[39] Newt

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Newt.

-No...
No quería decirlo en voz alta. Pero yo conozco a ese hombre.
El señor Kennedy trabajaba con mi madre. Siempre me había parecido un poco asqueroso. Aunque no era muy mayor, se comportaba como un viejo verde. Cada vez que iba al laboratorio a ver a mi madre, lo pillaba mirándole el escote, y siempre me examinaba de arriba abajo antes de saludarme. Mi madre se reía cuando yo me quejaba, pero a mí no me hacía ninguna gracia.
Y ahora está muerto, flotando en el líquido criónico, con los ojos abiertos por una película lechosa. Tiene la piel amarillenta y flácida, como una esponja que hubiera pasado mucho tiempo metida en el agua. La boca se le ha aflojado y sus mejillas están hundidas.
-Sacaron a la número setenta y tres para despistarnos –dice Thomas.
-No creo –contesta Doc–. Este lleva así un buen rato.
Levanta la tapa de la cápsula y Harley junto a Tommy lo ayudan a bajarla al suelo. Luego mete un dedo en el líquido.
-El agua está fresca, pero no fría –afirma–. Puede que lo desconectaran ayer, o anoche muy tarde.
Thomas me mira con firmeza. Mientras nos besábamos bajo la lluvia, el señor Kennedy se estaba ahogando. Mientras aquella pareja hacía el amor en el banco junto al estanque, el señor Kennedy agonizaba. Mientras me quitaba la ropa húmeda, me metía bajo la ducha de vapor y me adormecía mirando los campos a oscuras, el señor Kennedy flotaba muerto.
Entonces me viene a la cabeza otra idea: Harley estaba aquí al mismo tiempo que el asesino.
-¿Por qué? –pregunto.
Doc toquetea su flexible.
-Número veintiséis. Un hombre llamado...
-Kennedy –contesto.
-Sí –Doc me mira sorprendido.
-Lo conocía.
-Ah, lo siento –repone con cierta brusquedad, como si lo dijese por pura cortesía–. Bien, el número veintiséis, llamado Kennedy, era especialista en armamento.
-¿En serio? –le pregunto.
No tenía ni idea de que trabajase en temas relacionados con las armas; de hecho, pertenecía al mismo departamento que mi madre, y ella no tenía nada que ver con la investigación militar. Lo suyo era la genética.
-Era experto en armas biológicas –contesta Doc asintiendo–. Aquí dice que trabajó en el desarrollo de ecobombas para el ejército.
-¿Quién está haciendo esto? –interviene Thomas– . ¿Quién está desconectando a toda esta gente? Primero William Robertson, luego esa mujer, la número sesenta y tres, y ahora este hombre.
-No te olvides de mí –añado yo.
Thomas frunce el ceño y se me queda mirando.
-Doc víctimas muertas y otras dos que se han salvado por muy poco –dice el médico.
-Y sin motivo aparente.
Me quedo observando la cámara de criopreservación que ocupaba el señor Kennedy, ahora vacía. Y detrás de ella, las hileras de puertas enumeradas que se pierden en la penumbra. ¿Cuántas cámaras se quedarán vacías antes de que logremos detener al asesino?

*Puede que el ruido que escuchó Newt antes de bajar al nivel de criopreservación (en el ascensor) lo haya producido el asesino... Ahora recién me di cuenta de ello.

Godspeed: Despierta|NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora