezó a recorrerle la columna vertebral. El contuvo la respiración para ver si así conseguía no olerlo.
—Nos estábamos llevando tan bien, Jeon —se quejó—. Por un segundo he pensado que volvíamos a ser amigos. ¿Por qué tienes que echarlo a perder y recordarme que sentimos esta maldita atracción?
Los dedos de Jeon se deslizaron por encima de la camisola que la cubría.
—Tienes el vello de punta. No te imaginas lo difícil que es para un hombre estar tan cerca de a quién que desea, sabiendo que también lo desea a él, y no poder hacer nada.
—Amigos —insistió el, sorprendiéndose de que su voz sonase tan firme—. Es la única alternativa que tenemos si queremos que nuestro matrimonio funcione.
—Puedo ser tu amigo y también tu amante.
Le dio un beso ardiente con los labios abiertos en el hombro.
—¿Y qué pasará con nosotros cuando ya no seamos amantes?
Jeon lo rodeó con los brazos por la cintura y le apoyó el mentón en el hombro para mirar el reflejo de ambos en el espejo. Él era mucho más alto y tenía que agacharse, lo que hacía que la rodease por completo.
—¿Cómo que qué pasará? ¿Qué quieres que te diga, Tae? ¿Que siempre seremos amantes?
Le tiró del corpiño y tocó su pecho con cuidado. Empezó a mover las caderas contra las nalgas de él. La prueba de su deseo era innegable, Taehyung notó que el calor se extendía por todo su cuerpo. Se moría de ganas de acostarse con él, Jeon lo había excitado una y otra vez con su seducción, así que cerró los ojos y dejó escapar un gemido.
—Míranos —le pidió él—. Abre los ojos y mira lo excitados que estamos, lo mucho que nos necesitamos. —Le capturó un pezón con sus ágiles y fuertes dedos—. Sé que podría hacer que te corrieras así, medio vestido. ¿Te gustaría correrte, Tae? — Le lamió la piel cubierta de sudor—. Seguro que te gustaría.
El, temerosa de verse en sus brazos, negó con la cabeza. Jeon se movió y colocó las caderas de manera que su miembro la acariciase arriba y abajo, hasta que gimió desesperado. Él siguió tocándole los pezones, estirándoselos, pellizcándolos, haciéndola suspirar de placer.
Tae notaba todos y cada uno de los movimientos de sus dedos como si estuviese tocándolo entre las piernas y su orificio se moría de hambre por el de él.
—No sé si siempre seremos amantes —dijo Jeon con voz ronca, haciendo que los pezones de él se excitasen todavía más. Él gimió—. Pero puedo asegurarte que, aunque pase a desearte la mitad de lo que te deseo ahora, seguiré haciéndolo desesperadamente.
Pero Taehyung sabía que terminaría deseando a alguien más. Incluso estando enamorado había sido incapaz de serle fiel a su amado. A pesar de saber eso, arqueó la espalda, mientras con su pecho buscaba las manos de él y con las nalgas, su dura erección. Jeon gimió desde lo más profundo de la garganta.
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Un extraño en mi cama
Historical FictionAdaptación de un extraño en mi cama de la autora Silvia Day El doncel kim Taehyung y lord Jeon Jungkook, marqués de Busan, son la pareja más escandalosa de todo corea. Tienen en común una lujuria desmedida, un gran ingenio, una provocativa reputaci...