[66] Thomas

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Thomas.

Lo oigo sollozar al otro lado de la puerta. Paso el pulgar por el escáner y la puerta se abre antes de darme cuenta de lo que he hecho: entrar sin permiso en una habitación. Pero eso no me importa en lo absoluto; lo único que importa es que Newt está tumbado en la cama, sollozando con tanta fuerza que todo su cuerpo se estremece.
-¿Qué te pasa? –pregunto corriendo hacia él.
Newt levanta la vista para mirarme. Sus ojos parecen chocolate derretido. Gimotea y se abalanza sobre mí sin levantarse, me envuelve la cintura con los brazos y apoya la cabeza contra mi estómago. Siento la cálida humedad de sus lágrimas a través de la túnica.
Por un momento me quedo inmóvil; no sé muy bien qué hacer con los brazos. Pero entonces lo oigo sollozar y actúo por instinto... Lo estrecho contra mí y me convierto en el apoyo que necesita para no derrumbarse.
Eldest piensa que el poder es control, que la mejor manera de ser un líder es obligar a todo el mundo a que obedezca. Pero al abrazar a Newt, comprendo que el poder no es lo mismo que el control. El poder es tener fuerza y ser capaz de transmitírsela a otros. Ser un líder no es obligar a los demás a que te hagan más fuerte, sino estar dispuesto a repartir tu fuerza para que los demás puedan mantenerse en pie por sí solos.
Esto es lo que he estado buscando desde el día en que me dijeron que había nacido para liderar la nave. Estar al mando de la Fortuna no significa ser mejor que los demás, ni ordenar, obligar y manipular. Eldest no es un líder: es un tirano.
Un líder no fabrica peones, sino personas.
Newt se aparta y me mira a la cara. Tiene los ojos vidriosos y de la nariz le cae una línea brillante de mucosidad que le llega al labio superior. Se limpia la cara con el brazo y se lo mancha de lágrimas y mocos.
Nunca lo había visto tan vulnerable como ahora.
-¿Qué te pasa? –vuelvo a preguntarle mientras me siento a su lado en la cama.
Él se acurruca y apoya la cabeza contra mi pecho. Por un momento me olvido del fidus, de Eldest y de todos los problemas de esta nave del frexo, y siento un impulso repentino de hacerle olvidar sus problemas a besos.
-He descubierto lo que hace Doc en las habitaciones cerradas de la cuarta planta –solloza–. Es horrible.
Me lo cuenta todo. Cuando llega a la parte del fidus, le explico lo que me ha dicho Eldest.
-Eso es lo que me pasó a mí –dice cuando acabo–. Me sentía tan lento y confuso por culpa de esa droga. La misma droga que han usado con... -le cuesta pronunciar el nombre–, con Steela.
Asiento con la cabeza.
Newt me agarra el brazo y me lo aprieta tal como imagino que hizo Steela con el suyo.
-Tommy, tenemos que hacer algo. Esto no está bien. No es justo. Son personas, aunque Doc y Eldest no quieran considerarlas como tales. ¡No tienen derecho a manejar así a la gente! –su mirada se pierde y sé que su mente ya no está conmigo, sino en la cuarta planta–. Esa droga hace que todo el mundo obedezca... Es la manera retorcida que tienen Eldest y Doc de controlar la nave.
Una parte de mí, una parte muy pequeña que entierro en lo más hondo de mi ser para que Newt nunca la vea, piensa que no todo lo que hacen Eldest y Doc está mal. Al fin y al cabo, ha funcionado: la nave ha vivido en paz durante décadas.
Pero entonces recuerdo la mirada vacía de Newt cuando estaba intoxicado por el fidus, siento el tacto de sus brazos ahora mismo, y entierro esa parte a mayor profundidad.
-Y... ¡Oh, no! –Newt se deshace en lágrimas–. ¡Acabo de acordarme! ¡Mis padres! ¡No he bajado en todo el día! ¿Y si les ha pasado algo?
Se incorpora como si fuese a levantarse, pero lo agarro de la muñeca y, sin tirar apenas de él, vuelve a desplomarse sobre la cama.
-¿Cómo he podido olvidarme? –gime.
Le rodeo la cara con las manos y le levanto la cabeza para que me mire.
-Tranquilo –digo con toda la seguridad que soy capaz de aparentar–. Harley lleva todo el día allá abajo. No te preocupes por eso ahora. Dentro de un rato iré y le relevaré para el turno de noche.
Newt me mira con los ojos arrasados en lágrimas.
-No sirvo para nada –dice con un suspiro–. Solo soy capaz de esconderme aquí y llorar como un niño de tres años. ¡Mírame!
Lo miro, pero creo que no lo veo igual a cómo se ve él mismo.
-¡Soy un inútil! –insiste–. No puedo salvar a mis padres, no tengo ni idea de quién ha matado a esa gente, y esta nave... es lo peor... y estoy atrapado aquí durante el resto de mi vida, rodeado de gente drogada que va a la cuarta planta a morir para que la transformen en abono.
Vuelve a derrumbarse. Verlo así me recuerda al momento en que se rompió la tapa de su caja, la noche en que Doc y yo lo salvamos. Por un momento, todas las piezas de su cara parecen encajar precariamente, y al segundo siguiente se hacen añicos, empezando por sus ojos y su boca temblorosa. Sus manos están pegadas a las sienes; sus dedos, enredados en el pelo. Se golpea la cabeza con las palmas obligándose a pensar, se tira del pelo con fuerza, ajeno al dolor que se está infligiendo. Con delicadeza, aparto los dedos de su cabello y vuelvo a dejarle las manos sobre el regazo.
-Podemos arreglarlo –digo, agachando la cabeza para mirarlo a los ojos–. No te rindas, Newt. No es verdad que seas un inútil.
Deseo con todo mi corazón poder animarle, puesto que me acabo de dar cuenta de que él es mi motor que hace que mi vida siga adelante. La razón por la cual hago todo esto: quiero mantenerlo a salvo, a él y a toda la tripulación de la Fortuna.
Por el rabillo del ojo veo la lista que empezó a escribir en la pared con pintura negra.
-Eres tú quien va a resolver todo esto –prosigo–. Continúa donde lo dejaste; averigua cuál es la conexión –estiro el brazo hasta la mesa y le paso el bote de pintura negra y el pincel–. Tú puedes hacerlo.
Newt se queda mirando las palabras pintadas y, por un momento, parece concentrarse. Luego veo que la frustración y la desesperanza le ensombrecen la cara. Antes de que le dé tiempo a derrumbarse de nuevo, me levanto de un salto y me acerco a la lista.
-No abandones, Newt. Intenta averiguar qué relación hay entre estas tres personas –lo apremio, señalando a todos los de la lista menos a él–. Recuerda que tú despertaste, pero sobreviviste. Puede que lo tuyo fuese un accidente o algo así. Tú eres el único que no encaja.
-Pero...
-Intenta ver qué conexión hay entre ellos si te quitamos a ti –lo corto de inmediato.
Newt se concentra en la lista un poco más y luego asiente lentamente.
Me yergo, vacilo y me agacho otra vez para besarlo en la frente. Él me mira y el corazón me da un vuelco; aunque todavía veo la desesperanza en su cara, puedo imaginarme un futuro para nosotros dos.
Antes de apartarme, me rodea el cuello con sus brazos y me planta un corto beso en los labios, tomándome por sorpresa.
-Voy a bajar para vigilar a tus padres. Tú descansa, ¿quieres? –digo. Le toco una mejilla y él mueve la cara para rozar la palma de mi mano–. Ya verás cómo todo sale bien.
Espero que me crea, y espero poder creérmelo yo.

*¡Aguante newtmas, frexo!
Este es uno de mis capítulos favoritos porque, vamos, lo que dice Thomas sobre el poder es tan cierto. Incluso lo tengo destacado en mi libro porque es una parte que me ha llegado -se hace la sentimental-.
Me gusta que piense que el poder es ser fuerte, pero no a costa del resto. Ser fuerte para poder darle a los demás de tu fuerza y hacer que se valgan por sí mismos. Hacerlos sentir capaces, no débiles.

Godspeed: Despierta|NewtmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora