Capitulo 17

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—No sé qué decirte, Yoongi —dijo Taehyung, entrecerrando los ojos en dirección a su hermano.
Kook se inclinó hacia el y murmuró:
—Acompañaré a Jimin de vuelta a la mansión para que puedas hablar con Min en privado.
Sus ojos se encontraron un instante y el le apretó la mano en señal de agradecimiento. Observó a Jungkook mientras éste se reunía con el joven, que estaba visiblemente alterado, y se lo llevaba de allí. Entonces se volvió hacia Yoongi:
—¿Acaso has perdido la cabeza?
—Sí. Dios, sí.
Se lo veía triste y, al patear la raíz de un árbol, levantó una pequeña nube de polvo.
—Sé que estabas un poco alterado cuando nos fuimos de Seúl, pero utilizar a ese niño para saciar tus...
—Ese «niño» tiene la misma edad que tu esposo —le señaló él, cortante, horrorizando a su hermano.
—Ohhh...
Taehyung se mordió el labio inferior y comenzó a caminar de un lado a otro.
Al final había terminado por olvidarse de la diferencia de edad que existía en su matrimonio. Cuando se casó con Jeon, los rumores se deleitaron en señalar que el era varios años mayor que él, pero Taehyung hizo oídos sordos. Ahora, sin embargo, no podía negar que estaba acostándose con un hombre más joven.
No podía pensar en aquello en esos momentos.
—No te atrevas a compararlos —dijo, levantando la cabeza—. Jeon es un hombre con mucha experiencia y resulta bastante evidente que Jimin no.
—Una maniobra de distracción muy eficaz —masculló Yoongi.
Taehyung negó con la cabeza al ver que el estado de ánimo de Yoongi se ensombrecía.
—Por favor, dime que no te lo has llevado a la cama.
Los hombros de su hermano se desplomaron.
—Dios santo.
Taehyung dejó de pasear nervioso y se lo quedó mirando como si fuese un completo extraño. El Yoongi que el conocía jamás se fijaría en alguien tan inteligente e inocente.
—¿Desde cuándo?
—Lo conocí el día que me obligaste a asistir contigo a aquel maldito almuerzo — refunfuñó—. Todo esto es culpa tuya.

Parpadeó atónito. Semanas. No era cosa de un par de días.
—Estoy intentando entenderte. Aunque quiero que te quede claro que sigue sin parecerme bien —añadió al instante—. Lo único que deseo es comprenderte. Y no puedo.
—No me pidas a mí que te lo explique. Lo único que sé es que cuando estoy cerca de el, mi cerebro deja de funcionar y me comporto como un animal en celo.
—¿De Jimin Park?
El modo en que su hermano la fulminó con lo mirada fue muy revelador.
—Sí, de Jimin Park. Maldita sea, ¿por qué nadie puede ver lo precioso que es? ¿Lo que vale realmente?
Taehyung se quedó atónito y lo observó con detenimiento; vio el rubor en sus mejillas y el brillo de sus ojos.
—¿Estás enamorado?
La expresión que apareció en el rostro de él le habría hecho gracia si no hubiese estado tan preocupado.
—Me tiene loco de deseo. Lo admiro. Me gusta hablar con el. ¿Es eso amor? — Negó con la cabeza, abatido—. Yo tarde o temprano me convertiré en duque de Daegu y tengo que considerar las necesidades del título por encima de las mías.
—Entonces ¿qué estabas haciendo a solas con el en el jardín? Este camino está muy concurrido, cualquiera de los invitados habría podido tropezarse con vosotros. ¿Y qué me dices de Lee? Si hubiese sido él quien os hubiese encontrado abrazados, ¿qué le habrías dicho para justificar que habías abusado de su hospitalidad y de su confianza?
—¡Maldita sea, Taehyungla! No lo sé. ¿Qué más quieres que te diga? He actuado mal.
—¿Has actuado mal? —Taehyung soltó el aliento—. ¿Por eso aceptaste venir aquí? ¿Para estar con el?
—No tenía ni idea de que Jimin fuese a estar aquí, te lo prometo. Quería distraerme para ver si así dejaba de pensar en el. ¿Te acuerdas de cómo estaba cuando llegué? Tuve que preguntarte quién era.
—¿Esperas que esa chico se convierta en tu amante?
—¡No! Jamás —contestó enfáticamente—. Jimin se parece mucho a ti, sueña con historias románticas y con un matrimonio basado en el amor. No quiero arrebatarle ese sueño.
—Pero sí le has arrebatado la virginidad que iba a entregarle a su gran amor. — Arqueó una ceja—. ¿O acaso no era virgen?
—¡Sí! Por supuesto que lo era. Yo soy su único amante.
Tae no dijo nada. El orgullo y el sentimiento de propiedad que destilaban las palabras de Yoongi no les pasaron inadvertidos a ninguno de los dos.
Su hermano suspiró exasperado y se frotó la nuca.
—Partiré por la mañana. A estas alturas, lo mejor que puedo hacer es mantenerme alejado de el.
—Tú nunca sigues mis consejos, pero te daré uno de todas formas. Piensa con detenimiento en lo que sientes por Jimin. En mis matrimonios, he sido tan feliz como desgraciado, así que te recomiendo encarecidamente que busques un esposo con el que te guste estar de verdad.
—¿No te importaría que un americano fuese la próxima duque de Daegu?
—le preguntó él, incrédulo.
—Cambia el rumbo de tu razonamiento, Yoongi. Jimin es el nieto de un conde. Y si te soy sincera, creo que tiene que ser excepcional para haber conseguido hacerte perder la cabeza de esta manera. Si lo piensas bien, estoy seguro de que puedes ayudarlo a que muestre al resto del mundo esa faceta.
—Todo esto son tonterías románticas, Taehyung —replicó él, negando con la cabeza.
—Cuando el corazón no está involucrado, desde luego es mejor ser práctico a la hora de tomar una decisión. Pero cuando interviene el corazón, creo que deberías pensarlo seriamente y tener en cuenta todos los elementos.
Yoongi frunció el cejo y desvió la vista hacia el camino que había seguido Jeon para llevarse a Jimin.
—¿Nuestro padre se puso muy furioso cuando elegiste a Seojoon?
—No tanto como cuando me casé con Jeon, pero lo aceptó. —Dio un paso hacia su hermano y le puso una mano en el hombro—. No sé si te consolará saberlo o si te hará más daño, pero a mí me ha parecido evidente que esa chico te adora.
Yoongi hizo una mueca de dolor y le tendió el brazo a su hermano.
—Yo tampoco sé cómo debería sentirme al respecto. Vamos, volvamos a la mansión, tengo que decirle a mi ayuda de cámara que haga las maletas.
Esa noche, la tristeza flotaba en el salón de los Lee. Yoongi no hacía gala de su habitual ingenio y buen humor y se retiró temprano a sus aposentos. Jimin intentó mostrarse fuerte y mantener la compostura y cualquiera que no le conociera diría que no le pasaba nada, pero Taehyung pudo ver lo mucho que apretaba los labios.
En el sofá, junto a Tae, estaba sentado su señoria Kim, a la que también se veía abatido, a pesar de haber ganado la búsqueda del tesoro en la que habían participado antes.
—Su collar es precioso —le dijo Taehyung con intención de animarlo.
—Gracias.
Sin ser amigos íntimos, hacía años que ambos donceles se conocían, aunque, debido a su reciente matrimonio con el vizconde, su señoria Kim pasaba gran parte del año de viaje con su marido. Era un doncel bella, sin duda resultaba muy atractivo al ser tan alto y elegante. Todo el mundo sabía que los Kim se habían casado por amor y era ese sentimiento el que hacía que al vizconde le brillasen los ojos, otorgándole una belleza que iba más allá de lo convencional. Sin embargo, esa noche esos ojos estaban apagados.
Su señoria Kim se volvió para mirarlo y Taehyung vio que tenía la nariz roja y que le temblaban los labios.
—Disculpe mi atrevimiento, pero ¿le gustaría pasear por el jardín conmigo? Si voy sola, Kim vendrá a buscarme y ahora mismo no puedo estar con él.
Sorprendido por la petición y también algo preocupado, Taehyung aceptó gustoso la invitación del vizconde y se puso en pie. Esbozó una sonrisa tranquilizadora en dirección a su esposo justo antes de salir por las puertas de cristal que conducían a la terraza y dejarlo atrás.
Caminó en silencio por el camino de grava con el rubio vizconde al lado, porque hacía ya mucho tiempo había aprendido que a veces basta con hacerle compañía a alguien y que no hace falta decir nada.
Tras largo rato sin decir nada, Kim empezó a hablar.
—Me siento fatal por la pobre lady Lee. A pesar de lo mucho que se ha esforzado para lograr lo contrario, es evidente que esta estancia es un aburrimiento.
He intentado pasarlo bien, de verdad que sí, pero me temo que ningún evento, por divertido que fuese, habría logrado cambiar mi humor.
—Volveré a decirle que el encuentro ha sido un éxito —murmuró Taehyung.
—Estoy segura de que ella se lo agradecerá. —Kim suspiró y añadió—:
Echo de menos resplandecer de felicidad como usted. Me pregunto si algún día volveré a hacerlo.
—Yo he descubierto que la felicidad es cíclica. Con el paso del tiempo, todos logramos superar nuestros problemas. Usted también lo hará, se lo prometo.
—¿Puede prometerme un hijo?
Taehyung parpadeó atónito, sin saber qué decir a eso.
—Lo siento, Taehyung. Disculpe mi brusquedad. Le agradezco que se
preocupe por mí.
—Tal vez la ayudaría hablar de sus problemas —sugirió—. Yo le ofrezco mi oído y mi discreción.
—Lo único que tengo son remordimientos y me temo que no hay cura para eso.
Por propia experiencia, Taehyung sabía que tenía razón.
—Cuando era más joven —empezó el vizconde—, estaba seguro de que nunca conocería a un hombre que me gustase para casarme. Fui demasiado exigente y al final me convertí en un solteron. Entonces conocí a Kim, a quien le gustaba viajar tanto como a mis padres. Y, al parecer, a él todas mis peculiaridades le resultaban fascinantes. Los dos hacemos muy buena pareja.
—Sí, así es —convino Taehyung.
Una suave sonrisa se abrió paso por la tristeza más que palpable.
—Si nos hubiésemos conocido antes, quizá habríamos podido concebir.
Unos dedos helados apretaron el corazón de Taehyung.

Un extraño en mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora