Capitulo 20

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Yoongi esperó en el pasillo del ala donde se encontraban los aposentos de Minie. Paseó nervioso de un lado al otro y se tiró varias veces del nudo del pañuelo, pero no apartó la mirada de la puerta ni un segundo.
Su carruaje lo estaba esperando fuera y los sirvientes habían cargado ya su equipaje. Se le estaba acabando el tiempo. Iba a tener que irse muy pronto, pero se negaba a hacerlo sin haber hablado antes con Jimin.
Lo había intentado en vano durante toda la mañana. Había tratado de sentarse a su lado durante el almuerzo, pero él fue más rápido y ocupó una silla que tenía un invitado a cada lado. Lo había evitado adrede.
Suspiró impaciente, oyó el picaporte y lo vio salir de su habitación. Lo llamó.
—Minie.
Corrió hacia él y vio que le brillaban los ojos de alegría, justo antes de bajar los párpados e intentar ocultárselos.
Maldito fuera, estaba jugando a algo y él iba a averiguarlo. ¡Lo juraba por Dios!
Mira que hacer que se enamorase para luego dejarlo a un lado. Las cosas no iban a acabar así.
—Lord Min. ¿Cómo está?... ¡Oh, vaya!
Yoongi le cogió por el codo y tiró de el por el pasillo hasta llegar a la escalera de servicio. Se detuvo en el diminuto rellano y lo miró. Vio que tenía los labios entreabiertos y, antes de que pudiese decir nada, lo pegó a él y le besó. Devoró los labios de Minie con algo muy parecido a la desesperación, porque necesitaba que le devolviese el beso más que respirar.
Y cuando el gimió y fue a su encuentro, Yoongi tuvo que contenerse para no gritar victorioso. Minie sabía a crema y a miel caliente, un sabor sencillo que purificaba los cínicos sentidos de Yoongi y que hacía que el mundo fuese un lugar nuevo y maravilloso.
Finalmente tuvo que apartarse, algo que a duras penas consiguió hacer después de haber pasado la noche sin dormir y sintiéndose muy desgraciado por no estar con Jimin.
—Vas a casarte conmigo —le dijo con torpeza.
Minie suspiró y mantuvo los ojos cerrados.
—¿Por qué has tenido que estropear una despedida tan perfecta con esa tontería?
—¡No es ninguna tontería!
—Sí lo es —insistió Minie negando con la cabeza y mirándolo—. No diré que sí. De modo que, por favor, deja de insistir.
—Me deseas —le recordó él, tozudo, pasándole el pulgar por el labio inferior.
—Eso es sexo.
—El sexo es suficiente.
No lo era, pero si la tenía debajo siempre que lo necesitaba, quizá algún día recuperara la capacidad de pensar. Y entonces, cuando pudiese pensar, podría elaborar un plan para conquistarlo.
Jeon había empezado a abrir camino, él podría seguirlo; sólo tendría que seguir el rastro de los arbustos destrozados.
—No lo es —rebatió ella con dulzura.
—¿Tienes idea de cuántos matrimonios viven sin saber lo que es la pasión?
—Sí. —Minie le puso una mano encima del corazón—. Pero no creo que baste con eso para soportar todas las cosas que dirán de ti si te casas con un americano.
—Pueden irse todos al infierno —refunfuñó Yoongi—. Entre tú y yo hay más que pasión, Minie. Tú y yo nos llevamos bien. Nos gusta estar en compañía del otro incluso fuera de la cama. Y a los dos nos gustan los jardines.
Jimin le sonrió y a él le dio un vuelco el corazón. Pero luego Minie se lo rompió en mil pedazos.
—Yo quiero casarme por amor y no voy a conformarme con menos.
Yoongi tragó saliva. Era obvio que no lo amaba, pero oírselo decir fue extremadamente doloroso.
—El amor puede cultivarse.
El labio que él le tocaba con el pulgar tembló.
—No quiero correr el riesgo de que no florezca. Tengo que sentirlo, Yoongi, sólo así podré ser feliz.
—Jimin —suspiró y pegó la mejilla en la suya.
Él podía conquistar su corazón. Lo único que tenía que hacer ella era darle una oportunidad.
Por desgracia, antes de que pudiese seguir insistiéndole, se abrió una puerta en el piso inferior y oyeron a dos doncellas hablando.
—Buen viaje, milord —susurró Minie poniéndose de puntillas y dándole un beso agridulce—. Resérvame ese baile.
Y se fue. El vacío que Yoongi sintió en sus brazos rivalizó con el que sintió en su corazón.
Cuando el carruaje se detuvo frente a la mansión de los Lee, Taehyung sintió un profundo alivio al ver el coche de Yoongi preparado para partir. Tras haberse pasado la última hora llorando desconsolado por el fin de su matrimonio y por haber perdido todos sus sueños, necesitaba el hombro y los consejos de su hermano.
—¡Yoongi! —lo llamó, bajando los escalones con la ayuda de un lacayo y corriendo luego hacia su hermano.
Él se volvió con el cejo fruncido, con una mano en la cintura y la otra frotándose la nuca. Allí de pie tenía un aspecto regio, con el pelo negro bajo el sombrero y aquel pantalón tan ajustado. El dolorido corazón de Taehyung sintió cierto consuelo sólo con verlo.

Un extraño en mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora