Cuando estuvo adecuadamente vestido, Jeon apartó la cortina y salió del probador en
dirección al vestíbulo de la sastrería. Vio a Taehyung de inmediato. Estaba sentado junto al escaparate, su melena castaña reflejaba los rayos del sol y parecía hecha de fuego.
El contraste entre su pelo y el azul hielo de su vestido era increíble y muy acorde con
las circunstancias. El fuego del deseo de él lo había quemado por dentro y sus
palabras lo habían dejado helado. De hecho, lo sorprendió ver que Taehyung lo había esperado durante las dos horas que había tardado el sastre en arreglar el traje. Jungkook estaba convencido de que se iría. Pero Tae no era de la clase de personas que huían de las situaciones incómodas.
Quizá no quisiera hablar sobre el asunto, pero jamás saldría corriendo. En realidad,
ésa era una de las cosas que más le gustaban de él.
Suspiró y se maldijo por haber ido demasiado lejos, pero había sido incapaz de
reaccionar de otro modo. No lo entendía y no sabía cómo pedirle perdón si no tenía ni
idea de qué le pasaba. ¿Por qué estaba tan empeñado en que no existiese nada
importante entre los dos? Si lo deseaba tanto como él lo deseaba a él, ¿por qué se
negaba a hacer algo al respecto? Taehyung no era de la clase de personas que rehuían los deseos de la carne. ¿Acaso estaba enamorado de su amante? Jungkook cerró los puños sólo de pensarlo. Él sabía mejor que nadie que se podía amar a una persona y disfrutar del placer de acostarse con otra.
Se maldijo interiormente. Era evidente que no había cambiado tanto como creía si
seguía siendo capaz de toquetear a alguien en un probador. ¿Qué diablos le
pasaba? Un caballero no trataba así a su pareja. Tendría que cortejarlo y no babear
delante de él y pensar sólo en echarle un polvo.
Habló antes de llegar a su lado, para no asustarlo.
—¿Tae?
Taehyung dejó de mirar por el escaparte y se volvió hacia él con una sonrisa.
—Milord, estás magnífico.
«¿De modo que así están las cosas?»
Taehyung iba a fingir que no había pasado nada. Jungkook le sonrió con todo su encanto y le cogió una mano para llevársela a los
labios.
—No tengo más remedio, si quiero ir al lado de un doncel tan guapo como tú.
La mano tembló ligeramente en la de Jeon y, cuando habló, su voz sonó algo
forzada.
—Me halagas.
Jungkook deseó poder hacer mucho más que eso, pero iba a tener que esperar.
Colocó la mano de Taehyung en su antebrazo y lo acompañó hasta la puerta.
—Ni siquiera yo estoy a tu altura —dijo Taehyung, mientras él cogía el sombrero de
el de manos de un dependiente y se lo daba. Las campanillas de la puerta sonaron y Jungkook dio un paso hacia ella para dejar paso al nuevo cliente. La temperatura aumentó entre los dos, Tae se sonrojó y él se puso tenso.
—Necesitas un amante —susurró Taehyung con los ojos muy abiertos, sin dejar de
mirarlo.
—No necesito un amante. Tengo un esposo que me desea.
—Buenas tardes, milord —dijo el dependiente al otro lado del mostrador. Jungkook se puso al lado de él y volvió a ofrecerle el brazo. Ahora que los dos estaban frente a la puerta, se percató de que había un caballero de aspecto distinguido mirándolos horrorizado y Jeon no tardó ni un segundo en adivinar quién era. Y lo que seguramente había oído.
—Buenas tardes, lord Choi —lo saludó, colocando los dedos de una mano
encima de los de Tae y apretándoselos para dejar claro que él le pertenecía.
Él nunca había sido posesivo y no entendía por qué estaba sintiéndose así.
—Buenas tardes, lord y Sr Jeon —dijo el conde, tenso.
Taehyung irguió la espalda.
—Lord Choi, qué alegría encontrarlo aquí.
Pero no lo era, para ninguno de los tres. La tensión era palpable.
—Si nos disculpa —dijo Jungkook, al ver que el conde seguía bloqueando la puerta
—. Íbamos a salir.
—Ha sido un placer volver a verlo, milord —murmuró Taehyung, con voz extrañamente sombría.
—Sí —masculló Choi—, lo mismo digo.
Jungkook abrió la puerta y miró serio a su rival, después colocó una mano en la
espalda de su esposo para guiarlo afuera. Caminaron despacio por la calle, los dos
perdidos en sus pensamientos. Algunos transeúntes intentaron acercarse, pero bastó
con que Jungkook los fulminase con la mirada para hacerlos desistir.
—Ha sido muy incómodo —dijo él al fin.
—Te has dado cuenta, ¿no? —contestó el, negándose a mirarlo.
En cierto modo, Jeon echaba de menos no sentirse tan seguro de sí mismo como
cuando era joven. Cuatro años atrás le habría quitado importancia a ese encuentro y
lo habría olvidado. De hecho, había hecho exactamente eso en varias ocasiones;
siempre que se encontraba con los amantes de Tae en eventos sociales, o cuando él
se encontraba con los amantes de él.
Ahora en cambio era muy consciente de todos sus fallos y defectos y sabía
perfectamente que Choi no tenía ninguno y que era un hombre popular y muy
respetado.
—No tengo ni idea de cómo voy a explicarle tu último comentario —dijo Taehyung,
sin ocultar lo preocupada que estaba.
—Él sabía el riesgo que corría cuando se lio con el esposo de otro hombre.
—¡No corría ningún riesgo! Nadie habría podido predecir que volverías a casa
medio idiota.
—Desear a tu propio esposo no es ser medio idiota. Aunque fingir que no deseas a
tu esposo es ridículo. Jungkook se detuvo de repente cuando se abrió la puerta de una tienda y el hombre que salió casi chocó con ellos.
—¡Mil perdones, señor! —exclamó el desconocido, saludando a Tae con el
sombrero antes de irse apresurado.
Jungkook sintió curiosidad por el comportamiento del hombre y miró hacia el
establecimiento del que había salido. Esbozó una sonrisa al mismo tiempo que
levantaba una mano para abrir la puerta.
—¿Quieres entrar en una joyería? —le preguntó Taehyung frunciendo el cejo.
—Sí, tesoro. Hay algo que tendría que haber solucionado hace muchos años.
Y dicho esto lo guio hacia adentro. Al oírlos entrar el dependiente levantó la vista
del libro de ventas con una sonrisa.
—Buenas tardes, milord, señor.
—Acabamos de ver salir de aquí a un hombre muy contento —señaló Jungkook.
—Ah, sí —asintió el dependiente—. Un joven pretendiente que va a pedir la
mano de su amada con el precioso anillo que ha comprado en nuestro
establecimiento.
Ansioso por sentir lo mismo, Jungkook inspeccionó el contenido de las pequeñas
vitrinas de cristal.
—¿Qué estás buscando? —le preguntó Tae, agachándose a su lado.
El perfume de él lo atraía tanto que soñaba con pasarse la noche envuelto en
sábanas impregnadas de ese olor. Si además tenía las piernas y los brazos de Taehyung enredados con los suyos, sería ya el paraíso.
—¿Siempre has olido tan bien, Taetae? —Ladeó la cabeza para mirarlo y descubrió
que su nariz estaba a escasos centímetros de la de él.
Taehyung retrocedió un poco confuso.
—Jeon, en serio, ¿podemos dejar a un lado los temas aromáticos y centrarnos en
lo que estás buscando?
Él sonrió y le cogió la mano, luego le hizo señas al dependiente.
—Ese de allí.
Señaló el anillo más grande que había en aquel expositor; un rubí enorme rodeado
de diamantes, que descansaban en una filigrana dorada.
—Dios santo —suspiró Tae cuando la joya salió de debajo del cristal que contenía
su brillo resplandeciente.
Jungkook le levantó la mano y le puso el anillo en el dedo y le gustó comprobar que
no le apretaba demasiado si lo llevaba encima del guante. Ahora sí que parecía una
un doncel casado.
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Un extraño en mi cama
Исторические романыAdaptación de un extraño en mi cama de la autora Silvia Day El doncel kim Taehyung y lord Jeon Jungkook, marqués de Busan, son la pareja más escandalosa de todo corea. Tienen en común una lujuria desmedida, un gran ingenio, una provocativa reputaci...