Taehyung estaba sentado en su escritorio, terminando de escribir las invitaciones para la cena de bienvenida que había organizado para Jeon, con una florida caligrafía que ocultaba la aprensión que sentía ante tal evento.
Jeon no era el tipo de hombre al que le gustase ser víctima de maquinaciones.
Era taimado y carecía del código moral de la mayoría de la gente y, aunque quizá
admirase ese comportamiento en los demás, seguro que no se tomaría nada bien ser objeto del mismo.
Consciente de que estaba provocando a un león salvaje y de que su única defensa era una caña, Taehyung vaciló un instante y se quedó mirando el montón de sobres de color crema que se apilaban junto a su codo.
—¿Quiere que las mande de inmediato? —le preguntó su secretario, muy cerca de Tae.
Taehyung dudó un instante y luego negó con la cabeza.
—Todavía no. Puede irse.
Taehyung se levantó del escritorio, consciente de que si retrasaba la búsqueda de un amante para Kook sólo estaba posponiendo lo inevitable, pero necesitaba encontrar un poco más de fuerzas para poder seguir adelante. La tensión y el deseo que vibraba entre los dos eran como un veneno para su salud mental.
La noche anterior había dormido mal. Su cuerpo, todavía dolorido, echaba de
menos el tacto del de él. Si supiera cuál había sido la causa de que su relación
cambiase tan drásticamente, quizá entonces podría encontrar el modo de remediarlo.
Tal como Kook le había pedido, se acercó a la puerta que comunicaba ambos
dormitorios para ir a hablar con él y el estómago le dio un vuelco sólo con pensar en que iba a verlo. Apenas había abierto la puerta cuando oyó las voces furiosas que salían del interior de la habitación.
—Lo que me preocupa son las habladurías, Kook. Dado que hasta ahora me
dedicaba a evitar esa clase de eventos a toda costa, no tenía ni idea de lo horribles que son. Es realmente desastroso.
—Lo que digan de mí no es asunto tuyo —respondió Kook, seco.
—¡Por supuesto que lo es, maldita sea! —gritó HoSeok—. Yo también soy un
Jeon. Me riñes porque dices que he perdido el norte y, sin embargo, la reputación
de Tae es peor que la mía. Todo el mundo se pregunta si tienes lo que hay que tener para enderezar a tu esposo. Circulan teorías sobre por qué te fuiste, sobre que quizá Tae era demasiado para ti. Que tú no eres lo suficientemente hombre como...
—Te sugiero que no digas nada más. —La interrupción de Kook sonó cargada de
amenazas.
—Que te hagas el sordo y el ciego tampoco ayuda demasiado. Ayer por la noche,
Tae tan sólo estuvo unos minutos en la habitación de descanso, pero las cosas que oí durante ese rato me helaron la sangre. Madre tiene razón. Deberías presentar una petición de divorcio al Parlamento para librarte de Tae. Seguro que no te costará nada encontrar a dos personas que testifiquen que te ha sido infiel. De hecho, podrías encontrarlas a cientos.
—Te estás metiendo en aguas pantanosas, hermano.
—No toleraré que sigan mancillando nuestro nombre ¡y me horroriza que tú estés
dispuesto a dejar las cosas así!
—HoSeok —le advirtió su hermano bajando la voz—, no hagas ninguna tontería.
—Haré lo que sea necesario. Taehyung es la clase de persona a la que conviertes en tu amante, Jeon. No en tu esposo.
Se oyó un ruido y la pared que Tae tenía al lado vibró. Se tapó la boca para no
gritar.
—Di una cosa más sobre Tae —dijo Kook entre dientes— y no podré contenerme.
No toleraré que sigas insultando a mi esposo.
—Maldita sea —sentenció HoSeok sorprendido. El joven estaba tan cerca de la
puerta que Taehyung temió que fuera a descubrirlo—. ¡Me has empujado! ¿Qué te pasa? Has cambiado.
Un sonido de pasos le dijo a Taehyung que Kook había apartado a su hermano de su camino.
—Dices que he cambiado. ¿Y por qué? ¿Porque elijo mantener mis promesas y
cumplir mis compromisos? A eso se lo llama madurar.
—Taehyung no actúa con el mismo respeto hacia ti.
El rugido de Jeon la asustó.
—Fuera de aquí. Ahora ni siquiera soporto estar cerca de ti.
—Pues ya somos dos, porque yo tampoco quiero estar cerca de ti.
Unas pisadas furiosas precedieron al portazo de la puerta que daba al pasillo.
El corazón de Taehyung latía desbocado y tuvo que apoyarse contra la pared para
contener las náuseas. Era consciente de que la gente la criticaba a sus espaldas, la mayoría de los chismes habían empezado a circular poco tiempo después de que Kook y Tae contrajeran matrimonio, y empeoraron al ver que vivían separados.
El título de Kook era lo bastante importante como para garantizarle que nadie le
despreciase a la cara, y Tae había llegado a la conclusión de que soportar las
habladurías era el precio que tenía que pagar por disfrutar del grado de libertad que quería.
En esa época, Kook parecía inmune a los chismes y por eso Taehyung creía que no le importaban. Ahora sabía que sí. Le importaban. Y mucho. Descubrir que le había hecho daño a Kook le resultó tan doloroso que apenas podía respirar.
Sin saber qué hacer o qué decir para minimizar el daño causado, se quedó inmóvil
en el pasillo hasta que oyó el suspiro de agotamiento de Kook. Ese sonido tan suave la conmovió tanto que derritió algo que Taehyung había creído congelado para siempre.
Cogió el picaporte y abrió la puerta...
... y se quedó petrificado ante la escena que vio.
Kook sólo llevaba puestos unos pantalones, un par nuevo, a juzgar por su aspecto,
Taehyung recordó que esa mañana el sastre había ido a la casa. Su esposo estaba de pie junto a la cama, con una mano en uno de los postes, y vio que tenía la espalda y los perfectos glúteos apretados de la tensión.
—Jeon —lo llamó en voz baja, notando que se le aceleraba el pulso sólo con verlo.
Él se irguió, pero no se dio la vuelta para mirarlo.
—¿Sí, Tae?
—¿Querías hablar conmigo?
—Te pido disculpas. Ahora no es un buen momento.
Taehyung respiró hondo y entró en el dormitorio.
—Soy yo el que te debe una disculpa.
Entonces Kook se volvió para mirarlo, obligándolo a sujetarse del respaldo de la
silla que tenía más cerca para no caerse. Ver el torso desnudo de su esposo eliminó su capacidad de razonar.
—Nos has oído —señaló sin rodeos.
—No era mi intención.
—No vamos a hablar de eso ahora. —Apretó la mandíbula—. Ahora mismo no
soy buena compañía.
Taehyung negó con la cabeza y se apartó de la silla para seguir avanzando.
—Dime cómo puedo ayudarte.
—No te gustará mi respuesta, así que te sugiero que te vayas ahora mismo.
Tae soltó el aliento y luchó contra su instinto de supervivencia.
—¿Cómo es posible que estuviésemos tan equivocados? —preguntó casi para sí
mismo. Giró sobre sus talones y caminó hacia el otro lado del dormitorio—. Fuimos unos ignorantes, supongo. Y unos arrogantes. Creímos que podríamos vivir como quisiéramos y que el resto de la sociedad nos seguiría aceptando.
—Vete de aquí, Taehyung.
—Me niego a convertirme en un obstáculo entre tú y tu familia, Kook.
—¡Mi familia puede irse al infierno! —exclamó él, furioso—. Y tú también vas a
ir si te quedas aquí un segundo más.
—No me grites. —Lo miró a los ojos—. Antes solías contarme tus problemas. Y
ahora que el problema soy yo, creo que es de vital importancia que recuperes esa
costumbre. Y deja de mirarme de ese modo... ¿Qué estás haciendo?
—Te lo he advertido —dijo entre dientes y moviéndose tan rápido que Tae no
tuvo tiempo de esquivarlo.
Kook lo cogió por la cintura con ambas manos y lo llevó hasta el baño. Su piel
quemaba, lo sujetaba demasiado fuerte. Una vez allí, lo dejó en el suelo y, de un
golpe, cerró la puerta entre los dos.
—¡Kook! —gritó Taehyung a través de la hoja de madera.
—Estoy muy incontrolado y tu perfume me vuelve loco de deseo. Si insistes en
seguir hablando conmigo, terminarás en la cama y te aseguro que encontraré usos
más interesantes para tu boca que la conversación.
Tae parpadeó atónito. Kook estaba siendo tan obsceno y maleducado porque
quería asustarlo, y había estado a punto de conseguirlo. A Tae ningún hombre le había dicho nunca tales obscenidades y con tanta rabia. Y tuvo un efecto curioso en su interior; lo hizo temblar y se le aceleró la respiración.
Permaneció de pie, con la mano apoyada en la puerta, escuchando atenta en busca de los sonidos de Jeon. No tenía ni idea de qué debía hacer, pero irse de allí mientras él estaba tan alterado le parecía una cobardía. Y, sin embargo...
Tae no era ningún idiota. Conocía a los hombres muy bien y, ante un hombre furioso, sabía que la mejor opción siempre era mantenerse fuera de su camino. Era plenamente consciente de qué sucedería si volvía a entrar en su dormitorio.
—¿Jeon?
Él no contestó.
Taehyung no podía hacer nada por él. No podía hacer nada para cambiar el pasado.
Excepto darle la alegría pasajera de un orgasmo, tampoco podía hacer nada para que se sintiese mejor. Pero quizá eso fuera exactamente lo que Kook necesitaba después de oír las críticas sobre su hombría. Quizá fuera también lo que Tae necesitaba para olvidar por un segundo que sus dos matrimonios habían fracasado.
La primera vez Tae era demasiado joven e inocente. Pero esa segunda
vez sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
Había sido una idiotez creer que Kook no maduraría con la edad, cosa que al
parecer había hecho, como demostraba que estuviese dispuesto a hacerse cargo de lord HoSeok. Taehyung se preguntó si quizá Seojoon no habría terminado por madurar también, si hubiese vivido lo suficiente.
—Puedo oírte pensar a través de la puerta —dijo Kook sarcástico, pegado a la
madera.
—¿Todavía estás enfadado?
—Por supuesto, pero no contigo.
—Lo siento mucho, Jeon.
—¿El qué? —le preguntó él en voz baja—. ¿Haberte casado conmigo?
A Taehyung le costó tragar saliva. La palabra «no» se quedó atrapada en su garganta, porque se negó a pronunciarla.
—¿Tae?
Tae suspiró y se apartó de la puerta. Kook tenía razón. Aquél no era el momento
adecuado para hablar, ni siquiera podía pensar con claridad. Odiaba que hubiese una puerta entre los dos. Bloqueaba el olor de él y sus caricias y no podía ver el hambre que siempre brillaba en sus ojos... Todas las cosas que Tae no debería anhelar.
¿Por qué no podía ser tan práctico como el resto de su familia a la hora de pensar
en el matrimonio? ¿Por qué sus emociones se entremezclaban siempre y lo echaban todo a perder?
—Para que conste en acta —dijo él con voz ronca—: yo no lo siento. Y de todas
las cosas que me han dicho esta última hora, la que más me ha dolido ha sido oírte decir que nos equivocamos.
Taehyung titubeó. ¿Cómo era posible que Jeon no se arrepintiera de haberse
casado con Tae después de todo el daño que le había hecho? Si después de eso seguía interesado en tener una verdadera relación conyugal, nada lo haría cambiar de opinión.
Notó que se ablandaba al pensar en Kook y se puso furioso. No debería sentirse
así. Su madre no lo haría. Y tampoco Yoongi. Ellos se lo pasarían en grande
practicando sexo hasta cansarse y luego seguirían con sus vidas como si nada.
Levantó el mentón. Eso era exactamente lo que debería hacer Tae si fuese practico. Salió del baño y entró despacio en su tocador. El hecho era que actuaba como una persona práctica cuando tenía una aventura, porque las normas estaban claras desde el principio y porque era evidente que la relación iba a tener un final. No existía aquel sentido de propiedad que había tenido Tae con Seojoon al principio y que estaba empezando a tener con Kook.
¡Maldito fuese ese hombre! Ellos dos eran amigos y ahora él iba y se convertía en
un desconocido que suplantaba a su esposo.
Un esposo era una posesión. Un amante no.
Se le encogió el estómago.
«Taehyung es la clase de persona a la que conviertes en tu amante, Jeon. No en tu esposo».
Tiró de la campana y esperó impaciente a que apareciese su doncella; luego, con
la ayuda de la muchacha, se desnudó. Del todo. Y se soltó el pelo. Después echó los hombros hacia atrás y recorrió con paso firme la distancia que la separaba del
dormitorio de Kook. Abrió la puerta de golpe y encontró a su esposo cogiendo una
camisa que tenía encima de la cama. Sin decir nada, Taehyung lo abrazó desde atrás.
—Qué diablos...
Sorprendido, se tambaleó y cayó sobre la cama. Tae no lo soltó y Kook alargó un
brazo hacia atrás y, con un rugido sordo, le cogió y lo tumbó encima de la colcha.
—Por fin has entrado en razón —masculló, antes de bajar la cabeza para atraparle
un pezón en la boca.
—Oh —exclamó Taehyung, sorprendido al notar el calor. Dios santo, aquel hombre se recuperaba a la velocidad del rayo—. Espera. Kook refunfuñó y siguió lamiéndole el pezón.
—¡Quiero fijar unas reglas!
Sus ardientes ojos azules se clavaron en los de Tae y le soltó el pezón.
—Tú. Desnudo. Siempre que quiera. Donde quiera. Ésas son para mí las únicas
«reglas».
—Sí —asintió Tae y él se detuvo. Su cuerpo se tensó, volviéndose duro como una
piedra—. Redactaremos un contrato y...
—Ya tenemos un contrato, mon chéri, se llama certificado matrimonial.
—No. Seré tu amante y tú serás el mío. Lo dejaremos todo claro sobre el papel, ya que no puedo confiar en tu palabra cuando haces un trato.
—Sólo por curiosidad —dijo él, levantándose de la cama para ponerse en pie y
desabrocharse los pantalones—. ¿Te has vuelto loco?
Taehyung se apoyó en los codos y se le hizo la boca agua cuando la ropa de él fue a parar al suelo y se quedó completamente desnudo, y excitado, ante sus ojos.
Kook se echó encima de Tae sin demasiada delicadeza.
—Aunque estés loco no dejaré de desearte, así que no hace falta que te preocupes por eso. Puedes decir todas las tonterías que quieras mientras te hago el amor. No te haré ni caso.
—Kook, en serio.
Él le cogió una rodilla y le separó las piernas para colocarse entre ellas.
—Una esposo es una persona a la que se trata con cariño y delicadeza. Un amante es sólo un agujero que pagas para que esté a tu disposición. ¿Estás seguro de que quieres alterar tu estatus en nuestro dormitorio?
Fue entonces cuando Taehyung se dio cuenta de que Kook todavía estaba enfadado y de que tenía la mandíbula peligrosamente apretada. El peso de su erección la hacía estremecer. Se le estaba poniendo la piel de gallina y los pechos le dolían muchísimo.
—No me asustas.
Todas las partes del cuerpo de Kook que tocaba estaban duras y tan calientes que
casi quemaban.
—No se te da demasiado bien hacer caso a las advertencias —murmuró él en voz
baja y, antes de que Tae pudiese procesar lo que le estaba diciendo, Kook lo penetró. Como todavía no estaba demasiado húmedo, y seguía algo dolorido de la otra noche, Taehyung gritó y arqueó la espalda. Su movimiento lo había pillado desprevenido y le había hecho un poco de daño.
Él le enredó una mano en la melena y le echó la cabeza hacia atrás para dejarle el
cuello al descubierto. Y también para mantenerle inmóvil mientras empezaba a
follárselo con embestidas secas y potentes.
—Cuando nos cansemos el uno del otro —le dijo Taehyung sin dejarse amedrentar—, nos separaremos. Yo volveré a mi antigua casa. Seremos amigos y tú recuperarás tu buen nombre.
Kook lo penetró con tanta fuerza que pareció clavarse en su interior e Taehyung se quedó sin respiración.
—Sólo podrás acostarte conmigo —consiguió decir unos segundos más tarde,
húmedo porque él estaba cogiendo lo que deseaba y Tae se excitaba al notarlo—.
Métete entre otras sábanas y nuestro acuerdo quedará anulado.
Kook bajó la cabeza y le succionó el cuello con fuerza. Gemía con cada una de sus embestidas, sus pesados testículos golpeaban el sexo de Tae al mismo ritmo de aquellos duros movimientos.
Como él seguía sujetándole la cabeza hacia atrás, los pechos de Taehyung apuntaban hacia arriba y el vello del torso de él le rozaba los pezones. Gimió al notarlo y empezó a costarle razonar.
No tendría que gustarle tanto. Aquella postura era muy incómoda, Kook le hacía
daño, sus labios y dientes habían abusado de su cuello. Él movía las caderas encima de las suyas, su miembro no dejaba de entrar y salir de entre la entrada de su sexo...
Y, sin embargo, saber que lo estaba tocando sin ninguna inhibición, que estaba
utilizando su cuerpo porque el muy arrogante quería darse placer a sí mismo, era casi maravilloso.
—Sí...
Taehyung se estremeció al borde del clímax y gimió desde lo más profundo de su
garganta. Clavó las uñas en los costados de Kook y hundió los talones en sus nalgas; le dio tanto como recibió.
—Tae —jadeó él, con la boca pegada a su oído—. Eres lo bastante atrevido como
para ir desnudo al encuentro de un hombre y sin embargo dejas que él te domine con su polla.
«¡No va a ser como antes!»
—Mis reglas —repitió Tae, antes de clavarle los dientes en el torso.
—A la mierda con tus reglas.
Kook salió de su cuerpo y, con la mano que tenía libre, se masturbó. El sonido de
sus dedos subiendo y bajando por su miembro se acompasaron con los de su
respiración cuando eyaculó sobre el estómago de Taehyung.
Fue un acto desgarrador y carnal, completamente distinto a cuando le había hecho
el amor el día anterior, y Tae se quedó prisionero de la agonía del deseo insatisfecho.
—Bastardo egoísta.
Él le pasó una pierna por encima de las caderas y se sentó a horcajadas sobre su
cuerpo. Tenía los preciosos labios apretados, la piel sonrojada y los ojos vidriosos.
—Un hombre no tiene obligación de darle placer a su amante.
—Entonces ¿aceptas el acuerdo? —soltó Tae apretando los dientes.
Taehyung tenía el control, a pesar de lo que él pudiese pensar en aquel momento.
Kook le empezó a extender el semen por la piel y la sonrisa que apareció en sus
labios fue fría y distante.
—Si de verdad quieres pactar con el diablo, por mí adelante.
Le cogió los pezones entre dos dedos todavía húmedos y se los apretó.
Taehyung le dio un golpe en las manos.
—¡Basta!
—Tendría que dejarte así, enfadado e insatisfecho. Quizá entonces te sentirías un
poco como yo.
—Ahórratelo —replicó burlon—. Tú ya vas servido.
Él chasqueó la lengua para reñirle.
—¿De verdad crees que puedo sentirme satisfecho cuando tú no lo estás?
—¿Acaso he malinterpretado el semen que tengo encima del estómago?
Kook se echó hacia atrás para enseñarle sin ningún disimulo su miembro erecto.
Verlo casi fue demasiado para Tae. Ni la sonrisa arrogante de él consiguió apagar su deseo. Su esposo tenía un cuerpo hecho para dar placer y el muy condenado lo sabía.
—Creo que ya hemos dejado claro que tienes mucha resistencia, Jeon.
Él entornó los ojos, lo que aumentó la suspicacia de Taehyung, que podía ver su
mente trabajando. Y seguro que se estaba planteando hacer algo perverso.
—Cualquier hombre que esté cerca de tu sexo, en cuestión de segundos está listo
para follárselo.
—Qué poético —contestó sarcástica—. Creo que me va a dar un infarto de la
emoción.
—La poesía la reservo para mi esposo. —Jeon se deslizó hacia abajo y le
sonrió de un modo que lo preocupó—. Si el estuviese aquí, en mi cama, conmigo,
no lo dejaría a medias.
—No estoy a medias.
Él le lamió la piel de encima de los rizos que le cubrían el miembro Taehyung se quedó sin aliento.
—Por supuesto que no —le contestó sonriendo—. Los amantes no esperan tener
un orgasmo.
—Yo siempre los he exigido.
Kook lo ignoró por completo y agachó la cabeza para pasarle la lengua entre los
plieges de su rugosa y maravillosa entrada. Tae arqueó las caderas de modo involuntario.
—A mi esposo le diría lo mucho que me gusta su sabor y que adoro sentir los
pétalos de su piel contra mi rostro. Le diría que el olor de nuestro deseo
entremezclado me excita todavía más y que me mantiene erecto sin importar las
veces que haya eyaculado.
Taehyung observó cómo las manos de él, de uñas perfectamente cortadas y con
aquellas durezas nada propias de un noble, le separaban las piernas. Ver su piel
morena encima de la suya tan blanca le pareció tremendamente erótico, igual que el mechón de pelo negro que le cayó a él sobre la frente y que a Tae le hizo cosquillas en la parte interior del muslo.
—Le diría lo mucho que me gusta el color de su pelo justo aquí, como chocolate
líquido en llamas. Es como un faro que me atrae sin remedio hacia su lado. A mi
esposo le prometería horas y horas de placeres inimaginables.
Le dio un beso en el glande y, cuando Taehyung gimió, empezó a succionar y a
pasarle la lengua arriba y abajo con cuidado.
Tae soltó la colcha a la que se había aferrado con fuerza y levantó las manos en
busca de él. Hundió los dedos en su cabello y lo acarició hasta llegar a las raíces,
empapadas de sudor. Kook hizo aquel sonido que Tae adoraba y luego lo recompensó lamiéndole más rápido.
Taehyung colocó las piernas encima de los hombros de él, acercándolo, buscando con las caderas sus expertos labios. Estaba convencido de que iba a parar en cualquier momento, de que sería cruel y se burlaría de el, y de que le dejaría a medias.
Desesperado por alcanzar el orgasmo, le suplicó.
—Por favor... Kook...
Él masculló algo y le dijo que se tranquilizase, luego lo acarició con las manos
hasta llevarlo al orgasmo con la lengua. Taehyung se quedó petrificado, con todos los músculos de su cuerpo prisioneros del placer que poco a poco y de una manera incontrolada fue aumentando de intensidad hasta que la hizo sacudirse sin control.
—Esto me encanta —murmuró él, apartándose con cuidado de debajo de Tae para ponerse de nuevo encima—. Casi tanto como esto. —Y, gimiendo, lo penetró
mientras Tae seguía temblando a mitad de su orgasmo.
—¡Oh, Dios mío!
Taehyung no podía abrir los ojos ni siquiera para mirarlo, algo que le gustaba tanto
que solía quedarse embobado cuando lo hacía. Estaba ebrio de Jeon, de su olor, de su tacto.
Si lo miraba entonces, estaría perdido para siempre.
—Sí —dijo él entre dientes, hundiéndose más adentro con su miembro tan duro
como una piedra y tan caliente que Taehyung pensó que podría derretirla.
Kook deslizó los brazos por debajo de los hombros de Tae y lo abrazó
estrechamente. Luego, le pegó la boca al oído y susurró:
—A mi esposo le diría lo que siento estando con el, que noto que me quema,
que es como si me metiese dentro de un bote de miel caliente. Taehyung podía notar cómo los músculos del abdomen de él se flexionaban cada vez
que salía de su cuerpo para volver a entrar lentamente.
—A mi esposo le haría el amor como se supone que tiene que hacerlo un marido,
preocupándome por su bienestar y con el objetivo de darle placer.
Tae le acarició la espalda, deslizando las manos hasta llegar a sus nalgas. Gimió
al sentir que Kook las apretaba al penetrarlo.
—Vuelve a hacer eso —le susurró, con la cabeza girada hacia un costado.
—¿Esto? —Él se apartó y luego, trazando un círculo con las caderas, volvió a
entrar dentro de Tae.
—Mmmm... más fuerte.
La siguiente embestida llegó más hondo. Delicioso.
—Eres un amante muy exigente.
Le recorrió el pómulo con la boca y se rió.
—Sé lo que quiero.
—Sí. —Kook le pasó una mano por el costado y la detuvo en la cadera de Tae
para colocarlo en la postura exacta—. A mí.
—Kook.
Taehyung tensó los brazos; se sentía el cuerpo dominado por la lujuria y por el deseo.
—Di mi nombre —le pidió él con la voz ronca y deslizando el miembro en su
interior con movimientos rítmicos.
Tae se obligó a abrir los ojos y a enfrentarse a su mirada. No era una petición
frívola. El atractivo rostro de su esposo estaba desnudo de artimañas, con lo que
parecía un chico joven desprovisto de su arrogancia habitual.
Un amante nunca lo llamaría por su nombre. Ni tampoco lo harían la mayoría de
los esposos. Ése era un gesto muy íntimo. Y si se lo decía mientras estaba
poseyéndole con tanta pericia, sería devastador.
—Dímelo.
Ahora fue una orden.
—¡Jungkook! —gritó Tae cuando la hizo alcanzar un clímax puro, intenso y
demoledor.
Y entonces él la abrazó y le hizo el amor y no dejó de decirle cosas bonitas.
Igual que haría un esposo.
Podría catalogar este capitulo como uno de mis favoritos sin lugar a dudas espero que os guste un montón , tomen agüita y no olviden puchar el corazón y dejar sus comentarios
ESTÁS LEYENDO
Un extraño en mi cama
Historical FictionAdaptación de un extraño en mi cama de la autora Silvia Day El doncel kim Taehyung y lord Jeon Jungkook, marqués de Busan, son la pareja más escandalosa de todo corea. Tienen en común una lujuria desmedida, un gran ingenio, una provocativa reputaci...