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- Sí, claro que me doy cuenta. Pero no podemos, Aoom - verbalizó por primera vez la pelinegra, al ver cómo la situación se tornaba peligrosa y escapaba de su autocontrol-.

- No debemos - rectificó Aoom, captando perfectamente a lo Meena que se refería-.

- No debemos - le dio la razón-.

- Me gust...

- No lo digas - pidió Meena, aunque lo leía en sus ojos, escucharlo de su boca lo haría real-.

- Me gustas mucho - hizo caso omiso la castaña-.

- Ay... - suspiró Meena antes de rendirse finalmente a la obviedad-. Y tú a mí, Aoom. Me encantas. Muchísimo.

- Eh, yo... - Aoom rompió el silencio que sus miradas, clavadas con intensidad la una en la otra, habían creado-. Yo... lo siento, pero te tengo que besar.

- Hazlo, Aoom. Bésame.

Meena llevó su mano a la mejilla de la otra y dejó en ella una caricia casi imperceptible, pero que le sirvió para reafirmar su petición.

Ante la sonrisa tímida que le dedicó la castaña, Meena cerró los ojos y se mordió ligeramente el labio inferior, esperando el ansiado contacto. No podían, no debían, pero estaban deseando hacerlo.

Aoom se encargó de colocar un mechón rebelde detrás de la oreja de la pelinegra antes de conquistar por primera vez su boca. Tras recrearse en los ojitos cerrados y la expresión expectante de Meena, se acercó hasta rozar su nariz con la suya. La castaña  suspiró para después acariciar con sus labios , apenas un roce que aceleró el pulso de ambas notablemente.

Lentamente se ocupó de atrapar su labio inferior entre los suyos, provocando así que Meena entreabriera la boca, invitándola a entrar.

De la manera más delicada que supieron, ambas exploraron la boca de la otra, que se sentía cómo estar descubriendo la octava maravilla del mundo. Sus lenguas se enredaron, encantadas de conocerse y dispuestas a no soltarse.

Inevitablemente, poco después se separaron exhaustas, pero las manos de Meena se posaron en las mejillas de Aoom, asegurándose así de que se quedara cerca.

Como mucho a un beso de distancia.

Se sonrieron con los ojos, aunque no tardaron más que unos segundos en volver a buscar los labios de la otra. Se impregnaban por primera vez de un sabor que, aunque no lo sabían, llegarían a añorar por años.

En esa misma playa, días después, Aoom dibujaba el mar revuelto en su inseparable bloc mientras Meena rasgaba en silencio las cuerdas de su guitarra.

8

- Oye, ¿tú estás segura de que de verdad te hace falta la carrera de Bellas Artes? Yo creo que ya eres toda una artista - piropeó  Meena-.

- Claro que me hace falta, tonta. Aprendo cada día, un montón. Y aunque no aprendiera, ya sólo el hecho de estudiar lejos de casa, conocer gente nueva y todo eso... es super guay - explicó -. Verás como te va a encantar el ambiente universitario

- Tengo muchísimas ganas, ¿sabes? Siento que Tailandia muchas veces me ahoga. No veo el momento de mudarme a la capital y estudiar lo que me gusta. ¡Con lo que me ha costado convencer a mis padres de que no quería ser abogada sino dedicarme a la música!

- Es tan difícil hacerles entender que el arte y las humanidades son tan válidas como lo que estudiaron ellos... - se quejó Aoom-.

- Yo creo que el problema es que quieren que seamos como ellos. Mi padre ya me visualizaba abriendo una sucursal de su bufete . ¡Ni de coña! Por suerte entre mi madre y yo hemos conseguido que me deje estudiar Teatro Musical.

- Ay, Meena. Te va a ir tan bien... - auguró Aoom, acercándose a besarla-. Con la de oportunidades que hay en esa ciudad enorme, seguro que alguien se enamora de tu talento. Y yo estaré ahí para verlo.

- ¿Me dejarás tocar en las fiestas de tu galería super guay y super exitosa? - rió Meena-.

- Por supuesto - afirmó y la besó de nuevo, apartando esta vez la guitarra de en medio de las dos-.

- En septiembre estaremos viviendo en la misma ciudad, ¿no te parece una locura?

- Sí. En realidad todo desde que te conozco me lo está pareciendo.

- ¿Qué vamos a hacer? - preguntó Meena con preocupación en sus ojos-.

- ¿Podemos no hablar de eso ahora? Nos queda más de una semana por delante. Olvídate.

- No me es tan fácil olvidarme de que le estoy poniendo los cuernos a alguien y encima lo hago feliz, como si fuera lo más normal del mundo.

Esa respuesta provocó que los besos cesaran durante el encuentro y la culpa se encargara de nublar esa tarde de verano.

MAI | MEENBABEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora