Capitulo 8

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Taehyung cerró despacio la puerta del tocador y se dirigió sigiloso hacia la escalera. Jeon seguía en la bañera, con sus preciosos labios esbozando una victoriosa sonrisa.
Él creía que lo había seducido por completo y quizá había sido así. Era innegable
que esa mañana se movía de un modo distinto, que su cuerpo estaba más lánguido y relajado. Saciado. Enloquecido.
Arrugó la nariz. Qué pensamiento tan horrible.
Ahora le resultaría mucho más difícil mantener las distancias con él. Ahora Jeon
sabía lo que podía hacerle, cómo podía tocarlo, cómo hablarle para hacerlo
enloquecer de deseo. A partir de ahora estaría insoportable, seguro.
Esa misma mañana, le había costado horrores abandonar su cama. Era un hombre insaciable. Si pudiese salirse con la suya, Taehyung estaba seguro de que jamás abandonarían la habitación.
Suspiró, pero el sonido se asemejó más a un gemido de dolor. Los primeros meses de su matrimonio con Seojoon habían sido parecidos. Él lo sedujo incluso antes de pronunciar los votos. El atractivo conde de cabello dorado y mala reputación le había atrapado en una red de deseo, apareciendo en todas partes donde Tae estaba. Más adelante, Taehyung se había dado cuenta de que no había sido a causa del destino, como su estúpido corazón había creído. Claro que en esa época todo parecía indicar que Seojoon y Tae estaban hechos el uno para el otro.
Sus sonrisas y sus guiños le crearon la sensación de que entre los dos existía algo
especial, que compartían un secreto. Tae, el muy tonto, pensó que era amor.
Recién salid de la escuela, las atenciones amorosas de Seojoon le sobrecogían,
como por ejemplo que le pagase a su doncella para que le entregase notas secretas.
Aquellas breves líneas escritas con su caligrafía masculina tuvieron un efecto
devastador:
Estás precioso vestido de azul.
Te echo de menos.
Pienso en ti todo el día.
En cuanto se casaron, Seojoon se folló a su doncella, pero en esa época, Taehyung creía que la adoración que la muchacha parecía sentir por el atractivo noble era señal de que Tae había elegido un buen marido.
La semana anterior a su baile de presentación en sociedad, Seojoon trepó por el
olmo que había junto a su balcón y se coló en su dormitorio. Taehyung estaba convencido de que sólo el amor más puro podía haberlo inducido a cometer tal temeridad. Él le susurró en la oscuridad con la voz cargada de deseo, mientras le quitaba el camisón y le hacía el amor con la boca y con las manos.
«Espero que nos pillen. Entonces seguro que serás mío».

«Por supuesto que soy tuyo —le susurró Tae, embriagado al descubrir el orgasmo
—. Te amo».
«No hay palabras para describir lo que yo siento por ti», le contestó él.
Tras una semana de encuentros clandestinos a medianoche, en los que él le
enseñó lo que era el placer, Seojoon consiguió que Tae le suplicase. La consumación, durante la séptima noche, le garantizó al conde que iba a ser suyo.
Taehyung fue presentado en sociedad sin pasar por el mercado matrimonial y, aunque su padre habría preferido casarla con un noble de más alto rango, no se opuso a la elección de su hija.
Sólo esperaron el tiempo necesario para que se publicasen las amonestaciones y,
después de la boda, se fueron de la ciudad para pasar la luna de miel en el campo.
Una vez allí, Taehyung se sentía feliz de estar todo el día en la cama con Seojoon,
levantándose sólo para bañarse y para comer, deleitándose en los placeres carnales, tal como Jeon quería hacer ahora.
Las similitudes entre los dos hombres no podían ser ignoradas. Y mucho menos
cuando al pensar en ellos a Taehyung se le aceleraba el corazón y le sudaban las manos.
—¿Qué diablos estás haciendo, Taehyung?
Tae parpadeó atónito y recordó rápidamente dónde estaba. De pie en lo alto de la
escalera, con una mano en la barandilla y completamente sumido en sus
pensamientos. Se sentía embotado por la falta de sueño y tenía el cuerpo dolorido y cansado.
Sacudió la cabeza y bajó la vista hacia el vestíbulo, donde se encontró con el
rostro preocupado de su hermano mayor, Yoongi, marqués de Min.
—¿Tienes intenciones de quedarte ahí parado todo el día? Lo digo porque, si es
así, entenderé que ya he cumplido contigo y que puedo irme a buscar algún otro
quehacer más placentero.
—¿Cumplido conmigo?
Bajó la escalera hasta donde estaba su hermano.
Yoongi le sonrió.
—Si te has olvidado, no cuentes conmigo para que te lo recuerde. Yo tampoco
tengo ganas de ir.
Yoongi tenía el cabello caoba oscuro, un color precioso que hacía juego con su tez
blanca y sus ojos castaños. Las damas y donceles siempre perdían la compostura cuando estaban cerca de él, pero como Yoongi siempre estaba ocupado con sus propios quehaceres, apenas les prestaba atención. A no ser que le resultasen sexualmente atractivos.
El quid de la cuestión era que, en lo que se refería al sexo, su hermano se
comportaba igual que su madre. Para él, sus amantes eran sencillamente un objeto animado que utilizaba cuando lo necesitaba y luego lo dejaba a un lado y lo olvidaba.
Taehyung sabía que ninguno de los dos lo hacía por maldad. Sencillamente, no
podían comprender por qué sus amantes se enamoraban de una persona que jamás sentiría lo mismo por ellos.
—El almuerzo en casa de lady Marley —dijo Taehyung al recordarlo—. ¿Qué hora
es?
—Casi las dos. —Yoongi la recorrió de la cabeza a los pies con la mirada—. Y tú
acabas de salir de la cama. —Le sonrió al adivinar el motivo—. Al parecer, los
rumores acerca de tu reconciliación con Jeon son verdad.
—¿Te crees todo lo que oyes?
Llegó al vestíbulo de mármol y levantó la cabeza para mirar a su hermano.
—Creo todo lo que veo. Tienes los ojos rojos y los labios hinchados y te has
vestido sin pensar lo que te ponías.
Taehyung bajó la vista hacia el sencillo vestido de muselina que llevaba. Sin duda no era el que habría elegido si se hubiese acordado de que tenía un compromiso. Claro que, pensándolo bien, Mary se lo había preguntado, pero Tae sólo pensaba en que quería salir del dormitorio antes de que Jeon volviese a buscarlo y no le había hecho caso.
—No pienso hablar de mi matrimonio contigo, Yoongi.
—Y doy gracias a Dios por ello —contestó él fingiendo que temblaba—. Me
parece muy molesto que las personas hablen de sus sentimientos.
Taehyung puso los ojos en blanco y le pidió a un lacayo que estaba cerca que fuese a buscarle el abrigo.
—No tengo sentimientos por Jeon.
—Muy sensato de tu parte.
—Sólo somos amigos.
—Eso es evidente.
Mientras se sujetaba el sombrero con unos alfileres, fulminó a su hermano con la
mirada.
—¿Qué te prometí exactamente a cambio de que me acompañases hoy? Sea lo
que sea, no tengo ninguna duda de que he salido perdiendo con el intercambio.
Yoongi se rió y Tae comprendió por qué su hermano resultaba tan atractivo. Había algo de irresistible en un hombre indomable. Por suerte para Tae, ya había superado esa aflicción tiempo atrás.
—Prometiste que me presentarías al precioso Eun su señoría Woo.
—Ah, sí. En circunstancias normales no aprobaría un acercamiento tan descarado,
pero en este caso creo que sois perfectos el uno para el otro.
—Estoy completamente de acuerdo.
—Dentro de unos días voy a dar una cena. Eun Woo y tú estáis invitados desde
este mismo momento.
La presencia de su hermano le calmaría los nervios. Y seguro que para entonces
necesitaría toda la ayuda que pudiese encontrar. Sólo con pensar en tener que
sobrevivir a una cena con Jeon y su legión de antiguos amantes, se le revolvía el
estómago.

Suspiró y negó con la cabeza.
—Es horrible que utilices a tu propia hermana para estas cosas.
—Ja —se rió Yoongi, cogiendo el abrigo que había llevado la doncella de Taehyung—.
Lo que es horrible es que tú me arrastres a este almuerzo y en la mansión de los
Marley nada menos. Lady Marley siempre huele a alcanfor.
—Yo tampoco tengo ganas de ir, así que deja de lloriquear.
—Tus palabras me hieren, Taehyung. Los hombres no lloriqueamos. —Le puso una mano en el hombro y lo volvió hacia él—. ¿Por qué vamos si no sabes si vas a pasarlo bien?
—Ya sabes por qué. Yoongi se rió.
—Me gustaría que dejases de preocuparte por lo que piensen de ti los demás. A
mí personalmente me pareces el doncel menos aburrido que conozco. Eres directo, agradable a la vista y capaz de tener una conversación divertida.
—Y supongo que tu opinión es la única que debería importarme.
—¿No es así?
—Ojalá pudiese hacer oídos sordos a las habladurías —contestó Tae—, pero la
marquesa viuda de Jeon siente la necesidad de ponerme al día de las mismas tan a menudo como le es posible. Las horribles notas que me manda me ponen furioso.
Preferiría que escupiese directamente todo el veneno que lleva dentro y que dejase de esconderse tras los buenos modales. —Se quedó mirando el rostro resignado de su hermano—. No sé cómo Jeon ha sido capaz de crecer sano teniendo a esa mujer como madre.
—¿Eres consciente de que los donceles con tu aspecto soléis tener problemas con el resto? Sois criaturas muy gatunas. No podéis soportar que otro llame la atracción masculina en exceso. Claro que tú no tienes demasiada experiencia con esa clase de celos —concluyó Yoongi—. Al fin y al cabo, siempre eres quien atrae
más miradas.
Sin embargo sí había sentido otra clase de celos, como los que siente cuando su esposo no duerme en su cama.
—Y por eso mismo me llevo mejor con los hombres, aunque eso también tiene sus inconvenientes. —Taehyung era consciente de que algunos se sentían intimidados por su aspecto, pero no podía hacer nada al respecto—.
Vámonos. Yoongi levantó ambas cejas hasta la raíz del cabello.
—Tengo que presentarle mis respetos a Jeon. No puedo irme con su esposo
sin más. La última vez que hice eso, me dio una paliza en el ring del club Remington.
Ese hombre es mucho más joven que yo, apiádate de mí.
—Escríbele una nota —le dijo Taehyung, cortante, aunque tuvo un escalofrío al
pensar en su marido con el pelo todavía mojado, recién salido de la bañera.
Bastó con eso para que recordase la noche anterior y el modo en que le había
hecho el amor.
—Ya veo que no sientes nada por él —se burló Yoongi con mirada escéptica.
—Espera a casarte, Yoongi. Entonces entenderás perfectamente la necesidad de
salir huyendo.
Y con aquel objetivo en mente, Taehyung le señaló impaciente la puerta.
—De eso no me cabe ninguna duda.
Le ofreció el brazo y cogió el sombrero que el mayordomo esperaba para
entregarle.
—Cada vez eres menos joven, ¿sabes?
—Soy consciente del paso del tiempo. Por eso mismo he confeccionado una lista
con las candidatos a convertirse en mi pareja.
—Sí, madre me contó lo de tu «lista» —dijo Tae, sarcástico.
—Un hombre tiene que ser práctico a la hora de escoger pareja.
—Por supuesto —afirmó seria pero en tono de burla—, hay que evitar los
sentimientos a toda costa.
—¿Acaso no hemos decidido hace un momento que no íbamos a hablar de eso?
Taehyung se contuvo para no reírse.
—¿Puedo preguntarte quién ocupa la primera posición de tu lista?
—Lady Sun Hee, lady Lee.
—¿La segunda hija del duque de Lee? —exclamó atónito.
Lady Sun Hee era, sin lugar a dudas, una elección práctica. Su linaje era
excepcional, su educación perfecta y nadie diría que no era digna de convertirse en duquesa. Pero su delicada belleza rubia no desprendía ningún fuego, ninguna pasión.
—Te matará de aburrimiento.
—Vamos —contestó Yoongi—, no puede estar tan mal.
Taehyung abrió los ojos como platos.
—¿Todavía no conoces a la dama con la que te estás planteando casarte?
—¡La he visto! Jamás me casaría con una mujer sin verla antes. —Se aclaró la
garganta—. Sencillamente, todavía no he tenido el placer de hablar con ella.
Taehyung negó con la cabeza y volvió a tener la sensación de que no encajaba en su «práctica» familia. Sí, desenamorarse de alguien era una tarea ardua y dolorosa, pero enamorarse no estaba tan mal. Tae no tenía ninguna duda de que ahora era una persona mucho más sabia y mucho más completa que antes de conocer a Seojoon.
—Gracias a Dios que hoy me has acompañado. Seguro que lady Sun Hee estará
en el almuerzo. Asegúrate de hablar con ella.
—Por supuesto. —Salieron de la casa y se acercaron al carruaje que los estaba
esperando. Yoongi ajustó sus pasos a los de su hermana—. Seguro que valdrá la pena hacer enfadar a Jeon por eso.
—Jeon no se enfadará.
—Tal vez contigo no.
—Con nadie —afirmó Taehyung con un nudo en la garganta.
—Ese hombre siempre ha sido muy sensible en lo que a ti se refiere —contestó
Yoongi.
—¡No es verdad!
—Sí lo es. Y si de verdad ha decidido reclamar sus derechos maritales, me apiado
del que se entrometa en su camino. Acelera el paso, Taehyungie.
Tae soltó el aire y se guardó sus pensamientos, pero volvió a notar un cosquilleo
en el estómago.

Un extraño en mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora