Capitulo 16

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Después de dejar a Taehyung, Yoongi iba tan sumido en sus pensamientos que ni siquiera se fijó por dónde caminaba. Giró por una esquina y se dio de bruces contra alguien que se movía con suma rapidez. Tuvo que alargar los brazos para sujetar a la dama en cuestión y evitar que cayese al suelo.
—¡Lady Lee! Le ruego que me disculpe.
—Lord Min —contestó ella, alisándose la falda y tocándose los rizos dorados, que empezaban a mostrar algún rastro de gris. Lo miró con una sonrisa, cosa que sorprendió a Yoongi teniendo en cuenta que había estado a punto de atropellarla—. Yo también le ruego que me disculpe. Estoy tan preocupada pensando en el entretenimiento de mis invitados que no me he fijado por dónde iba.
—Todo el mundo lo está pasando muy bien.
—¡Qué alivio! Tengo que darle las gracias por haberle hecho compañía al sobrino de Lee esta noche. Al pobre siempre la acosan los cazafortunas.
Estoy segura de que le ha gustado hablar con un caballero que no se plantea casarse con él. Le estoy muy agradecida por haber estado con Minie tanto rato.
Yoongi se mordió la lengua para no gruñir. Que la mujer pensara que había sido simplemente un buen samaritano que había hablado con Minie sin sentir un interés sincero por él lo molestaba de un modo que no sabía explicar. Se moría de ganas de rebatir los argumentos de lady Lee y de decirle que su sobrino era único y que era un doncel deseable por mucho más que su fortuna. Pero seguía sin entender por qué tenía esa necesidad imperiosa de defenderlo. Quizá porque se sentía culpable.
—No hace falta que me dé las gracias —aseguró con su cortesía habitual.
—¿Lo está pasando bien buscando el tesoro?
—Antes sí. Pero ahora me temo que me retiraré y dejaré que se lleven el mérito el resto de los invitados.
—¿Sucede algo? —preguntó ella, preocupada.
—No, en absoluto, pero se me da muy bien buscar tesoros y no sería deportivo de mi parte ganar también esta noche, cuando tengo intención de ganar mañana — concluyó, guiñándole un ojo.
Lady Lee se rio.
—De acuerdo. Que pase una buena noche, milord. Le veré en el desayuno.
Siguieron cada uno por su camino y Yoongi optó por la ruta más corta que conducía a sus aposentos. En cuanto estuvo desnudo, le dijo a su ayuda de cámara que no lo necesitaría durante el resto de la noche y se sentó ante el fuego con una botella y una copa. Poco después estaba borracho y se sentía algo menos culpable por lo que había sucedido con Minie. Hasta que se abrió la puerta.
—Vete —farfulló Yoongi sin hacer ningún esfuerzo para taparse las piernas, que le quedaban al descubierto con el batín.

—¿Yoongi?
Ah, su ángel.
—Vete, Minie. No estoy en condiciones de recibirte.
—A mí tus condiciones me parecen perfectas —dijo en voz baja, acercándose a él. Rodeó la silla y no se detuvo hasta quedar entre Yoongi y la chimenea.
Dado que no se había puesto enaguas, para poder desnudarse con más facilidad, Yoongi pudo ver la silueta de sus piernas a través del vestido y se excitó, un estado que fue incapaz de ocultar con la ropa que llevaba.
Minie carraspeó sin apartar la vista.
Sintiendo la necesidad de escandalizarle, él se abrió el batín y mostró su miembro completamente erecto.
—Y ahora que ya has visto lo que venías a ver, puedes irte.
Jimin se sentó en la silla que Yoongi tenía delante, con la espalda muy recta y su mirada curiosa contemplándolo. Era condenadamente adorable y él tuvo que apartar la vista.
—No he venido aquí a mirar lo que quiero e irme sin tocarlo —dijo seria—. No se me ocurre una idea más absurda que ésa.
—A mí sí se me ocurre una —contestó Yoongi con voz ronca y moviendo el vaso medio vacío a la luz del fuego, en busca de prismas—: tú jugándotela hasta quedarte embarazado.
—¿Es ése el motivo que se esconde tras ese humor tan raro que tienes?
—A ese «humor» se lo llama «sentimiento de culpabilidad», Jimin, y dado que nunca había sentido nada igual, no me siento demasiado cómodo al respecto.
Jimin se quedó en silencio largo rato. El suficiente como para que Yoongi vaciase su copa y volviese a servirse otra.
—¿Te arrepientes de lo que pasó entre nosotros?
—Sí —contestó sin mirarlo a los ojos.
Era mentira, porque jamás se arrepentiría de ninguno de los momentos que había pasado con Minie, pero pensó que sería mejor que no lo supiese.
—Entiendo —dijo Minie en voz baja. Y entonces se puso de pie y se acercó a él, deteniéndose junto a su silla—. Lamento que se arrepienta de eso, lord Min, pero tiene que saber que yo jamás me arrepentiré.
Fue el temblor de la voz lo que hizo que Yoongi se moviese a la velocidad del rayo y atrapase su muñeca. Cuando se obligó a mirarlo, vio lágrimas en sus ojos, cosa que lo hirió tan profundamente que dejó caer el vaso que tenía en la otra mano.
El ruido del cristal al golpear el suelo quedó ahogado por el zumbido que tenía en los oídos.
Tocar a Jimin, aunque fuese sólo una diminuta parte, resucitó los recuerdos de cuando Yoongi había tocado otras zonas de su cuerpo y empezó a sudar.
El intentó soltarse, pero él lo retuvo con fuerza y se puso en pie para sujetarlo por la nuca.
—¿No ves que te hago daño? ¿No ves que lo único que puedo hacerte es daño?
—Fue como estar en el cielo —lloró, enjugándose furiosa las lágrimas—. Las cosas que me hiciste... el modo en que te sentí... ¡el modo en que me sentí!
Minie siguió luchando, pero él lo mantuvo sujeta. Jimin lo fulminó con la mirada, tenía las mejillas sonrojadas y los labios rojos y entreabiertos.
—Veo que mi madre tenía razón. Las aventuras son sólo para aliviar una necesidad física. Nada más. Supongo que el sexo es así para todo el mundo. ¡Con todo el mundo! ¿Por qué, si no, lo practica tanta gente?
—¡Para! —gritó él con el corazón latiéndole descontrolado al seguir su lógica.
El también levantó la voz.
—¿Por qué, si no, nuestro encuentro significa tan poco para ti? Soy una estúpido al creer que tú y yo somos únicos. Al parecer, tú podrías sustituirme por cualquiera y sentirías la misma intimidad. ¡Por lo tanto, concluyo que a mí cualquier otro hombre me hará sentir lo mismo!
—Maldita sea. No habrá ningún otro hombre.
—¡Váyase al infierno, milord! —exclamó, magnífico en medio de su furia—.
No soy una gran belleza, pero estoy seguro de que encontraré a algún hombre dispuesto a hacerme el amor y que luego no se arrepienta de ello.
—Deja que te diga que si te toca cualquier otro hombre, se arrepentirá de inmediato —contestó él entre dientes.
—Oh. —Parpadeó atónito y se llevó la mano que tenía libre al cuello—. Oh, vaya. ¿Estás siendo posesivo conmigo?
—Yo nunca soy posesivo.
—Has amenazado a cualquier hombre que me toque. ¿Cómo llamas a eso? —Se estremeció—. No importa. Me encanta, llámalo como quieras.
—Minie —gruñó Yoongi, furioso, notándose un nudo en las entrañas.
¿Acaso tenía que volverlo siempre loco?
—Ese gruñido... —Minie abrió los ojos y luego lo miró con ternura—. Tus tendencias canallescas convierten el interior de mi cuerpo en gelatina, ¿lo sabías?
—¡Yo no he gruñido!
Contra su voluntad, lo estrechó contra él.
—Sí lo has hecho. ¿Qué estás haciendo? —le preguntó, cuando Yoongi le lamió los labios—. Vas a seducirme, ¿no?
El cerebro medio embriagado de él se inundó del calor que desprendía el delicado cuerpo de Minie, de su suave perfume y de su voz, que tanto le gustaba. Los sonidos que salían de su boca al alcanzar el orgasmo bastaban para que su miembro exultase.
En ese mismo momento estaba goteando de lo excitado que estaba y Minie no había hecho nada para hacerlo sentir así. Sencillamente era quien era. Había algo indefinible en él.
—No —murmuró él a su oído—. Voy a follarte.
—¡Yoongi!
Cuando le soltó la muñeca y le cubrió un pecho con la mano, no lo sorprendió notar el pezón excitado bajo su palma. Aquellos pezones grandes y deliciosos. Lo empujó hacia el suelo.
—¿Qué? ¿Aquí? —Estaba tan sorprendido que Yoongi se habría reído de no ser porque estaba sumamente concentrado en apartar la falda de su camino—. ¿En la alfombra? ¿Qué le pasa a la cama?
—Para la próxima vez.
Lo descubrió húmedo y caliente y empezó a deslizar su miembro dentro con un gemido de rendición.
Minie suspiró.
—¿De esto también te arrepentirás? —le preguntó, moviéndose debajo de él.
Yoongi sabía que seguía un poco dolorido, podía notar lo inflamado que estaba, pero se sentía incapaz de parar. Al mirar el rostro de Minie, mientras obligaba al cuerpo de el a aceptarlo en su interior, casi se ahogó en el mar de sus ojos azules con motas doradas.
—Jamás —juró.
—Antes me has mentido. —Le sonrió radiante y con lágrimas en los ojos—.
Nunca me había hecho tan feliz que me mintiesen.
Él tampoco había sido nunca tan feliz.
Lo que hizo que su tormento se convirtiese en un verdadero infierno.

Un extraño en mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora