Jungkook subió los escalones que conducían al club de caballeros Remington y supo que, si no fuera por la frustración sexual que sentía, estaría nervioso. En aquel establecimiento tan conocido seguro que se encontraría con varios esposos de antiguas amantes suyas.
En el pasado, Jeon no se habría sentido para nada incómodo por ello. «En la guerra y en el amor no hay reglas que valgan», habría dicho, o algo por el estilo. Sin embargo, ahora sabía que no era así. Había reglas que valían para todo en la vida y él no estaba exento de seguirlas.
Le entregó el sombrero y los guantes a uno de los sirvientes que había en la entrada y cruzó la sala de juegos para dirigirse al salón de la parte posterior.
Escudriñó la estancia en busca de una butaca y de cualquier tipo de alcohol, y lo reconfortó ver que el club no había cambiado. El olor a cuero y a tabaco le recordó que había cosas que no cedían al paso del tiempo. Un par de ojos azules se encontraron con los suyos y luego apartaron la mirada con un gesto claro de desprecio. Jungkook suspiró y aceptó que se lo merecía y luego se dispuso a pedir la que sabía que sería la primera de las infinitas disculpas que iba a tener que ofrecer a un número igual de incontables agraviados.
Hizo una leve inclinación de cabeza y dijo:
—Buenas tardes, lord Bogum
—Jeon.
El que antes había sido su mejor amigo ni siquiera lo miró.
—Lord Lee, lord Ji. —Jungkook saludó a los dos caballeros que estaban sentados con Bogum y luego volvió a centrar su atención en el vizconde—. Te suplico que me concedas un segundo, Bogum Si lo haces, te estaré eternamente agradecido.
—Creo que no tengo ningún segundo que malgastar —contestó su antiguo amigo
con frialdad.
—Lo entiendo. Entonces no tendré más remedio que pedirte disculpas aquí mismo —dijo Jungkook, que no estaba dispuesto a irse sin que lo escuchase. Bogum volvió la cabeza hacia él.
—Siento que mi matrimonio te causase malestar. Como amigo tuyo que era tendría que haberme importado cómo iba a afectarte. Y también quiero felicitarte por tus recientes nupcias. Eso es todo lo que quería decirte. Que tengan un buen día, caballeros.
Jungkook inclinó la cabeza levemente y dio media vuelta. Encontró una mesa y una
butaca de cuero para él solo y soltó el aliento al sentarse. Un poco más tarde, abrió un
periódico e intentó relajarse, algo prácticamente imposible con todas las miradas que
notaba posadas en él y por los caballeros que se acercaban constantemente a saludarlo.
—Jeon —oyó decir a Bogum
Jungkook se puso tenso y bajó el periódico.
Su amigo se quedó mirándolo largo rato y luego señaló la butaca que Jeon tenía
delante.
—¿Puedo?
—Por supuesto.
Jungkook dejó la lectura y el vizconde ocupó el asiento.
—Se te ve distinto.
—Me gusta pensar que he cambiado.
—Yo podría afirmarlo si tu disculpa de antes ha sido sincera.
—Lo ha sido.
Bogum se pasó una mano por los rizos rubios y le sonrió.
—Soy muy feliz en mi matrimonio, lo que sin duda ha contribuido a que me olvide del pasado. Pero dime una cosa, llevo años preguntándome si el me dejó por ti.
—No. Hasta el día en que nos casamos, tú eras el único vínculo de unión que
existía entre mi esposo y yo.
—No logro entenderlo. ¿Por qué me rechazó a mí y te aceptó a ti si no existía
nada entre vosotros?
—¿Algún hombre se cuestiona los motivos por los que su esposo accedió a
casarse con él? ¿Acaso los sabemos alguno? Fuera cual fuese la causa, la conclusión
es que soy el hombre más afortunado del mundo.
—¿Afortunado? ¡Has estado ausente cuatro malditos años! —exclamó el vizconde, escrutándolo con la mirada—. Casi no te había reconocido.
—Pueden pasar muchas cosas durante ese período de tiempo.
—O ninguna —dijo Bogum—. ¿Cuándo has vuelto?
—Ayer.
—Hablé con Tae el día anterior y no me dijo nada.
—Él no lo sabía. —Jungkook se rio cansado—. Y, por desgracia, mi regreso no le ha sentado tan bien como me gustaría.
Su amigo buscó una postura más cómoda en la butaca y le hizo señas a un lacayo
para que le sirviese una copa.
—Me sorprende oír eso. Vosotros dos siempre os llevasteis muy bien.
—Sí, pero tal como has señalado antes, he cambiado. Ahora tengo otros gustos y otras prioridades.
—Siempre me pregunté cómo era posible que fueras inmune a los encantos de El
—comentó el vizconde, riéndose—. El destino tiene un modo extraño de compensar
las cosas si transcurre el tiempo necesario. Mentiría si te dijese que no me gusta verte
sufrir. Jungkook le sonrió de mala gana.
—Mi esposo es un misterio para mí, lo que complica todavía más mi dilema.
—Taehyung es un misterio para todo el mundo. ¿Por qué crees que hay tantos
hombres que quieren poseerlo? A todos nos cuesta resistir la tentación del reto que
representa.
—¿Te acuerdas de cómo fue su matrimonio con Seojoon? —le preguntó Jungkook,
dándose cuenta de que era raro que nunca se hubiese interesado por el tema—. Me
gustaría oír la historia, si te acuerdas.
Bogum cogió la copa que le llevó uno de los sirvientes y asintió.
—No encontrarás a ningún noble de mi edad que se haya olvidado de cómo era
Taehyung de joven. Es el único hijo doncel de Lord Min y su padre lo adoraba.
Todavía lo adora, por lo que yo sé. De todos era sabido que Tae tenía una dote más que sustanciosa, lo que atrajo a los cazafortunas, pero, aunque no la hubiese tenido, habría sido igual de popular. Todos esperábamos impacientes su presentación en sociedad. Yo, sin ir más lejos, tenía intención de pedir su mano incluso entonces. Pero Seojoon fue más taimado que el resto. Él no esperó, lo sedujo en cuanto Taehyung salió de la academia para señoritas y donceles, impidiendo que los demás tuviésemos siquiera la oportunidad de cortejarlo.
—¿Lo sedujo?
—Sí, lo sedujo. Todo el mundo lo vio clarísimo. El modo en que se miraban el uno al otro... Vivieron una gran pasión. Siempre que estaban cerca la tensión sexual entre ellos podía palparse en el aire. Yo tuve envidia de Seojoon, de que un doncel tan sensual como Taehyung lo adorase y lo desease de esa manera. A mí me habría gustado poder compartir eso mismo con él, pero no pudo ser. Incluso después de que él empezase a serle infiel, Taehyung seguía adorándolo, aunque era evidente que le dolía muchísimo. Seojoon fue un idiota.
—Y que lo digas —masculló Jungkook, analizando en silencio el ataque de celos
que sentía. Bogum se rio y bebió un largo trago.
—Tú me recuerdas a él. O, mejor dicho, me lo recordabas. Seojoon tenía veintidós años cuando se casó con Taehyung y era tan engreído como tú. De hecho, Tae solía decir a menudo que le recordabas a su difunto marido. Cuando os casasteis, pensé que había aceptado tu proposición precisamente por eso, pero después de la boda tú seguiste con tus distracciones y el con las suyas. Nos dejasteis a todos muy confusos y más de uno nos pusimos furiosos. Era una injusticia que Tae hubiese vuelto a casarse con un hombre que, al parecer, no sentía el más mínimo interés por él.
Jungkook se quedó mirándose las manos, ahora enrojecidas y resecas por el trabajo
duro. Hizo girar la alianza de oro que llevaba en el dedo anular, un anillo que Tae y él habían comprado en broma, diciendo que jamás vería la luz del sol. Jungkook no estaba seguro de por qué quería llevarlo, pero le gustaba. Era una sensación extraña la de saber que pertenecía a alguien. Se preguntó si Tae habría sentido lo mismo esa tarde, cuando él le compró el anillo, y si por eso lo había rechazado.
El vizconde se rio.
—La verdad es que debería odiarte, Jeon. Pero me lo estás poniendo
condenadamente difícil.
Jungkook levantó las cejas casi hasta el nacimiento del cabello.
—No he hecho nada para impedir que me odies.
—Estás pensativo y preocupado. Y si eso no demuestra que has cambiado,
entonces no tengo ni idea de qué significa. Anímate. Taehyung es tuyo y, a diferencia de mí o de Park, o de cualquier otro, a ti no puede abandonarte.
—Pero está Wooshik —le recordó Jungkook a su amigo.
—Ah, sí, es verdad —dijo Bogum con una sonrisa de oreja a oreja—, ya te he dicho que el destino suele ajustar cuentas.
—Estoy muy decepcionada de que tu errante esposo no esté en casa —se quejó la duquesa de Daegu.
—Madre —Taehyung negó con la cabeza—, no puedo creerme que hayas venido
corriendo sólo para curiosear y ver a Jeon.
—Y de qué te sorprendes —contestó la duquesa, sonriendo como el gato que se ha comido al canario—. Cariño, ya sabes que la curiosidad es uno de mis mayores vicios.
—Uno de muchos —farfulló Taehyung.
Su madre ignoró el comentario.
—Lady MInseok vino a verme y no puedes ni imaginarte lo horrible que fue ver que ella estaba al tanto hasta del más mínimo detalle sobre el aspecto de Jeon, mientras que yo ni siquiera sabía que había vuelto a la ciudad.
—Lo único que es horrible es esa señora. —Taehyung paseó de un lado a otro de su tocador—. Estoy segura de que a estas alturas ya ha chismorreado tanto como ha podido.
—¿Está tan guapo como me dijo?
El suspiró y reconoció la verdad.
—Sí, me temo que sí.
—Esa mujer me juró y perjuró que estaba tan guapo que era incluso indecente;
¿eso también es verdad?
Taehyung se detuvo y miró a su madre a los ojos. La duquesa seguía siendo una belleza, aunque su melena castaña tenía ahora vetas plateadas.
—No voy a hablar de eso contigo, madre.
—¿Por qué no? —contestó su excelencia ofendida—. ¡Es fantástico! Tienes un amante que quita el aliento y ahora tu joven esposo ha vuelto a casa incluso más atractivo que antes. Te envidio. Ella se apretó el puente de la nariz y suspiró.
—No deberías hacerlo. Todo esto es un desastre.
—¡Ajá! —Su madre se puso en pie de un salto—. Jeon te desea. Ya era hora, deja que te lo diga. Empezaba a pensar que tu esposo estaba mal de la cabeza.
Taehyung estaba convencido de que lo estaba. Ellos dos hacía años que se conocían y
habían vivido juntos durante seis meses sin que saltase la más mínima chispa de deseo. Y ahora ardía en llamas sólo con mirarlo. Pensándolo mejor, quizá el que estaba mal de la cabeza era él.
—Tengo que encontrarle una mujer o un doncel —masculló.
—¿Tú no eres un doncel? Estaba convencida de que el médico me había dicho que sí.
—Madre, Dios santo. Estoy hablando en serio, por favor. Jeon necesita un amante.
Se acercó a la ventana y apartó la cortina y luego se quedó mirando el jardín. No pudo evitar recordar la mañana en que había visto a Jeon bajo la ventana de su casa de la ciudad, suplicando que lo dejase entrar. Suplicando que se casase con él.
«Di que sí, Tae».
Otro recuerdo, éste más reciente, fue del día anterior, cuando Jeon se había detenido a su espalda en el lugar exacto donde estaba ahora y había hecho que lo desease. Estropeándolo todo.
—¿Qué tiene que ver que te desee con que necesite un amante? —le preguntó la duquesa.
—Tú no lo entenderías.
—En eso tienes razón. —Su madre se acercó y le puso las manos sobre los hombros—. Pensaba que habías aprendido un par de cosas con Seojoon.
—Con él aprendí toda la lección.
—¿No echas de menos la pasión, el fuego? —La mujer extendió los brazos y giró sobre sí misma con la exuberancia de una muchacha, mientras su falda verde oscuro revoloteaba a su alrededor—. Yo vivo por eso, cariño. Anhelo sentir esas miradas indecentes sobre mi piel, esas caricias, esos movimientos.
—Ya lo sé, madre —dijo Taehyung cortante.
Mucho tiempo atrás, sus padres habían decidido que cada uno buscaría sus respectivas historias de amor fuera del matrimonio y los dos parecían muy felices con el arreglo.
—Cuando vi que empezabas a tener amantes, pensé que habías dejado de creer en
esa tontería del amor eterno.
—Y así es.
—No te creo. —Su madre frunció el cejo.
—Sólo porque crea que la fidelidad es una muestra de respeto, no significa que piense que va ligada al amor, o la posibilidad de que éste llegue a existir. —Taehyung se acercó a su escritorio, donde antes había estado confeccionando el menú y la lista de invitados de su próxima cena.
—Taehyung, cariño —su madre suspiró y volvió a sentarse en el sofá, donde se sirvió otra taza de té—, no es propio de un marido serle fiel a su esposo, en especial si el marido es guapo y encantador.
—A mí me gustaría que no me mintieran al respecto —contestó el enfadado, fulminando con la mirada el retrato que colgaba de la pared—. Le pregunté a Seojoon si me amaba, si me sería fiel. Y él me dijo que todos palidecían a mi lado. Y yo le creí como un idiota. —Levantó las manos exasperado.
—Aunque sus intenciones hubiesen sido buenas, a los hombres les resulta imposible resistir a todos lao buscones que quieren meterse en sus camas. Esperar que un caballero atractivo actúe en contra de su propia naturaleza sólo servirá para que te hagas daño.
—Es evidente que no quiero que Jeon actúe en contra de su naturaleza, si no, no
estaría buscándole un amante.
Taehyung vio que su madre se ponía tres cucharadas de azúcar en el té, además de una cantidad exagerada de leche. Negó con el gesto cuando la mujer levantó la tetera para ofrecerle otra taza.
—No entiendo por qué no quieres disfrutar de las atenciones de tu esposo mientras dure esta atracción. Dios santo, a juzgar por lo que me dijo lady MInseok sobre el aspecto de Jeon, yo misma me acostaría con él si estuviese interesado en mi persona.
Taehyung cerró los ojos y soltó un largo suspiro. Luego, su madre prosiguió:
—Tendrías que seguir el ejemplo de tu hermano, cariño. Él es mucho más práctico en lo que atañe a estos temas.
—La mayoría de los hombres lo son. Yoongi no es ninguna excepción.
—Tu hermano ha confeccionado una lista con las damas y donceles casaderos y...
—¿Una lista? —Taehyung abrió los ojos escandalizado—. ¿No te parece que eso es ir demasiado lejos?
—Es perfecto. Tu padre y yo también lo hicimos y mira lo felices que somos.
Él se mordió la lengua.
—¿Acaso sientes cariño por Wooshik y por eso te resistes a acostarte con tu esposo? —le preguntó la duquesa con voz más afectuosa.
—Ojalá fuera eso. Entonces todo sería más sencillo.
Podría dejar a un lado la repentina preocupación que Jeon decía sentir por él y resolver el asunto igual que se quitaba de encima a los pretendientes que no deseaba:
con una sonrisa y un poco de humor. Pero le costaba mucho sonreír y tener sentido del humor cuando le dolían los pezones de lo excitado que estaba y se notaba tan húmedo entre las piernas.
—Jeon y yo nos llevamos bien. Me gusta, es un hombre muy divertido. No me importaría vivir con alguien así durante el resto de mi vida. Pero no podría vivir con un hombre que me hiciera daño. Yo soy mucho más sensible que tú y todavía me duelen las cicatrices de las heridas que me hizo Seojoon.
—¿Y crees que si le encuentras un amante a Jeon dejarás de parecerle atractivo? No, no me contestes a eso, cariño. Sé que a ti los hombres casados no te gustan. Tus escrúpulos son admirables. —La duquesa se levantó y se acercó al sofá donde estaba su hijo. Se sentó a su lado y le rodeó la cintura con un brazo para ayudarle a repasar los preparativos de la cena—. No invites a lady Jung —dijo, fingiendo un escalofrío—. Yo no sé la presentaría ni a mi peor enemigo, es peor que la peste. Taehyung se rio.
—De acuerdo. —Mojó la pluma en el tintero y tachó el nombre—. ¿A quién podríamos invitar?
—¿Jeon no estaba con alguien cuando se fue? ¿Además de Beck?
—Sí... —Taehyung se quedó pensando un segundo—. Ah, sí, ahora me acuerdo. Lalisa Manoban, la actriz.
—Pues invítala. Jeon no se fue porque se hubiese aburrido de ella, así que tal vez todavía exista algo entre los dos.
Una punzada de soledad cogió desprevenida a Taehyung, que dejó la mano inmóvil y le cayó una gota de tinta en el papel.
—Gracias, madre —dijo en voz baja, agradeciendo la compañía de su progenitora.
—De nada, cariño. —La duquesa se inclinó hacia adelante y presionó le mejilla con la de ella—. ¿Para qué está una madre, si no para ayudar a su hijo a buscarle un amante a su esposo?
Taehyung estaba tumbado en la cama, intentando leer algo, pero nada parecía capaz de mantener su atención. Pasaban pocos minutos de las diez y se había quedado en casa, tal como Jeon le había pedido. Si él no se había presentado a recoger su premio, no era culpa de él, y si creía que podría hacerlo más tarde, estaba muy equivocado. Taehyung no iba a darle una segunda oportunidad. Ya lo había obligado a cancelar los planes de esa noche y no iba a volver a hacerlo; y mucho menos después de que él no hubiese tenido el detalle de aparecer. Claro que eso era precisamente lo que Tae quería que sucediese; que Jeon saciase su placer en alguna otra parte. Era exactamente lo que quería. Todo iba a las mil maravillas. Quizá no tuviese ni que organizar esa cena de bienvenida.
Qué alivio. Podía dejar a un lado los preparativos y retomar su vida de antes de
que hubiese vuelto su esposo. Soltó el aliento y se planteó la posibilidad de dormir, pero justo entonces oyó un ruido procedente de su tocador. Y no fue la impaciencia lo que lo empujó a dejar el libro de inmediato, se dijo. Sencillamente, iba a investigar. Cualquiera haría lo mismo
si oyera ruido en la habitación de al lado.
Aceleró el paso y abrió la puerta del pasillo. Y se quedó boquiabierto.
—Hola, Tae —le dijo Jeon de pie en el pasillo, vestido sólo con una camisa
arremangada y pantalones.
Iba descalzo, sin pañuelo de cuello y con los antebrazos al descubierto. Tenía el cabello húmedo porque, al parecer, acababa de bañarse.
Maldito fuera.
—¿Qué quieres? —le preguntó de mal humor porque hubiese ido a verlo vestido,
o, mejor dicho, desvestido de esa manera.
Jeon arqueó una ceja y levantó un brazo para enseñarle la cesta que llevaba en la mano.
—Cena. Me lo prometiste. No puedes echarte atrás.
Taehyung retrocedió un paso para dejarlo entrar e intentó ocultar su sonrojo. No había visto la cesta porque se había quedado embobado mirándolo a él y eso sí que era embarazoso.
—No has venido a comer.
—Creía que no tenías ganas de estar conmigo —le dijo Jeon, jugando con el doble sentido. Entró en la habitación e Taehyung no pudo evitar respirar hondo cuando él pasó por su lado. La tela de la carpa parecía envolverlos y aislarlos—. La cena, sin embargo, estaba garantizada.
—¿Y tú sólo acudes a actos garantizados?
—Es evidente que no, de lo contrario no estaría aquí. —Se sentó en el suelo, junto a una mesa baja, y abrió la cesta—. Tu mal humor no me asusta y no me hará cambiar de opinión, Taetae. He esperado todo el día que llegase este momento y tengo intención de disfrutarlo. Si no tienes nada agradable que decirme, ponte uno de estos sándwiches de faisán en la boca y deja que te mire.
Él se quedó contemplándolo atónito, hasta que él levantó la vista y le guiñó un ojo. Taehyung fingió que se sentaba en el suelo por cortesía, pero en realidad se le habían aflojado las rodillas.
Él sacó dos copas y una botella de vino de la cesta.
—Estás precioso con esa bata de seda rosa.
—Creía que habías cambiado de opinión. —Levantó el mentón—. Y me he puesto cómoda.
—No te preocupes —contestó Jeon, seco—. No me hago ilusiones acerca de que te hayas ataviado así para seducirme.
—Eres un canalla. ¿Dónde has estado?
—Antes nunca me lo preguntabas.
Antes a él no le importaba, pero eso no iba a decírselo.
—Antes solías contármelo todo, ahora apenas me das ninguna información.
—En Remington.
—¿Toda la tarde?
Él asintió y cogió su copa.
—Oh. —Taehyung había oído hablar de las cortesanas que ofrecía el club. Remington
era el bastión de la masculinidad—. ¿Lo has pasado bien?
—¿No tienes hambre? —le preguntó Jeon, ignorando la pregunta que le había
formulado.
Taehyung levantó su copa de vino y bebió.
Él se rio. El sonido se derramó encima como líquido caliente.
—Eso no es comida.
Taehyung se encogió de hombros.
—¿Lo has pasado bien? —insistió.
Jeon la miró exasperado.
—No me habría quedado hasta tan tarde si me hubiesen estado torturando.
—Sí, claro.
Se había bañado y se había cambiado de ropa, así que supuso que tendría que
estar agradecida de que no se hubiese presentado apestando a sexo y a perfume, como
había hecho Seojoon en más de una ocasión. Se le revolvió el estómago cuando la
imagen que se formó en su mente fue la de Jeon y no la de su primer marido y se
levantó para tumbarse en la otomana y mirar el techo.
—No tengo hambre —dijo.
Un segundo más tarde, lo inundó el olor de Jeon, junto con el de ropa limpia y el
jabón de sándalo. Se había sentado a su lado en el suelo y le cogió una mano.
—¿Qué puedo hacer? —le preguntó en voz baja, pasándole los dedos callosos por la palma de la mano, haciendo que pequeños escalofríos le recorriesen la piel—. Me duele ver que mi presencia te disgusta, pero no puedo alejarme de ti, Tae. No me
pidas que lo haga.
—¿Y si te lo pidiera igualmente?
—No podría hacerlo.
—¿Incluso después de lo bien que lo has pasado esta noche?
Él detuvo los dedos y luego se rio desde lo más profundo de su garganta.
—Tendría que ser un buen marido y tranquilizarte, pero sigo siendo lo bastante
canalla como para que me guste verte sufrir un poco. Casi tanto como sufriría yo.
—Los hombres con tu aspecto nunca sufren, Jeon —contestó Tae sarcástico,
volviendo la cabeza para mirarlo a los ojos.
—¿Hay otros hombres como yo? Qué disgusto.
—¿Ves cómo cambia nuestra relación cuando empiezas a comportarte como mi amigo en vez de como mi esposo? —comentó el—. Mentiras, evasivas, verdades a medias. ¿Por qué quieres que vivamos de esta manera?
Él se pasó una mano por el pelo y suspiró exhausto.
—¿Puedes responder a eso, Jeon? —insistió Taehyung—. Ayúdame a entender por qué quieres echar a perder nuestra amistad, por favor.
Los ojos de él buscaron los suyos, llenos del mismo pesar que Taehyung había detectado en ellos el día anterior. Le dio un vuelco el corazón al ver tanta emoción contenida.
—Dios, Tae —Apoyó la mejilla en el muslo de Taehyung y su cabello negro se
esparció por la seda de la bata de ella—. No sé cómo hablar de esto sin parecer melodramático.
—Inténtalo.
Él se quedó mirándolo largo rato; sus largas pestañas cubrían a medias sus ojos y proyectaban una sombra alargada en sus mejillas. Los dedos con que le estaba acariciando la mano se detuvieron y los entrelazó con los de Tae. Ese gesto tan íntimo fue para Taehyung como recibir un golpe. Por un instante le costó respirar.
—Después de la muerte de Beck, me odié, Tae. No tienes ni idea de cómo lo
había engañado... de cuántas maneras y cuántas veces. Fue una auténtica lástima que
alguien como el muriese por culpa de un hombre como yo. Me llevó mucho tiempo aceptar lo repugnante que había sido mi comportamiento, pero me di cuenta de que, aunque no podía cambiar el pasado, sí podía honrar su memoria e intentar ser un hombre distinto en el futuro.
Taehyung le apretó la mano con fuerza y Jeon le devolvió el gesto. Fue entonces
cuando notó que llevaba la alianza. Él nunca antes se la había puesto; vérsela lo sacudió desde lo más hondo, con tanta intensidad que incluso tembló. Jeon movió la cabeza encima del muslo de Taehyung y lo acarició con la mejilla, haciendo que Tae empezara a excitarse. Él malinterpretó su reacción y dijo:
—Es una historia deprimente. Lo siento.
—No... Sigue, por favor. Quiero saberlo todo.
—Intentar cambiar el carácter de uno mismo es una tarea muy ardua y descorazonadora —dijo Jeon al fin—, creo que pasaron años enteros sin que encontrase ningún motivo para sonreír. Hasta que ayer entraste en mi despacho.
Entonces, en aquel preciso instante, te vi y noté una chispa en mi interior. —Levantó
sus manos entrelazadas y le besó los nudillos—. Y más tarde, en esta misma habitación, sonreí. Y me sentí bien, Tae. Esa chispa se ha convertido en algo más, en algo que no había sentido en años.
—Anhelo —dijo el con la respiración entrecortada y la mirada fija en el rostro
impasible de Jeon.
Conocía bien esa sensación, porque era la misma que ahora la estaba carcomiendo
por dentro.
—Y deseo y vida, Tae. Y eso lo he sentido estando fuera. No puedo ni imaginar
qué sentiría si estuviese dentro. —La voz de Jeon se tornó profunda y cargada de
deseo y sus ojos perdieron la tristeza y el tormento que Taehyung había visto en ellos
cuando había entrado en la habitación—. Muy dentro de ti, tan profundo como fuese
posible.
—Jeon...
Jungkook giró la cabeza y le besó el muslo por encima de la bata, con los labios
abiertos. Taehyung se tensó de arriba abajo y arqueó la espalda pidiéndole más sin decir nada.
Atormentado, apartó la cabeza de él.
—¿Y qué crees que pasará con nosotros cuando hayas saciado ese anhelo? No
podremos volver a estar como antes.
—¿De qué estás hablando?
—¿Alguna vez te ha pasado que te aburres de una comida que antes era tu preferida? Cuando el anhelo está saciado, el mismo plato que antes te hacía salivar puede darte asco. —Se sentó, apartándose. Se puso en pie y comenzó a caminar de un lado a otro, como hacía cuando estaba nervioso—. Entonces nos separaríamos de verdad. Yo probablemente me iría a vivir a otra casa y, cuando nos encontrásemos en actos sociales, sería muy incómodo. Jeon también se puso en pie y lo siguió con la mirada. Una mirada que parecía casi táctil, dada su intensidad.
—Tú ves a tus antiguos amantes a diario. Todos se comportan educadamente contigo y tú con ellos. ¿Por qué iba a tener que ser distinto?
—Porque a ellos no los veo cuando tomo café por la mañana. No dependo de ellos para que paguen mis cuentas o para que se ocupen de mi bienestar. ¡Ellos no llevan mi alianza! —Se detuvo y cerró los ojos, temblando de pies a cabeza por culpa de lo que se le había escapado.
—Taehyung —dijo Jeon en voz baja.
Tae levantó una mano y abrió los ojos en dirección al retrato que colgaba de la pared. Aquel dios dorado atrapado en su juventud eterna le devolvió la mirada.
—Te encontraré un amante. El sexo es sexo y será menos complicado que te acuestes con otra mujer o doncel.
Él se movió con tanta agilidad que Taehyung no lo vio acercarse. Se sorprendió cuando con un brazo la rodeó por la cintura y con el otro por el torso, atrapándole un pezon de forma muy posesiva. Tae soltó un pequeño grito al notar que sus pies dejaban de tocar el suelo, y Jungkook le hundió el rostro en el hueco del cuello. Taehyung notó el cuerpo de Jeon pegado al suyo, abrazándolo con fuerza, pero también con infinita ternura.
—No necesito que me ayudes a buscar sexo. Te necesito a ti. —Le lamió y mordió la delicada piel del cuello y luego respiró hondo y apretó los brazos con los que lo rodeaba con un gemido—. Quiero que sea complicado. Y sudoroso y sucio.
Que Dios me ayude, porque me ha condenado a desear a mi propia esposo. Taehyung notó su erección quemándole la espalda y se derritió en sus brazos con algo parecido a la desesperación.
—No.
—Puedo ser cariñoso, Tae. Puedo amarte bien.
Aflojó los brazos y, con la punta de los dedos, le acarició el pezón. Él se movió nervioso, el anhelo que sentía entre las piernas era casi insoportable.
—No... —gimió, deseándolo con cada poro de su cuerpo.
—Llevo tu anillo en mi dedo —dijo él entre dientes, sin ocultar la frustración que sentía—. Tienes que saber que soy tuyo. Que soy distinto de los demás. —Le lamió la curva de la oreja y luego le mordió el lóbulo—. Deséame, maldita sea. Deséame como yo te deseo.
Entonces se apartó de él soltando una maldición y se fue de la estancia dejando a Taehyung solo con sus dos mitades; la que decía que una aventura con él no iba a durar y la que le decía que no le importaba si duraba o no.Estoy muy de buenas asi que hoy seran 2 cap :)
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Un extraño en mi cama
Historical FictionAdaptación de un extraño en mi cama de la autora Silvia Day El doncel kim Taehyung y lord Jeon Jungkook, marqués de Busan, son la pareja más escandalosa de todo corea. Tienen en común una lujuria desmedida, un gran ingenio, una provocativa reputaci...