21. La Quiero Conmigo.

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Ayer en la noche aterrizamos en Moscú, ya era tarde y no quería dejar que Zulema se fuera a su casa así que la traje a la mía

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Ayer en la noche aterrizamos en Moscú, ya era tarde y no quería dejar que Zulema se fuera a su casa así que la traje a la mía. Al principio se opuso, le daba miedo la reacción de mis padres al verla salir de mi habitación.

Pide llevarla a mi apartamento, pero ahí se está quedando Iker con su hermana ya que ambos tuvieron un problema con sus padres, no quise molestarlos, les prometí espacio personal y se los daré.

Zulema aceptó a regañadientes venir, así que aquí estoy observando como duerme. Ya son las seis de la mañana, me desperté hace media hora por un golpe que me dió estando dormida.

Toco ligeramente su mejilla proporcionado caricias en ella, se remueve de en su lugar y suelta pequeños insultos. Sonrío al ver que no tiene planes de despertarse.

—Blondinka —susurro intentando despertarla.

—Shh, déjame tengo sueño —murmura dándome la espalda.

Rodeo su cintura con mi brazo y la atraigo hacia mi, su espalda choca con mi pecho. Ella vuelve a voltearse quedando frente a mi, pero en lugar de abrir los ojos, se posiciona encima de mi.

—Duérmete, gruñón, ya te hace falta.

—Es hora de irnos, ya casi entramos a trabajar —le recuerdo.

—Eres el jefe —masculla—. Y yo quiero dormir.

Dejo un beso en su cien y empiezo a acariciar su espalda.

—Puedes quedarte a dormir entonces, blondinka, pero yo tengo una reunión en una hora.

—¿Y si quiero que te quedes?

—Será la próxima.

—Si te vas no hay próxima —sentencia haciéndome reír.

—Entonces ven conmigo y estamos a mano.

Al fin abre los ojos y me mira con fastidio, se pone de pie y camina al baño. Ell tiene su maleta aquí pero cuando me estaba poniendo mi pijama ella pidió una de mis camisas y se la puso. Fue una terrible tentación verla únicamente con mi camisa y sus bragas. Llegó cansada del viaje y no quizo nada de nada, yo respeté su decisión.

—¿Ahora no te vas a levantar? —cuestiona desde la puerta del baño.

Me pongo de pie y camino hacia ella para tomar su mano y llevarla fuera de mi habitación.

—Primero desayunemos —digo bajando las escaleras. Ella detiene su paso y volteo a verla—. ¿Pasa algo?

—Estoy solo con tu camisa y bragas, Lahiam, ¿y si nos ven tus padres? Que pena, iré a cambiarme.

Intenta soltar su mano de mi agarre pero se lo prohíbo. La hago caminar de nuevo y hablo.

—Ellos despiertan tarde, no te verán, además te ves irresistiblemente sexy, déjame disfrutar un poco más de esta hermosa vista que me das —sus mejillas se tiñen de rojo por la vergüenza.

Llegamos a la cocina y maldigo mil veces. ¿No pudieron elegir otro día para despertar temprano?

—¿No que siempre despiertan tarde? —me reprocha Zulema.

Ella intenta irse por donde venimos pero la detengo haciéndola chocar con el mueble y sin querer botando un cuadro causando ruido.

—¿Lahiam, eres tú? —cuestiona mamá desde su posición.

—¡Soy yo! —grito para que no vengan a ver.

—Qué bueno que estas aquí cariño, quiero hablar contigo —dice mamá y su voz se escucha cada vez más cerca—. Quiero que hablemos de Zulema p... —se queda callada al vernos en el pie de las escaleras.

—¿Pero que están haciendo? —pregunta papá detrás de mamá.

Volteo a ver a Zulema quien se esconde detrás de mi intentando ocultarse, su cara esta completamente roja de la vergüenza y por inercia río ganándome un golpe en el hombro de su parte.

—¿Lahiam? —insiste mamá.

—Lo siento mucho, señor y señora Ivanovich —empieza a decir nerviosa—. No fue mi intención irrespetarlos de esta manera.

—¿Follaron? —inquiere mamá sin filtro alguno.

—Quizá —respondo y Zulema me da otro golpe pero esta vez en la cabeza.

—¡Claro que no! —asegura.

Mi mamá enarca una ceja y se inclina un poco para detallar a Zulema, sonríe ampliamente al ver como va vestida.

—¿Segura que no, cielo? Tu ropa dice lo contrario —comenta mamá divertida por la situación.

—Le aseguro que no, señora —dice mientras me pellizca el brazo—. Solo que ayer llegamos muy tarde y la señora que cuida mi apartamento ya estaba dormida y no quise despertar a mi familia —miente descaradamente—, Lahiam se ofreció a prestarme una habitación... Y lo de la ropa es porque venía muy cansada como para deshacer mi maleta.

—Lahiam, tenemos que hablar vamos a mi oficina —exige papá sin decir nada más camina a la oficina.

—Ve a desayunar, blondinka, ahorita te alcanzo, siéntete en confianza con mi madre —me mira molesta.

Tomo su mentón y dejo un beso en su boca para luego caminar y alcanzar a mi padre

—¿Son novios? —cuestiona sin perder tiempo.

—Algo así —respondo.

—¿Algo así? —repite haciendo que me sienta incómodo—.¿Que mierda quiere decir "algo así"? —hace las comillas con sus manos.

—Eso, algo así —me levanto y tomo un vaso de whisky de su pequeño bar—. No se lo he pedido y no hemos hablado del tema, pero es como si lo fuésemos, así que sí, algo así.

—Mira, Lahiam —se pone de pie hasta llegar a mi lado, levanta su dedo de manera acusatoria—. Aléjate de ella, no es petición, te lo estoy exigiendo.

—¿Porque lo haría? —cuestiono frunciendo el ceño.

—No eres bueno para ella, tu solo sabes dañar a las mujeres, nunca buscas nada bueno, así que sí —repite lo que yo usé hace unos segundos—. Te estoy exigiendo que te alejes de ella.

—No, no lo haré.

—¿La amas? —cuestiona viéndome.

—No... no lo sé.

—Ahí está el problema, ella no es igual a las demás Lahiam, ella merece ser feliz con alguien que la ame —coloca su mano en mi hombro y suspira—. Aléjate de ella, por su bien, no merece ser lastimada.

—¿Por quien me tomas? —pregunto apartando su mano—. Yo sé lo que hago y eso no es asunto tuyo, si estoy con ella o no es mi problema, ¿Te has puesto a pensar que quizá yo no quiera a Zulema solo para follar?

—Te conozco, Lahiam, se como eres y ella no es el tipo de chica del que estas acostumbrado.

—Ella es diferente —concuerdo—. Con ella es diferente.

—¿En que sentido?

—En el que no la quiero lejos de mi —digo seguro de mis palabras—. La quiero conmigo, si fuera por sexo, déjame decirte que ya follamos y aquí sigo, papá, la quiero conmigo.

—Y yo la quiero lejos de ti —repite y cada vez me siento más enojado—. Hazme caso y no te metas con ella.

—¡No te metas en mis decisiones! —grito y camino a la salida.

—Estas advertido, Lahiam —es lo último que escucho antes de tirar la puerta.

Como Imanes [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora