[30] Thomas

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Thomas.

Newt avanza hacia el ascensor sin hacer caso de la hostilidad con que lo observan todos en la sala común. Levanta la barbilla y evita mirarlos a los ojos; a mí me parece un rey, pero por los susurros que se oyen a su paso, sé que la gente lo ve de un modo totalmente distinto. Aprieto los dientes. Todo esto es culpa de Eldest.
El ascensor tintinea al detenerse en la cuarta planta.
-¿Habéis oído eso? –pregunta Newt mientras avanzamos por el pasillo vacío.
-¿A qué te refieres? –dice Harley.
Newt niega con la cabeza.
-Nada. Me lo habré imaginado.
Aun así, se queda mirando las puertas cerradas con cara de mosqueo.
Abro la puerta que hay al final (sigue sin estar cerrada con llave) y los tres cruzamos la sala para llegar hasta el segundo ascensor. La alarma destrozada ha desaparecido; Eldest se la habrá llevado a los navegadores para que la arreglen.
-¿Qué buscamos? –pregunta Harley mientras bajamos en el ascensor secreto.
-No estoy seguro –Newt se remueve, intranquilo–. Una pista. Lo que sea.
Pienso en la última vez que estuve en el nivel de criopreservación. Solo recuerdo haber visto allí una prueba de que se había cometido un asesinato: el cadáver de William Robertson. No había más pistas.
Pero eso no se lo digo a Newt ya que no quiero desalentarlo.
Cuando se abren las puertas del ascensor, Harley sale rápidamente y lo observa todo con impaciencia. Yo lo sigo. Newt no sale hasta que las puertas comienzan a cerrarse de nuevo.
-¿Dónde está la escotilla de las estrellas? –pregunta Harley, entusiasmado.
Newt da un paso al frente, me agarra de la manga y tironea de ella hasta que lo miro.
-¿Dónde están mis padres? –pregunta en voz muy baja.
-No lo sé –contesto–. Pero puedo buscarlos.
Newt se muerde el labio y niega con la cabeza.
-No... Da igual –mira a su alrededor con ojos grandes y asustados–. Ahora no. Lo haremos en otro momento.
-¿Podemos ver primero las estrellas? –pregunta Harley.
-La escotilla está por allí –comienzo a decir, y antes de que termine la frase, Harley sale corriendo hacia donde he señalado–. ¡Pero si no sabe el código para abrirla!
-Que lo averigüe por su cuenta –repone Newt esbozando una sonrisa–. ¿Y si buscamos algo que nos sirva de ayuda? ¿Puedes enseñarme dónde está el hombre que...?
Recorremos el pasillo que va de la cámara setenta y cinco a la cien y nos detenemos en esta última. Newt estira el brazo hacia la camilla vacía. Le tiemblan las manos; me pregunto si estará imaginándose a sus padres o a sí mismo ahí encima. Antes de llegar a tocarla con los dedos, aparta la mano y se la pega al pecho.
-¿Qué podemos hacer? –pregunto para distraer su atención.
Newt retrocede un paso y mira hacia abajo. Sus ojos examinan el suelo limpio y luego recorren toda la sala, vacía e impoluta.
-No sé qué esperaba encontrar –susurra–. Suponía que sería como en esas series de forenses; que bajaría y encontraría una fibra que coincidiría con el tejido de la camisa de Eldest, o una gota de sangre cuyo ADN podríamos analizar... Pero ni siquiera sé si aquí analizáis el ADN.
-Los escáneres biométricos lo leen –contesto, pero él no me hace caso.
-O quizás una huella dactilar... -su voz se apaga–. El material de pintura de Harley –exclama de pronto mirándome a la cara–. ¡El material de pintura de Harley!
-¿Cómo?
-Harley tiene pinceles. Y al empezar mi retrato, hizo un boceto con carboncillo. Tiene todo lo que necesito.
-¡No sé de qué me hablas! –protesto. Pero yo también sonrío, porque Newt ha recuperado esa chispa de vida que había perdido al salir del ascensor.
-¡Harley! –grita echando a correr hacia el final del pasillo–. ¡Harley!
No tengo ni idea de para qué quiere esos materiales; solo sé que, si fuese necesario, me enfrentaría a otra epidemia con tal de conseguírselos. Afortunadamente, es mucho más sencillo.
-Enlace de comunicación: Harley –digo apretando el botón del intercom.
-¿Qué? –pregunta Harley con impaciencia.
-Trae tu material de pintura.
-¿Dónde está la escotilla de las estrellas? Aquí hay un montón de puertas y escotillas, pero están todas cerradas.
-Trae primero tu material de pintura.
-Si lo traigo, ¿me dirás qué escotilla es la que lleva a las estrellas?
-Sí.
-Trato hecho –dice Harley, y pone fin a la conversación.
-¿Qué es eso? –me pregunta Newt cuando está seguro de que he acabado de hablar–. Creía que teníais un auricular diminuto, pero en realidad lo lleváis incrustado en la piel, ¿no?
Acaricio el bultito del intercom.
-Sí. Es un intercom, un comunicador inalámbrico.
-¿Duele?
-No –contesto con una carcajada.
-Mola –susurra Newt, y su cálido aliento me hace cosquillas en el cuello–. Es como llevar un teléfono acoplado al oído.
Newt acaricia el relieve que deja el intercom en mi piel y me corta la respiración. Está justo delante de mí; es un tormento tenerlo tan cerca. Se muerde el labio y siento el impulso irreprimible de abrazarlo, de atraerlo hacia mí y sentir el contacto de nuestros latidos.
Entonces da un paso atrás, deja caer la mano a un costado y en la cara se le dibuja una expresión que no sé descifrar.
-Doc puede... puede ponerte uno, si quieres –digo, intentando olvidar las ganas que tengo de agarrarlo y apegarlo de nuevo contra mi pecho.
Él se lleva las manos al cuello, justo debajo de la oreja izquierda, y acaricia la piel con los dedos.
-No –contesta–. Creo que aún no quiero ponérmelo.
Harley aparece poco después y arroja una caja con material de pintura a nuestros pies. Está claro que quiere salir corriendo para ver la escotilla de las estrellas, pero que al mismo tiempo siente curiosidad por saber qué vamos a hacer con todo esto. La verdad es que yo también estoy intrigado.
Newt revuelve en la caja y aparta unos tarros de pintura, lápices y papeles. Al final, saca un carboncillo envuelto en una tela muy fina y lo aplasta contra el suelo.
-¡Oye! –protesta Harley–. ¡Que tengo que fabricármelos yo mismo!
-Necesito el polvo –explica Newt acabando de machacar los restos.
-¿Para qué?
Él esboza una sonrisa.
-Ahora verás.
Después de seleccionar uno de los pinceles más grandes y flexibles, pasa las cerdas por el polvo negro y recorre la puerta de la cámara cien con el pincel.
-Ojalá funcione, ojalá funcione, ojalá funcione –recita para sí mientras cubre el metal con una capa de polvillo.
Ante nuestros ojos aparecen las líneas y espirales de una huella dactilar.
-¡Ojalá hubiese una manera sencilla de averiguar de quién es esta huella! –exclama Newt con una risita nerviosa.
-Prueba con esto –digo, arrodillándome a su lado con el flexible que acabo de coger de la mesa. Sostengo la membrana digital por encima de la huella y pulso "Escanear". Unos segundos después, las líneas aparecen en la pantalla–. Y ahora –añado manipulando el flexible–, solo hay que compararla con los escáneres biométricos...
-¡Vaya! –exclama Newt, impresionado.
Le dedico una sonrisa y, en ese momento, el flexible emite un pitido.
-¿Qué? –pregunta Harley, inclinado sobre mi hombro.
-Es mía. Estuve aquí con Doc. La huella es mía.
-Dice Eldest/Thomas –comenta Harley señalando la pantalla–. Podría ser de Eldest.
Newt me interroga con la mirada, pero yo me encojo de hombros.
-No. Tenemos los mismos permisos de acceso; en los escáneres biométricos siempre aparecen nuestros dos nombres. Pero cuando probé el localizador de intercom hace un rato, no vi que él hubiera entrado aquí. Esa huella tiene que ser mía.
-Sigue probando, Pececito –lo anima Harley, y Newt se vuelve de nuevo hacia la puerta.
Escaneo todas las huellas que encuentra, pero las únicas lo bastante claras para identificarlas son cuatro de Doc y doce mías. Las demás están borrosas o montadas unas sobre otras.
-Aquí hay una buena –dice Newt pasando el pincel por la parte superior de las cámaras–. ¿Es tuya?
-No recuerdo haber tocado ahí –contesto.
A Newt se le iluminan los ojos.
-¡Quizás sea del asesino! –exclama, ilusionado de nuevo.
Sostengo el flexible sobre la huella y la escaneo. Es ancha y gorda, de un pulgar, y está atravesada por una línea fina.
-¿Qué es eso? –pregunta Harley cuando el flexible amplía la huella.
Newt la examina por encima de mi hombro.
-Quizás no sea nada, pero parece una cicatriz, ¿no?
Bip, bip, bip. El escaneado termina.
"Eldest/Thomas", aparece escrito sobre la huella.
-Es otra de las tuyas –dice Newt con un suspiro, y su cara se entristece.
Se vuelve una vez más hacia las cámaras de criopreservación, pero de pronto pareciese como si el pincel se hubiera convertido dolorosamente pesado para él.
-¿Tienes una cicatriz en el pulgar? –pregunta Harley.
Me miro los pulgares, aunque sé de sobra que no tengo ninguna marca.
-Quizás tuviera algo en el dedo cuando tocó ahí –sugiere Newt sin levantar la vista–. Algo que se interpuso entre la superficie y la yema del dedo.
Pero yo no he tocado ahí. Sé que no lo he hecho.
Newt recoge el flexible.
-¿Estás seguro, totalmente seguro, de que Eldest no estuvo aquí?
-Sí. Cuando encontramos a Robertson, comprobé el localizador con mucho cuidado. No había estado aquí abajo.
Newt resopla por la nariz como un toro furioso.
-Sigo pensando que podría haber...
Niego con la cabeza. Es imposible: aunque Newt tenga razón sobre su crueldad, Eldest no estuvo aquí cuando se cometió el asesinato.
-Adiós, huellas dactilares –masculla Newt tirando el pincel con hastío.
-Lo siento –susurro cerca de su oreja, intrigado por saber quién pudo haber dejado la huella si no fuimos ni Eldest ni yo.
Harley me quita el flexible de la mano y lo lanza sobre la mesa.
-¿Puedo ver la escotilla? –pregunta recogiendo su caja de pinturas. Veo que también ha traído un lienzo pequeño sin estrenar.
-Si te llevo hasta ella, ¿pasarás aquí la noche para asegurarte de que nadie tocará a la gente congelada?
Una vocecita en mi cabeza me recuerda que Eldest se enfadará si sabe que he dejado a Harley aquí, y encima solo. Pero la sonrisa de Newt es razón más que suficiente para ignorarla.
-Claro –contesta Harley.
Le explico a mi amigo cómo encontrar la escotilla y le digo la clave de acceso mientras recupero el flexible. Entro en el sistema y les concedo autorización a Newt y a él para que puedan entrar y salir de este nivel cuando quieran, y añado un permiso para que Newt pueda utilizar los flexibles. Harley sale disparado hacia la escotilla en cuanto escaneo su pulgar, sin molestarse en ocultar su impaciencia. Newt aún se está riendo de él cuando le presiono el pulgar sobre el escáner del flexible. Cuando deja de reírse, caigo en la cuenta de que llevo casi un minuto con su pulgar agarrado.
-Perdona –digo, retirando la mano.
Newt me sonríe.
-¿Quieveljardinonmigo? –le pregunto de un tirón.
Mis ojos se abren como platos. ¿Pero qué me ha dado? ¿Por qué lo he soltado todo sin hacer ninguna pausa?
-¿Cómo? –pregunta Newt con una sonrisa, apoyado en la camilla metálica que tiene detrás.
-¿Quieres ver el jardín? –repito, articulando mucho más lentamente de lo que late mi corazón–. ¿Conmigo?
Se vuelve a morder el labio y, aunque no aparta la vista, por un momento su mirada parece perderse en el vacío. Aprieta con la mano el borde de la camilla; cualquiera diría que tiene miedo a que me lo lleve de este lugar frío y oscuro. Enseguida adivino el por qué: quiere estar cerca de sus padres para poder cuidarlos. Mira hacia la derecha, por donde ha desaparecido Harley. A él también le gustaría ver las estrellas.
Se me cae el alma a los pies. ¿Cómo voy a competir con algo así?
Fui un idiota del frexo. Nunca debí preguntarle semejante estupidez.
Entonces, noto que vuelve a enfocarme con la mirada y luego... sonríe.
-Claro –me dice.
Y su sonrisa me parece más hermosa que las estrellas.

*Todo eso de cuánto ama las estrellas, y luego sale con que la sonrisa de Newt es más hermosa que eso. Ay, Dios <3
Newt sonriendo más todavía cuando está con él me hace la vida(? ¡Y van a ir al jardín juntos!

Godspeed: Despierta|NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora