Prólogo.

346 33 0
                                    

Bajo del taxi y corro a la entrada del aeropuerto, visualizo a mi jefe quien esta pasándose una mano por su cabeza. 

Esta estresado.

Al llegar donde él subimos a su jet privado, es lujoso, se ve que cuesta mucho dinero.

—Pensé que ya no vendrías— dice al sentarse.

—Tuve un pequeño contratiempo, lo siento.

Veo que no encienden esta cosa y no entendía porque, pero no estoy para preguntar. En ese mismo instante sube Lahaim, respondiendo así mi pregunta.

¿Que hace él aquí?

Como si lo hubiera preguntado, el señor Mikoy me da respuesta.

—Mi hijo irá con nosotros, este negocio es importante y quiero que aprenda.

Yo solo asiento y me acomodo en mi lugar.

Vamos camino a Paris, el señor Mikoy tiene que cerrar tratos para la exposición de arte que se hace en la galería la semana entrante.

Nos quedaremos dos días aquí. Al llegar vamos al hotel donde nos quedáremos me cambio y vamos a la reunión de él, misma que transcurre con normalidad, el trato se cerró a favor de la galería.

—Tienes el resto del día libre, Zulema— me hace saber el señor Ivanovich.

—Y mañana también — añadió Lahiam.

Volteo a ver al señor Mikoy quien me da un asentamiento.

A diferencia de Rusia, Paris es un lugar cálido. Llevo apenas unas horas aquí y ya me quiero devolver a casa, si no fuera por esta noche.

Las carreras ilegales no son lo mío pero ya que estoy en París y aprovechando que me invitaron, iré. Las fiestas acá son diferentes y me emociona ir a la fiesta que hay antes y después de la carrera. Si, probablemente no entenderé nada pero igual iré.

Jackie fue quién me invitó, es una chica de pelo corto negro con rayitos azules, tez blanca, ojos café oscuro, podría jurar que son negros, ella es de descendencia asiática.

Nos conocimos cuando vine por primera vez a París, ella estaba tocando con una guitarra en la calle junto a su novia, les hablé y desde entonces somos amigas.

Al decirle que vendría me comentó sobre la nuit de la vitesse es una carrera que transcurre a las 2 de la madrugada en las calles parisinas.

—Si vienes me serás útil— pidió cuando me negué a ir a la carrera.

—Jackie, yo no se de carreras, lo sabes— me excusé.

—Solo tendrás que estar en una cafetería esperando que llegue alguien por una medalla... por favor— suplicó.

Y aquí estoy, alistandome para ir a la fiesta y luego a la dichosa cafetería.

Los ruidos de los motores empiezan a escucharse cerca de la cafetería, en ese momento me entra una llamada de Jackie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los ruidos de los motores empiezan a escucharse cerca de la cafetería, en ese momento me entra una llamada de Jackie.

—Están por llegar, es tu momento de salir— me indica— al primero que llegues le das la medalla.

—Entendido— respondo y cuelgo la llamada.

Y efectivamente, cinco minutos después pasa un auto gris, pero este sigue su camino y no para, detrás de el va uno rojo, este si se detiene.

Al ver que una chica se baja del auto; camino hacia ella, es una chica de estatura media, pelinagra, ojos verdes.

—Aquí no se compra, esto es el comprobante — repito en francés lo que Jackie me dijo que dijera y le entrego una mini medalla.

Me agradece y regresa inmediatamente a la pista, y si, ella fue la ganadora.

De ahí la fiesta transcurrió con normalidad. No volví a verla en toda la fiesta, las personas estaban eufóricas contando la carrera y yo sin entender nada decidí salirme.

Fui a un parque esta a unos escasos metros del hotel, es solitario, pocos minutos después un aroma inunda mis sentidos.

—Es tarde, ¿qué haces aquí? —cuestiona es voz baja.

—Nada que te importe.

—¿Por qué siempre tan... Grosera?

—¿Por qué siempre tan... Chismoso? —Replicó con las mismas palabras que uso él.

—Podría despedirte por esto —canturretea.

—Intentalo— lo reto mientras me pongo de pie para irme.

Él no respondió más, me fui al hotel y al llegar me quedé dormida de inmediato.

El siguiente día pase con Jackie y su novia, ambas estaban emocionadas por volver a vernos. Llevábamos casi dos años sin vernos, aunque hablemos por celular, jamás es lo mismo.

Al llegar al hotel, el señor Mikoy me informó que era hora de volver a casa. Al llegar me sentí un poco inquieta por alguna razón, sin embargo era momento de seguir mi rutina con normalidad.

Porque todo sigue normal ¿no?

Como Imanes [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora