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- ¿Me explicas para qué vamos a necesitar tantísima cerveza? No es que me esté quejando, para nada, pero... es raro en ti - cuestionó Engfa mientras colocaba el pack en la nevera de su amiga-.

- Tengo algo que contarte - anunció Aoom, abriendo una de las latas y dirigiéndose a su pequeño balcón-.

- Uy. Miedo me da esa cara. Me siento, ¿no?

- Será mejor que sí.

- Dispara - pidió Engfa tras darle un buen trago a su cerveza-.

- El otro día cené con Menna.

- ¿Menna? - preguntó con una mueca de confusión-. ¿Qué Menna?

- Menna la de Santa Pola - aclaró Aoom y Engfa dibujó un círculo perfecto con sus labios en señal de sorpresa-.

- ¿Qué dices? ¿A qué viene esa tía ahora? ¿No se acuerda de lo que te hizo o qué? La voy a arrastrar.

- ¡Eh, calma! Relájate. Ella no sabía que iba a cenar conmigo, fui yo la que acepté.

- ¿Cómo?

- Bueno es un poco complicado. El caso es que yo acepté verla y su hija organizó el encuentro.

- ¿Tú estás loca o qué? Como vas a ponerte a cenar con la pava que te destrozó el corazón.

- Ha pasado mucho tiempo y quería explicaciones - se justificó Aoom-.

- ¿Y te las dio? Espero que fueran buenas porque la de tiempo y esfuerzo que necesitaste para volver a estar bien... - dijo Engfa con cierta indignación-.

- Bueno, me dio la razón en lo que yo pensaba. Se cagó y desapareció.

- Cobarde de mierda - sentenció Engfa dejando la cerveza en la mesa de manera brusca-. Lo pasaste fatal por su puta culpa. ¿Tú que le dijiste?

- Le dije todo lo que no pude en el pasado y la verdad es que me quité un peso que ni siquiera era consciente de que llevaba encima. Nunca había tenido la oportunidad de expresarle cómo me había hecho sentir, igual hasta me pasé, pero creo que hacerlo me sirvió para cerrar esa herida.

- Creía que estaba más que curada - apuntó Engfa y Aoom suspiró-.

- No del todo. Aprendí a ignorarla bastante bien, pero nunca la pude coser del todo.

- ¿Y ahora ya sí?

- Pues cuando nos despedimos sentí que sí. Que ya tenía todas las explicaciones que necesitaba, que ya había podido desahogarme y decirle a la cara lo que me quedó pendiente. Pero ¿sabes qué? Hay algo en mí que sigue sin querer soltar a Menna.

- No te entiendo. Han pasado mil años y no hubo prácticamente nada entre vosotras. ¿Qué fue, un mes? ¿Cuántos amores de verano tenemos en nuestra vida? No es para tanto - restó importancia Engfa-.

- Menna es diferente, Engfa. Lo fue desde el primer minuto.

- ¿Qué coño me quieres decir con esto, Aoom?

- No sé. Me engañaría a mí misma si dijera que ahora ya está el tema cerrado para siempre y que no me interesa saber nada más de ella.

- Flipo contigo, la verdad. Creo que no eres consciente de que ni tú ni ella sois las crías que se encoñaron cuando eran adolescentes.

- No lo somos, eso me quedó bastante claro. Menna no tuvo las circunstancias más fáciles del mundo y tampoco supo muy bien cómo gestionar todo lo que se le vino encima...

- ¿A qué te refieres? ¿La estás defendiendo? - alzó las cejas Engfa-.

- Se quedó embarazada al poco de volver a Tailandia. Ni persiguió sus sueños, ni vivió la vida que me contó que quería vivir.

- Madre mía, Aoom, para el carro - la frenó Engfa llevándose las manos a la cara-. Ni se te ocurra querer ir ahora de salvadora de nadie ¿eh? Que aquí cada uno toma sus propias decisiones y no eres nadie...

- Eh, que yo no he dicho que vaya a hacer nada al respecto - la interrumpió-. De hecho, le dejé claro que para mí era demasiado tarde para retomar nada.

- Menos mal - suspiró Engfa, aliviada-. Es que, vamos a ver, ni que no hubiera habido nadie más en tu vida...

- Ya.

- A ti lo que te pasa es que todavía no has encontrado un amor en Tailandia y ya se te está yendo la cabeza hacia las causas perdidas.

- Joder, no sé. Puede que tengas razón y simplemente ha sido el hecho de verla y saber que la vida le había ido diferente a como yo pensaba, lo que me ha confundido...

- Bueno, olvídate de esto y céntrate en el ahora y en todo lo que una ciudad como Tailandia puede ofrecerte. ¿Por qué no llamas a Charlotte?

Cuando Menna le propuso que empezaran de cero, Aoom tuvo claro que no iba a hacerlo.

Para la pelinegra los trenes solo pasaban una vez, y más si cuando pasaron fue atropellándola hasta partirle el corazón de tal manera, que los bordes de las piezas reconstruidas aún escocían a veces.

Quizás Engfa tenía razón y debía darle una oportunidad a la guapa castaña que había conocido en la inauguración de la galería y con la que tonteó lo suficiente como para intercambiar teléfonos.

Habían quedado unas cuantas veces. Química y tensión sexual tenían, aunque todavía no habían encontrado el momento de resolverla.

Aoom concluyó que tal vez sí que era una buena opción buscar una conquista  que le hiciera olvidar ese fantasma de su pasado que al haberse hecho presente, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, en vez de zanjar el tema, lo había vuelto a poner encima de la mesa.

Esa Menna que no se correspondía con la adolescente idealizada en su cabeza, que vivía una vida contraria a la suya, que le había dicho en su cara que no se permitía ser feliz. Esa Menna que a priori no tenía nada de lo que Aoom buscaba para ella, inexplicablemente se había colado en los pensamientos de la castaña muchísimas más veces de las que debería.

¿Sería de verdad Menna es una causa perdida? Aoom llegó a la sensata conclusión de que si no lo era, ella debia tomarla como tal. Ese tren hacía muchos años que directamente se había saltado su estación.

MAI | MEENBABEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora